EL HAMBRE EN EL MUNDO
Enviado por tufiis • 28 de Agosto de 2012 • 11.136 Palabras (45 Páginas) • 719 Visitas
EL HAMBRE EN EL MUNDO
UN RETO PARA TODOS:
EL DESARROLLO SOLIDARIO
PRESENTACIÓN
Me complace poder presentar el documento « El hambre en el mundo. Un desafío para todos: el desarrollo solidario », que ha sido atentamente preparado por el Pontificio Consejo « Cor Unum » por indicación del Santo Padre Juan Pablo II. Precisamente este año el Sucesor de Pedro en su Mensaje Cuaresmal se hizo portavoz de aquellos carentes del mínimo vital: « La muchedumbre de hambrientos, constituida por niños, mujeres, ancianos, emigrantes, prófugos y desocupados eleva hacia nosotros su grito de dolor. Nos imploran, esperando ser escuchados ».
Este documento se sitúa en el camino señalado por Cristo a sus discípulos. Las promesas y el mensaje de Jesús convergen efectivamente en la manifestación que « Dios es amor » (1 Jn 4, 8), un amor que redime al hombre y lo rescata de sus múltiples miserias para restituirle su plena dignidad. La Iglesia a lo largo de los siglos ha puesto innumerables signos concretos de la misericordia de Dios. Su historia podría ser escrita como una historia de la caridad hacia los pobres, teniendo por protagonistas a los cristianos que han testimoniado a sus hermanos necesitados el amor de Cristo que da la vida por el prójimo.
Este estudio se propone ser una contribución al compromiso de los cristianos de compartir las angustias del hombre de hoy. Los temas tratados son de grande actualidad; éstos se refieren tanto a la descripción del hambre en el mundo, como a las implicaciones éticas de la cuestión, que tocan a todos los hombres de buena voluntad.
La publicación es de particular importancia en vista del Gran Jubileo del Año 2000 que la Iglesia se prepara a celebrar. El espíritu del documento no se alimenta en ninguna ideología, sino que se deja guiar por la lógica evangélica e invita a seguir a Jesucristo en la vida diaria.
Auguro una amplia difusión a esta publicación, confiando que pueda contribuir a formar la conciencia en el ejercicio de la justicia distributiva y de la solidaridad humana.
+ Angelo Card. Sodano
Secretario de Estado
Ciudad del Vaticano, 4 de octubre 1996
Fiesta de San Francisco de Asís
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EL HAMBRE EN EL MUNDO
UN RETO PARA TODOS: EL DESARROLLO SOLIDARIO
« La amplitud del fenómeno pone en tela de juicio las estructuras y los mecanismos financieros, monetarios, productivos y comerciales que, apoyados en diversas presiones políticas, rigen la economía mundial: ellos se revelan casi incapaces de absorber las injustas situaciones sociales heredadas del pasado y de enfrentarse a los urgentes desafíos y a las exigencias éticas. Sometiendo al hombre a las tensiones creadas por él mismo, dilapidando a ritmo acelerado los recursos materiales y energéticos, comprometiendo el ambiente geofísico, estas estructuras hacen extenderse continuamente las zonas de miseria y con ella la angustia, frustración y amargura... ». « No se avanzará en este camino difícil de las indispensables transformaciones de las estructuras de la vida económica, si no se realiza una verdadera conversión de las mentalidades y de los corazones. La tarea requiere el compromiso decidido de hombres y de pueblos libres y solidarios ».
(Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptor hominis, 1979, n. 16)
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INTRODUCCIÓN (1)
El derecho a la alimentación es uno de los principios proclamados en 1948 por la Declaración Universal de Derechos Humanos(2).
La Declaración sobre el Progreso y el Desarrollo en lo Social precisaba, en 1969, que es necesaria « la eliminación del hambre y la malnutrición y la garantía del derecho a una nutrición adecuada » (3). Asimismo, la Declaración universal para la eliminación definitiva del hambre y de la malnutrición, aprobada en 1974, dice que toda persona tiene el derecho inalienable de ser liberada del hambre y de la malnutrición para poder desarrollarse plenamente y conservar sus facultades físicas y mentales (4).
En 1992, la Declaración mundial sobre la nutrición reconocía también que « el acceso a una alimentación nutricionalmente adecuada y sana es un derecho universal » (5).
Se trata de afirmaciones muy claras. La conciencia pública ha hablado sin ambigüedades. No obstante, millones de personas están marcadas todavía por los estragos del hambre y de la malnutrición o por las consecuencias de la inseguridad alimentaria. ¿Radica la causa en la carencia de alimentos? Absolutamente no. Está reconocido, generalmente, que los recursos de la tierra, considerados en su totalidad, pueden alimentar a todos sus habitantes (6); en efecto, los alimentos disponibles por habitante, a nivel mundial, han aumentado alrededor de un 18% en los últimos años (7).
El desafío que se plantea a toda la humanidad es, desde luego, de orden económico y técnico, pero más que todo de orden éticoespiritual y político. Es una cuestión de solidaridad vivida, de desarrollo auténtico y de progreso material.
1. La Iglesia considera que no se pueden abordar los campos económico, social y político prescindiendo de la dimensión trascendente del hombre. La filosofía griega, que impregnó tan profundamente el mundo occidental, era ya de ese parecer: el hombre no puede descubrir y perseguir la verdad, el bien y la justicia por sus propios medios si su conciencia no está iluminada por lo divino. En efecto, es precisamente la luz divina que ayuda a la naturaleza humana a tomar en debida consideración los deberes hacia los demás. Según el pensamiento cristiano, la gracia divina es la que da al ser humano la fuerza necesaria para actuar de acuerdo con su propia consciencia (8). La Iglesia, por tanto, hace un llamamiento a todos los hombres de buena voluntad a realizar esa tarea de titanes. El Concilio Vaticano II afirmaba: « Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que recuerden aquella frase de los Padres: " Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas " » (9). Esa advertencia solemne invita a comprometerse firmemente en la lucha contra el hambre.
2. La urgencia de ese problema impulsa a este Pontificio Consejo a presentar aquí algunos elementos de su investigación; es su deber invocar la responsabilidad individual y colectiva para que se establezcan soluciones más eficaces. Además, apoya a todos los
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