Desarrollo sustentable y sostenible

Desarrollo sustentable y sostenible

Al desarrollo se le ha conceptualizado y definido de maneras diversas, cada una representa alguna teoría en particular, que desde su perspectiva interpreta lo que significa o debe signi ficar el crecimiento económico y el bienestar que dicho crecimiento debe procurar. Como hemos visto hasta ahora, de una u otra manera, la idea de desarrollo implica progreso, en el caso del denominado desarrollo sustentable y sostenible, se le agrega la variable ambiental.

Mediante el concepto de desarrollo sustentable y sostenible se busca compatibilizar el crecimiento económico con la necesidad de conservación del ambiente, procurando el equilibrio entre factores económicos, sociales y ambientales para alcanzar el desarrollo del ser humano en un marco de equidad y sustentabilidad ambiental.

El concepto de desarrollo sustentable y sostenible está vinculado a categorías o escalas de calidad de vida y a la intersección entre habitantes y recursos de uno o más territorios. Ello explica por qué el desarrollo está estrechamente asociado a las demandas que exigen cada cultura o estilo de vida, y a la globalización de los procesos económicos, sociales y ambientales y a la capacidad negociadora entre regiones o países (CEPAL, 2018: 4).

Esta concepción surge en 1987 impulsada por la Organización de las Naciones Unidas, y se difundió mediante el documento titulado Nuestro futuro común, también conocido como Informe Brundtland. Desde su presentación, se ha convertido en una aspiración internacional que se define como: aquel desarrollo que permite satisfacer las necesidades presentes de la sociedad, sin comprometer la atención o cobertura de las necesidades futuras, y con ello compatibilizar el progreso económico con las necesidades sociales y ambientales actuales y venideras.

Su realización, sin embargo, resulta un reto complejo dentro de un sistema capitalista en que el desarrollo ha sido la principal fuerza destructiva del equilibrio ambiental.

Subdesarrollo

El denominado subdesarrollo es un concepto que se comenzó a popularizar en la década de 1960, y tuvo como base la idea del desarrollo, que para esa época era sinónimo de industrializa ción. Con fundamento en ello, se consideraba que el grado de industrialización definía el nivel de desarrollo de cada país, con lo cual fueron clasificados en función de diversos indicadores económicos relacionados con el desarrollo: los países con economías basadas en la explotación de recursos primarios y monoexporta doras de materias primas, con baja capacidad industrial y malas o nulas infraestructuras eran calificados como subdesarrollados. En este sentido, el desarrollo de un país estaba relacionado, de acuerdo con economistas como Heidemann, con la implantación de una economía de mercado que abarcara a la mayor población posible.

Por su parte, el subdesarrollo se identificó con la pobreza, la hambruna, la inexistencia de un mercado laboral de tipo formal, la ausencia de un Estado de derecho, amplios contingentes poblacionales del campo y la ciudad excluidos de la economía de mercado, la posibilidad de Estados fallidos, dictaduras o Estados autoritarios, así como la presencia de guerras internas, terrorismo y narcotráfico. Hoy en día, el término se considera políticamente incorrecto y, en su lugar, se hace referencia a economías emergentes, en el caso de países con procesos avanzados de industrialización y modernización de sus economías (como México, China e India), o en vías de desarrollo, para los menos avanzados.

Durante décadas, se consideró que el elemento central para superar el subdesarrollo es la posibilidad de impulsar la industrialización para con ello generar economías.

La globalización y el surgimiento de nuevos pobres y tipos de pobreza

La globalización del sistema financiero es uno de los riesgos latentes para el mundo, en particular para la clase media de los países centrales o del capitalismo avanzado. Lo paradójico del caso es que, en este tipo de crisis, al menos lo que sucedió en 2008, es que las empresas que ocasionaron la crisis, que entran en quiebra financiera, son rescatadas con dinero público, mientras que las personas que pierden su patrimonio y su empleo no son rescatadas por los Estados. Según datos del Fondo Monetario Internacional, las ayudas públicas a la banca internacional, a mediados de 2011, ascendieron en Estados Unidos a 574 086 millones de euros; en Reino Unido a 118 122 millones y en Alemania a 313 638 millones.

Esta crisis coincidió con otra, de naturaleza alimentaria a escala global, que tuvo lugar entre 2002 y 2008, lo cual produjo que el número de personas en situación de pobreza y hambre aumentara de manera acelerada debido al incremento en el precio de у los alimentos; en América Latina, dicha situación provocó que el número de personas en condición de pobreza alimentaria pasara de 47 millones a 53 millones.

Los efectos de dicha crisis fueron diferenciados para diversas regiones económicas del planeta, por lo que si bien América Latina ha salido "bien librada", sumó nueve millones de pobres en 2009 (gran parte de ellos estaban en México). En nuestro país, las tasas de pobreza comenzaron subir a partir de 2006 y continuaron haciéndolo hasta 2010; es decir, el efecto combinado del alza en los precios de los alimentos y el decrecimiento del PIB (-6.2%) explicaron este aumento. Mientras que, para Europa, y en particular para España, la crisis dejó al descubierto que había un nuevo tipo de población vulnerable: los jóvenes.

Esta condición dio lugar a la concepción de una categoría denominada como precariado, que se refiere, mayoritariamente, a los jóvenes que en los países avanzados, a pesar de tener estudios, la mayoría de ellos universitarios, se encuentran en paro estructural, es decir, no pueden trabajar porque no existen suficientes fuentes de empleo; estos jóvenes se encuentran en una situación de exclusión relativa, pues al no estar incorporados a la sociedad salarial en forma automática, no gozan de los beneficios del Estado

Índice de Desarrollo Humano

Entre las diversas medidas para conocer el bienestar, una de las más relevantes y reconocidas a escala mundial es el Índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual ha sido desarrollado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El IDH se publica anualmente mediante el Informe sobre Desarrollo Humano, desde 1990.

Mientras que los índices de pobreza miden la(s) carencia(s), el IDH identifica el avance alcanzado por un país en términos de bienestar con base en tres dimensiones: vida larga y saludable, conocimientos y nivel de vida digno. Su construcción se basa en un principio relativamente sencillo:

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