El Estado Y Sus Formas De Control Social
Enviado por paz1974 • 7 de Julio de 2014 • 2.970 Palabras (12 Páginas) • 431 Visitas
EL ESTADO Y SUS FORMAS DE CONTROL SOCIAL
Desde sus orígenes la escuela fue sufriendo modificaciones dependiendo de la estructura política y la estructura económica del momento. Lo que vamos a destacar en este trabajo son las diferentes modificaciones de la misma, desde la escuela manejada por la religión, las ideas de sarmiento, las ideas de Foucault, hasta llegar a la actualidad en donde la desvalorización de la escuela hace que los medios de comunicación sean ahora los medios de control.
LA IGLESIA
Históricamente, las pretensiones totalizantes de la Iglesia Católica la llevaron a entablar un diálogo privilegiado con el Estado, a ocupar parte de sus estructuras para desde allí, extender los principios de su doctrina al conjunto de la sociedad. La ‘catolización’ sobre el Estado y la sociedad civil procuraron impregnar con valores religiosos todos los ámbitos de la vida social y convertir a la Argentina en una nación católica.
La pelea por una educación religiosa en las escuelas públicas, la oposición contra las leyes de divorcio y el control sobre otros grupos religiosos, caracterizaron el accionar de la institución católica en su relación con el Estado y con la sociedad. Su carácter de religión predominante y su marcada presencia social fueron el fruto de ese tipo de comportamiento.
No se puede concebir a la Iglesia Católica escindida del marco social del que forma parte. Con su acentuada vocación por regular e influir sobre las pautas de comportamiento de vastos segmentos de la vida social, la Iglesia Católica, a pesar de su rigidez doctrinaria, se convierte en una institución sensible y permeable a los cambios sociales.
Sin desvirtuar sus principios teológicos, la Iglesia Católica ha sabido captar los diferentes ‘climas sociales’ de cada época y elaboró discursos y prácticas acordes al ambiente social. La Iglesia Católica argentina ha mostrado altos niveles de flexibilidad y aggiornamiento en la elaboración de sus políticas hacia las demás instituciones, en el marco de la rigidez de sus principios doctrinarios.
Desde la identificación e igualación entre el ‘ser nacional’ y el ‘ser católico’ se ubica a la Iglesia Católica como un ‘todo’ por encima de las ‘partes’. Desde aquí se desprende la premisa de la nación católica y postula al catolicismo como matriz unificadora de la sociedad.
La historia del catolicismo no puede ser narrada sino en sintonía con la evolución del Estado y de los ‘bloques de poder’.
La instauración de la evangelización y de las misiones de españoles sobre quienes habitaban el suelo que luego se denominaría Argentina, dejó una impronta que marcará una línea totalitaria de entender el significado del ser cristiano y su relación con el ser nacional a lo largo de toda la historia del catolicismo argentino. Este es el modelo de Cristiandad que desde sus inicios pretendió identificar por un lado la identidad territorial con la religiosa: el catolicismo como pilar de la nacionalidad, otorga a la Iglesia el poder y el derecho exclusivo de controlar múltiples aspectos de la vida cotidiana de las personas (formación educativa, sexualidad, matrimonio, enseñanza religiosa, etc.). Así es como el comportamiento histórico del catolicismo no se redujo exclusivamente al campo religioso; por el contrario, se extendió al espacio político y social.
La Iglesia se consideró como la institución ‘rectora’ que debía regular y determinar las normas de funcionamiento y los códigos de convivencia de la vida en sociedad. La Iglesia impondría a la población una unidad totalizante cultural y religiosa, desde la cual daría sentido y pertenencia a todos los ámbitos de la vida comunitaria. Así es como tuvo qué ofrecer en cada instancia del crecimiento de los individuos: el bautismo, la confirmación, la eucaristía, el matrimonio; simbolizando el recorrido conjunto entre el sujeto-creyente y la Iglesia. Como estructura adosada al Estado, impregnaría sobre el conjunto de la sociedad sus componentes valorativos y doctrinarios.
La Iglesia jamás aceptó ser reducida a una convicción privada. Se ubicó en la concepción que la sitúa en la base de la idiosincrasia que nutre a la nacionalidad, en ningún momento renunció a la batalla por la hegemonía ideológica y moral y por los derechos de definir los componentes del orden social.
El recorrido por la historia de la institución católica en la Argentina resalta la simbiosis y la complementariedad de roles entre la Iglesia y el Estado como columna vertebral de las relaciones entre el poder eclesiástico y el poder político, más allá de algunos distanciamientos históricos. Esa mecánica de funcionamiento ligada al Estado facilitó la influencia de la Iglesia en las normas que regulan las relaciones familiares, el sistema educativo y las cuestiones morales. Esto le garantizó a la institución eclesiástica conservar su papel de guardiana de las áreas consideradas claves para garantizar la influencia religiosa en la regulación de los comportamientos sociales.
Durante los gobiernos militares, intentó exprimir al máximo los privilegios obtenidos por su proximidad a los regímenes autoritarios. Bajo sistemas democráticos, encontró resistencias para hacer valer las conquistas adquiridas.
Las condiciones actuales han configurado un modelo de sociedad radicalmente diferente. Asistimos a un doble proceso de homogeneización de las imágenes y fluidez de la información en función de la sofisticación y expansión de los medios de comunicación; y paralelamente, de fragmentación de las identidades a partir de la pluralidad de pertenencias de los sujetos.
Se observan profundas variaciones en el plano de la economía, de la política, de las relaciones internacionales, de las comunicaciones, de lo social y de lo cultural. Ya no es posible entender el universo de sentido y de pertenencia de los individuos a partir de una única institución que los contiene y los engloba, capaz de brindar una visión ordenada y totalizadora del mundo. Se ha producido un agotamiento de las entidades macro sociales como núcleos de sentido comunitario. Las identidades totalizadoras que con anterioridad expresaban y cubrían las demandas de sentidos de los sujetos, le han dado lugar a la emergencia de actores múltiples con identidades diversas.
Han surgido nuevas lógicas de acción colectiva que imponen una redefinición del tiempo, del espacio y de los códigos que establecen las pertenencias. El concepto mismo de ciudadanía comienza a deslindarse de su anclaje territorial para ser circunscripto a las prácticas políticas, sociales y culturales de los individuos. Así es como presenciamos un predominio de los lazos transnacionales y desterritorializados como organizadores de las identidades
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