ECONOMIA AMBIENTAL.
Enviado por gladysgallanti • 10 de Marzo de 2017 • Ensayo • 1.762 Palabras (8 Páginas) • 256 Visitas
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ECONOMÍA AMBIENTAL
Todas nuestras actividades dependen en última instancia del medio ambiente. Cualquier bien manufacturado es el resultado de la aplicación del trabajo humano sobre un conjunto de bienes de capital, fabricados por el hombre, y de materiales y energía provenientes directamente de la naturaleza. Los bienes de capital se fabrican, a su vez, con otros bienes, con trabajo y con recursos naturales, y el origen de la energía desplegada por el trabajo está también en el consumo de recursos cuyo origen último es la naturaleza. Por tal motivo, la actividad económica es sinónimo de apropiación y transformación de la naturaleza en beneficio de la satisfacción de necesidades individuales y sociales, y, también por ello, el crecimiento económico se traduce, necesariamente, en la disminución de los sistemas naturales autogestionados. Cualquier actividad económica es entonces, por su propia definición, una forma de gestión de la naturaleza, es decir de la economía ambiental.
En tal sentido como disciplina de conocimiento, la economía ambiental se propone responder un conjunto de cuestiones relativas al modo en que la sociedad utiliza los recursos naturales para satisfacer las múltiples demandas del sistema económico.
Todas las cuestiones relacionadas con la Economía Ambiental se deben resolver partiendo del conocimiento positivo más detallado posible de la realidad sobre la que se pretende formular un criterio de gestión. Sin embargo, no debe perderse de vista los aspectos normativos son de la mayor importancia. Es evidente que, siempre que descartemos la comodidad de las posturas extremas, no nos será posible identificar un problema ambiental sin la referencia a una situación ideal que consideramos óptima o simplemente deseable. Por todo lo anterior, el objetivo fundamental de la economía ambiental consiste en elaborar un conjunto de criterios generales que nos permitan identificar y juzgar la severidad de los problemas ambientales, lo que, a su vez, se convierte en un punto de partida para juzgar, ya sea en un plano microeconómico o macroeconómico, el desempeño de las instituciones sociales y para definir los objetivos de la política ambiental y de recursos naturales.
Si admitimos que la economía ambiental descansa sobre un conjunto de criterios normativos, será necesario reconocer a continuación que tales criterios estarán fuertemente condicionados por nuestra percepción de los problemas ambientales y, más aun, que tal percepción estará condicionada por algunos juicios de valor cuyo contenido, como es obvio, pertenece al mundo de la ética y no al del conocimiento positivo. Dentro de los múltiples juicios de valor, existe uno fundamental que es un juicio de calificación que resuelva la pregunta ¿quién y sobre qué base califica los problemas ambientales y juzga la deseabilidad de las soluciones alternativas?. La validez de la respuesta a la pregunta anterior, cualquiera que sea, o la elección entre las distintas respuestas posibles, no podrá establecerse nunca acudiendo a argumentos de hecho.
La economía ambiental parte de una respuesta clara y radical sobre el juicio de calificación: las preferencias de las personas cuentan y, como cada quien debe ser considerado el mejor juez de las decisiones que le afecten y el mejor agente de sus intereses, la racionalidad de cualquier decisión sobre la gestión de los recursos naturales debe analizarse a la luz de los efectos que producen, directa o indirectamente, inmediatamente o en un futuro remoto, sobre las distintas personas. El medio ambiente tiene valor en cuanto afectan al bienestar de las personas. Así, algunos recursos naturales pueden tener un valor de uso, o simplemente estético. El valor de uso de un recurso puede ser directo, en cuanto provee bienes de consumo (algunos de ellos fundamentales como el aire y el agua), cuya cantidad o calidad se ve afectada por decisiones económicas; o indirecto. También se puede hablar con propiedad de valores de opción, cuando la conservación de un recurso preserva alternativas para las generaciones futuras. Los recursos también pueden tener valor como sistemas fundamentales para el soporte de la vida humana y de la naturaleza a la que dan valor los humanos. Finalmente, un recurso natural puede tener valor para nosotros con independencia de todos los casos mencionados y por el sólo hecho de existir.
De lo anterior surge, lógicamente, un conjunto de demandas por parte del sistema económico: demanda de materiales y energía para usos en el sistema productivo, cuyo valor es indirecto y está relacionado con la producción de bienes de consumo; demanda de absorción y reciclado de residuos de diferente tipo; demandas de preservación de opciones futuras, de valores de existencia y de fuentes de conocimiento, etc. Desde este punto de vista económico el medio ambiente en general, y cada recurso natural como una unidad de análisis, se convierten en unos activos cuya gestión es el objeto de reflexión por parte de la economía ambiental. Los objetivos de dicha gestión deben centrarse en la valorización económica de tales activos, y en evitar la depreciación de los mismos que no esté justificada por criterios de bienestar colectivo. La gestión de recursos debe servir entonces para ordenar las alternativas existentes y seleccionar entre ellas con un criterio de bienestar, en el que se reconozcan los efectos positivos de la extracción de materiales y los negativos del vertido de contaminantes, se pongan en la balanza los usos presentes y futuros, los beneficios de ejercer las opciones actuales y los beneficios de la preservación, etc. En definitiva, el criterio de gestión es un criterio de bienestar.
Sobre estas premisas, los modelos básicos de gestión del ambiente se especifican como problemas generales de optimización de una función de bienestar intertemporal sujetos a un conjunto de restricciones que pueden pertenecer al ámbito de la economía, como por ejemplo la tecnología disponible para la extracción y la utilización o sustitución de un recurso concreto, o al ámbito natural, como el tamaño de las reservas, su concentración y calidad, o los ritmos de crecimiento biológico, entre otros.
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