Democracia Participativa Catolica
Enviado por changenew • 9 de Noviembre de 2011 • 7.689 Palabras (31 Páginas) • 621 Visitas
"Erase una vez, hace al menos dos siglos, una época optimista y esperanzada que recibió el nombre de Ilustración, Iluminación, la Era de las Luces". Así comienza Adela Cortina, catedrática de Etica y Filosofía Política en la Universidad de Valencia España, su último libro titulado "Hasta un pueblo de demonios", donde hace un ensayo sobre ética pública y sociedad.
Ese optimismo esperanzado estaba basado en el diseño de una nueva sociedad, bajo cinco nuevas claves:
1) La autonomía de las personas, la capacidad que cada una de ellas tiene para regirse por sus propias leyes, rechazando leyes impuestas;
2) La civilidad de los ciudadanos, la virtud por la que se hacen responsables de la vida pública;
3) La legitimidad de un sistema de leyes que tiene en cuenta el bien común de todos y cada uno de los ciudadanos;
4) La justicia de las instituciones, atentas al principio de imparcialidad, que no hace acepción de personas;
5) La tolerancia de las religiones, dispuestas a descubrir aquellos valores en que coinciden, a respetar a aquellos en los que discrepan, sin hacer dejación de ellos.
Se creía, con un optimismo razonable, que, confiando en la sensatez de los seres humanos, esos parámetros se harían, poco a poco, realidad. Sin embargo, dos siglos después, el Siglo de las Luces se nos convirtió en Siglos de Sombras.
Francis Fukuyama comienza diciendo en "El fin de la historia y el último hombre" que "puede decirse sin riesgo que el siglo XX nos ha convertido a todos en hondos pesimistas históricos".
Esto nos ha pasado un poco también con la democracia, que está implicada en los presupuestos anteriores.
1. Situación de la democracia
1.1. Un poco de historia
Una de las escenas más interesantes sobre las tipologías de las formas de gobierno fue escrita por Heródoto en el siglo III a.C. Tres personajes, en su obra "Historias" participan en un debate sobre la mejor forma de gobierno que debe ser instaurada en Persia después de la muerte de Cambises.
Veamos su desarrollo.
"Cinco días después de que los ánimos se habían calmado, los que se habían sublevado contra los magos deliberaron acerca de los acontecimientos todos; y fueron pronunciados discursos, ciertamente increíbles para algunos de los griegos, y sin embargo, fueron pronunciados.
Otanes propuso entregar el poder al pueblo persa y argumentó su propuesta de la siguiente manera:
Me parece que ninguno de nosotros debe ser hecho monarca: sería una cosa desagradable e injusta; pues vísteis la insolencia de Cambises, hasta dónde se levantó y también habéis participado de la insolencia del mago.
Pero cómo podría ser cosa ordenada un gobierno monárquico, si al monarca le está permitido hacer lo que quiera sin responder ante nadie? La monarquía haría salir incluso al mejor de los hombres de su norma natural, cuando tuviese tal poder. La posesión de grandes riquezas genera en él la prepotencia, y desde el inicio la envidia le es connatural; y teniendo esas dos cosas, tiene toda la maldad: en efecto, realiza las acciones más reprobables, unas dictadas por la prepotencia, otras por la envidia.
Parecería razonable que el monarca-tirano fuese un hombre sin envidia, desde el momento en que tiene todo. Pero se ha hecho al contrario de esto para con los súbditos, pues odia a los pocos buenos que han quedado, se complace con los peores, presta gran atención a las calumnias.
Y lo más absurdo de todo: si en efecto lo admiras mesuradamente, está apesadumbrado, porque no es muy bien honrado; y si alguno lo honra mucho, está molesto como con un adulador. Pero ahora diré lo que es más grave: trastorna las leyes patrias, viola mujeres y mata por capricho.
En cambio el gobierno del pueblo lleva en primer lugar el más bello de los nombres, isonomía (igualdad de derechos políticos); y, en segundo lugar, nada hace de aquellas cosas que un monarca hace. Pues por sorteo se ejercen los cargos públicos, los magistrados son obligados a rendir cuentas del ejercicio del poder, toda decisión es sometida al voto popular. Propongo, pues, que nosotros rechacemos la monarquía para dar poder al pueblo; pues todo es posible para el mayor número.
Esta fue la opinión de Otanes.
Pero Megabyso exhortaba a entregarse a la oligarquía, diciendo esto:
Lo que Otanes dijo para abolir la monarquía, eso también queda dicho por mí; pero lo que aconsejaba, conferir el poder al pueblo, se ha apartado de la mejor opinión, pues nada hay más obtuso y prepotente que una multitud inepta.
Y, ciertamente, de ninguna manera es aceptable que unos hombres, huyendo de la insolencia de un tirano, caigan en la insolencia de un irresponsable populacho. Pues si aquél hace algo, lo hace dándose cuenta; pero a éste ni siquiera le es posible darse cuenta. Pues, cómo podría darse cuenta quien no ha sido instruido, ni ha visto ningún bien, y se precipita, lanzándose sin inteligencia sobre los acontecimientos, semejante a un tormentoso río?
Así pues, válganse de la democracia aquellos que piensan hacer daño a los persas; pero, nosotros, habiendo elegido a un grupo de los mejores hombres, invistamos a éstos con el poder, ya que en ellos estaremos nosotros mismos y es natural que de los mejores hombres sean las mejores decisiones.
Así pues, Megabyzo aportaba esa opinión.
Y Darío exponía el tercero su opinión diciendo:
Lo que dijo Megabyzo acerca del gobierno popular me parece haberlo dicho correctamente, no así lo concerniente a la oligarquía. Pues propuestas tres cosas y siendo todas muy buenas en principio, es decir, la mejor democracia, la mejor oligarquía y la mejor monarquía, afirmo que ésta es muy superior. Pues nada mejor podría aparecer que un solo hombre, el mejor; ya que, utilizando tal criterio, administraría intachablemente al pueblo; así también se mantendrían más en silencio los planes políticos contra los hombres malévolos.
En una oligarquía, entre quienes practican la virtud para el bien público, es fácil que nazcan grandes enemistades personales: cada uno de ellos quiere ser el jefe y hacer prevalecer su opinión; por eso, ellos llegan a odiarse recíprocamente; de aquí brotan las facciones, y de las facciones el delito. Del delito se llega a la monarquía, que por ello se muestra como el mejor gobierno.
Y a la vez, cuando el pueblo gobierna, es imposible que no se origine la corrupción en la esfera pública;
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