DREAM AMERICANO - ANGEL ULLOA
Enviado por R.A. Mayorga M. • 25 de Marzo de 2020 • Apuntes • 1.554 Palabras (7 Páginas) • 261 Visitas
Dream americano.
Por: Ángel Ulloa Loera.
El sueño americano se ve tan distante desde las faldas del cerro en el Puerto Del Palmar; yo soy de allá, y nunca debí haber salido de ahí.
Esto, tanto como un sueño, parece una quimera, ni siquiera distante, simplemente imposible.
Infranqueables se imponen los cerros que rodean el municipio de Matehuala, le comen a uno la imaginación y destrozan los anhelos de un mundo más allá de ellos.
Cuando tenía 14 años llené de callos y ámpulas mis manos en una pedrera diez horas al día por unos cuantos pesos; y, a pesar del duro trabajo, esos cerros que apagaban los sueños de otra vida, también mantenían intacta la inocencia de uno; cochina de tierra, pero limpia del alma.
Pasé años alimentando el pensamiento con esas ideas que traía Don Félix, mi patrón, de cuando iba pa’l otro lado. Me relataba sus experiencias sentado en una silla mientras yo metía las piedras en las cortadoras y trituradoras para hacer tierra, arena y combinado. Seguramente era una vida de lujos, o eso me imaginaba yo, pues el era dueño de una red de pedreras que atraviesa todo el puerto y llena de agujeros el Cerro del Fraile; buen hombre aquel, humilde y acomedido, hasta con sus empleados.
Que ese señor respirara significaba que tendría trabajo, maldito el día en que se le paró el corazón, a orillas del estanque de Parras, cuando iba a hacer beber a sus caballos; una bala salida de Dios sabe dónde penetró su pecho, rompió un par de costillas y se detuvo en su corazón, sangrándole vida e ingresos al puerto.
Casi todos nos tuvimos que ir, a falta de trabajo que sostuviera nuestra sencilla y austera forma de vida. Unos se fueron a la capital potosina, otros al D.F., nadie se quería alejar mucho de sus familias. Yo, que desde hace mucho no hay perro que me ladre y hace un par de meses que tengo mis papeles americanos “en regla”, emigré de mi pueblo de carretera al país de las oportunidades.
Uno piensa que el paisano la vive como rey, que nada le falta y que con poco trabajo gana una fortuna, que después de los gastos quedan verdes hasta para limpiarse el sudor. Lo mismo me pasaba a mí por la mente cuando crucé la frontera en mi Datsun de sabrá Dios qué año. Al ir recorriendo las calles de Ciudad Juárez me cosquilleaban las manos, quería dar a toda marcha la troca y dejar México con mi pasado.
Al dejar atrás el Río Bravo, por Paso Del Norte, me asaltó la nostalgia de mi tierra, ni cien metros por tierras gabachas me dejó andar a gusto la condenada nostalgia. Cruzando Chihuahuita aún se siente la esencia de nuestro país, pero se va difuminando con los continuos retenes de la migra y control policial, que no dejan de fregar aun habiendo pasado ya por los del puente fronterizo.
Regresé a la vida de peón, haciéndole el trabajo difícil a cada güero empresario que quisiera soltar unos cuantos dólares de su cartera, anduve en la famosa pizca de tomate en Quincy, Florida; y de rufero en Dallas, Texas. Cada empleo era tan trabajoso como el otro, y se me pagaba bien por ello, o lo suficiente para una vida cómoda, siendo que solo yo dependía de mí mismo.
Pero buscaba algo más, algo fijo pa’ no andar brincando de empleo en empleo como chapulín. Presenté mi solicitud en una constructora, y quien me entrevistó era un paisa’, solo por esa mínima coincidencia me dieron la chamba sin mucho borlote. Vaya que Dios obra en formas misteriosas.
Verdaderamente ya parecía el sueño americano, lo que toda piel de bronce busca en tierra estadounidense, no mallugaba mi cuerpo en esfuerzos grandes, ya que era operario de maquinaria de carga, y además el tiempo me daba para disfrutar de los buenos centavos que me ganaba. Todo pa’ mi solo. No es bueno darle tanto lujo a una mente salida de entre los cerros del altiplano, es mucho pa’ tanta inocencia.
Dos meses después llegó a mi casa una inesperada visita, era Toño, quien trabajaba conmigo en la pedrera de Don Félix. Quién diría que nos encontraríamos tan lejos, y quién diría que vendría a pedirme un techo. Entendí que estaba en una situación difícil, me contó que se vino para acá a conseguir más dinero, pues su esposa estaba con encargo, y quería darle una mejor vida a ese hijo que estaba por llegar.
No le puse muchas trabas a Toño, siempre me pareció un hombre trabajador y, a mi parecer, responsable, nunca lo vi echarse problemas al lomo. Por lo menos no hasta ahora.
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