DIARIO DE ANA FRANK
Enviado por Leyekp • 12 de Octubre de 2014 • 4.545 Palabras (19 Páginas) • 286 Visitas
DIARIO DE ANA FRANK
El viernes, 12 de junio, me desperté a las seis de la mañana, cosa nada sorprendente puesto que era el día de mi cumpleaños.
Claro que no se me permite ser tan madrugadora, por lo que tuve que controlar mi curiosidad hasta las seis cuarenta y cinco cuando sin poder resistir más, me dirigí al comedor donde Mortie, el gato, me recibió cariñosamente. Poco después de las siete con papa y mama, desenvolví finalmente mis regalos en la sala. El primero fuiste “tu”, probablemente el más hermoso de todos mis regalos Papa y mama me obsequiaron generosamente y varios amigos me echaron completamente a perder. Entre otras cosas me regalaron un juego de salón, caramelos, chocolates, un rompecabezas, prendedor y dos libros: “Cuentos y Leyendas de los Países Bajos” por José Cohen y “Las Vacaciones de Margarita en la Montaña” (un libro fabuloso) y poco dinero, ahora podre comprar Mitos y Leyendas Griegos y Romanos. ¡Formidable! .He pasado algunos días sin escribir porque quería ante todo reflexionar sobre lo que significa un Diario, no solo porque es la primera vez que tengo uno, sino porque siento que transcurrido un tiempo nadie, ni aun yo, se interesara por las confidencias de una muchacha de trece años. En fin esto carece de importancia.
Tengo tíos y tías queridísimos, un hogar agradable. No, aparentemente no se falta nada. Pero con mis amigos solo puedo divertirme, los chistes de siempre… Parece que no pudiera deberás haber un verdadero acercamiento… este es mi problema. Tal vez me falte confianza, pero en fin, me encuentro entre los hecho sin que pueda de alguna manera cambiarlos. De ahí, este Diario. No, no quiero limitarme a llenar este diario de acontecimientos triviales como lo hace la mayoría de las personas, quiero idealizar la imagen de amiga ideal que tato he esperado. Mi amiga, pues, será este Diario y la llamare “Kitty”. Naturalmente no puedo empezar mis cartas a Kitty sin antes esbozar brevemente la historia de mi vida. Mi padre tenía treinta y seis cuando se casó con mi madre que tenía veinticinco. Mi hermana Margot nació en 1926 en Francfort del Main y yo el 12 de Junio de 1929. Siendo judíos, emigraron a Holanda en 1933, donde mi padre fue designado Gerente General de la Cia. Travies N.V, firma asociado con la Cia. Kole. Ambas sociedades se albergaban en el mismo edificio y mi padre era accionista. Sin embargo, nuestra familia sufría bajo el impacto de las medidas hitlerianas contra los judíos. Después de 1940, los buenos tiempos nos abandonaron con suma rapidez: primero la guerra, la capitulación y la invasión de los alemanes, con lo que verdaderamente se iniciaron los sufrimientos de nosotros los judíos.
Los judíos fueron obligados a llevar la estrella amarilla, y a ceder sus bicicletas; prohibición para los judíos de subir a una tranvía, de conducir un coche; obligación de hacer sus compras exclusivamente en los establecimientos marcados con el letrero “negocio judío” y de las quince a las diecisiete horas únicamente. Prohibición para los judíos de salir después de las ocho de la noche, ni siquiera a los jardines o a las casas de sus amigos; prohibido participar en los deporte públicos: las piscinas, canchas de tenían y de hockey. No podíamos hacer esto o aquello, pero la vida continuaba a pesar de todo. Jopie solía decirme: “No te atreves a hacer andar por miedo a que esté prohibido.” Mi abuela murió en Enero de 1942. Nadie abra cuanto pienso en ella y cuanto la quiero aun.
En 1934 empecé la escuela en el kínder Montessori. Al terminar el sexto B tuve que despedirme de la señora K. Nos despedimos llorando. Fue un adiós muy triste. En 1941, mi hermana Margot y yo entramos a la escuela secundaria judía.
Tal vez te sorprenda que a mi edad te hable de admiradores. ¡Ay!. Es un mal inevitable en nuestra escuela. Tan pronto como un compañero me propone acompañarme a casa en bicicleta, al entablar conversación, nueve de cada diez veces puedo asegurarte que se enamora perdidamente y me lanza miradas ardientes. Yo me entiendo bastante bien con mis profesores, nueve en total, siete hombre y dos mujeres. El viejo señor Kepler, profesor de matemáticas, por mucho tiempo estuvo molesto conmigo, pues platico demasiado en clase. Tuve que escribir una composición sobre “Una parlanchina”. ¡Una parlanchina! ¿Qué podría escribir sobre este tema? Ya pensaría después. Anote el título en mi cuaderno y me quede tranquila. El señor Kepler tuvo que reírse de mis argumentos, pero en la siguiente clase seguí con mis parloteos, me impuso una segunda composición. Tema “Una parlanchina Incorregible”. Volví a salir del paso, después de lo cual el señor Kepler no tuvo que quejarse de mí durante dos clases. Pero a las tercera, tal vez me sobre pase. Ana, otro castigo por hablar. Tema: “Cua, Cua, Cua, dice la señora Patacua”. Carcajada general, Yo me eche a reír con todos, tenía que hacerlo, aunque sabía que mi imaginación sobre el tema ya estaba agotada. Necesitaba encontrar algo, algo original. La casualidad vino en mi ayuda. Mi amigo Sanne, buen poeta, se ofreció para redactarme toda la composición en verso. El poema terminado era perfecto. Se trataba de mama pata y papa cisne con sus tres patitos. Estos fueron mordidos a muerte por su padre por hablar demasiado. Afortunadamente, la broma a grado a Kepler, quien leyó e poema ante la clase haciendo comentarios favorables. También se lo leyó a otras clases.
A partir de entonces no he vuelto a ser castigada por hablar. Kepler se limita a bromear sobre mis eternas charlas. Me parece que entre el domingo por la mañana y hoy han pasado muchos años. ¡Cuántas cosas han sucedido! Como si el mundo entero se hubiera vuelto al revés de repente. Sin embargo, ya sabes bien kitty, todavía vivo y, como dice papa, eso es lo principal. Si, en efecto, vivo todavía, pero no me preguntas donde ni cómo. Tú no comprenderías nada. ¿Verdad? Por eso empezare contándote lo que sucedió el domingo por la tarde. A las y tres (Harry acababa de irse para volver más tarde), llamaron a la puerta. Yo no lo oí, porque estaba leyendo en la terraza, perezosamente reclinada al sol en una mecedora. De pronto Margot apareció por la puerta de la cocina, visiblemente turbada. Papa recibió un citatorio de la SS. Mama acababa de salir para ir a buscar al señor Van Daan. (Van Daan es un colega de papa y un amigo nuestro). Yo estaba aterrada; todo el mundo sabe lo que significa un citatorio; vi surgir ante mí los campos de concentración y las celdas solitarias. ¿Íbamos a permitir que papa sufriera esta condena? Naturalmente que no ira, dijo Margot, mientras ambas esperábamos el regreso de mama.
Mama fue a la casa de los Van Daan para ver si podemos habitar nuestro escondite desde mañana. Los Van Daan
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