El Buscador

EL BUSCADOR

Este libro comienza con una historia sencilla como la de cualquier joven entusiasmado con un sueño, el suyo, era llegar a ser el mejor reportero de la época. Ingenuamente pensaba que con un título universitario, gran ánimo y buena fe, bastarían para abrir las puertas de los periódicos, editoriales y revistas de gran prestigio, estaba seguro de que se pelearían por publicar sus artículos, sin embargo la realidad fue muy diferente más de lo que el imaginaba.

Empezó el pregonar de revista en revista, de periódico en periódico, de editorial en editorial, desde los más importantes hasta los más modestos, casi tres meses de buscar empleo, por fin llego a las oficinas del periódico, que para su gusto era uno de los últimos en que hubiera querido trabajar, se trataba de una publicación amarillista especializada en notas rojas.

Se armo de valor y olvido prejuicios entro. Lo atendió la joven de recepción que fue amable, le comento que el director había salido un momento. Estuvo esperando un rato, cuando volvió el director no tarde en recibirlo. Después de entrevistarlo y ponerse de acuerdo, por fin obtuvo el empleo de reporte, con un sueldo miserable.

La oficina era apenas de dos metros por dos, había un pequeño escritorio de madera desgastada y un par de sillas de las que regalaban en las fiestas las compañías cerveceras. Se sentía verdaderamente incomodo pues cuando me entero que solicitaban reportero, se puso su mejor traje, zapatos y corbata impecable, nunca se imagino lo que estaba viendo; por supuesto sentía el impulso de Salir corriendo, pero desafortunadamente era mi única oportunidad de trabajo, además la situación económica empezaba a ser critica.

Las primeras historias, ¡eran verdaderamente terribles! se llenaba de profunda depreciación, se le había asignado cubrir la información de personas atropelladas, accidentes, asaltos, crímenes de todo tipo incluyendo el asesinato. Fotografías cuerpos mutilados, ver a la gente con el dolor en sus rostros, entrevistar violadores, asesinos y ladrones, lo fue endureciendo. Con el tiempo fue adaptándolo como parte de su vida, en algo habitual, que llego a ser casi natural por su trabajo.

Dos años habían pasado desde entonces, en lo que se había convertido en “una lacra mas del periodismo” una de esas “lacras” que el tanto criticaba al inicio de su carrera, pero en el fondo de su alma, en lo más profundo de su corazón seguía conservando sus ilusiones y sus anhelos.

Aquel viernes aproximadamente a las doce de las noche entro uno llamada de la agencia No. 5 del ministerio publico avisaron, que por la tarde habían detenido un sádico asesino, que había matado a un hombre maduro, para poder comprar drogas. Inmediatamente el reportero se dirigí al lugar, pensando en la clase de asesino que seguramente iba a encontrarse como todos los

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