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El Lenguaje de la poesía


Enviado por   •  26 de Agosto de 2015  •  Práctica o problema  •  6.865 Palabras (28 Páginas)  •  178 Visitas

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El Lenguaje de la poesía

        La poesía utiliza el mismo vehículo de expresión que utilizamos en la vida diaria y que también emplean las ciencias.  Pero el propósito en estas tres ocasiones es diferente. La poesía no persigue el mismo fin que la conversación cotidiana, donde lo fundamental es comunicarse de la forma más rápida y efectiva.  Tampoco aspira a la precisión y exactitud de las ciencias.  En poesía, las palabras están cargadas de contenidos afectivos, los cuales se ponen de manifiesto a través del ritmo y las imágenes.  No importan tan sólo las ideas, sino también la forma como estas ideas están expresadas.  En muchas ocasiones, es más lo que se sugiere mediante las palabras que lo que se dice de una manera explícita.

        Si en las ciencias y en la vida diaria usamos un lenguaje lógico y directo, en la poesía se utiliza lo que se ha llamado lenguaje figurado”, en el cual las imágenes o figuras poéticas ocupan un lugar preponderante.

        Pero, ¿qué es el lenguaje figurado?  La palabra “figurado sugiere un lenguaje que no señala hacia una realidad objetiva, y también sugiere un adorno.  Pero el lenguaje figurado aparece frecuentemente en el uso común.  Cuando decimos “se puso rojo de ira” señalamos un hecho objetivo: el rubor del rostro de una persona airada, más queremos decir algo más.  Eso otro que queremos y logramos decir deriva no del significado objetivo, lógico, de la frase, sino las adherencias sicológicas que la palabra rojo lleva en sí.  Porque obviamente la palabra rojo señala a un color, pero también sugiere vida, amor, pasión, sangre derramada, violencia.  Así, cuando decimos “rojo de ira” aumentamos la expresividad de la frase explotando las connotaciones de la palabra rojo que señalan no ya al hecho objetivo del rubor del airado, sino a la intensidad de la pasión y a la inminencia de la violencia.  El lenguaje figurado, por tanto, descansa en esa capacidad asociativa del lenguaje humano que lo expande más allá de la mera representación verbal de un objeto o un hecho para cargarlo de asociaciones sicológicas más expresivas.  El lenguaje figurado, por tanto, descansa en esa capacidad asociativa del lenguaje humano que lo expande más allá de la mera representación verbal de un objeto o un hecho para cargarlo de asociaciones sicológicas más expresivas.

        El lenguaje figurado suele dividirse en tres tipos: las figuras de dicción, las figuras de pensamiento y los tropos.  Empezaremos por estos últimos ya que forman el núcleo principal en el cual descansa el uso poético del lenguaje.

I – Los Tropos

        La palabra tropo viene del griego y quiere decir cambio, giro, vuelta, rodeo.  “Por eso tropo es todo cambio de significado en la palabra o en la frase.  Designa las cosas no por su nombre habitual, sino por otro que refleja la visión personal del autor” (Pelayo H. Fernández, Estilística, p. 99) y es más expresivo.  El tropo depende de la capacidad humana para asociar ideas, objetos, hechos, etc., que no necesariamente tienen un parecido lógico, sino las más de las veces ilógico, afectivo.

  1. La Metáfora – Es con mucho el tropo más importante utilizado no sólo en la poesía sino en el lenguaje diario.  Descansa en la habilidad asociativa de la mente humana de encontrar similaridades en las cosas aparentemente más disímiles, similaridad que expresa como una identidad (vd. Diferencia con el símil en la pág. 4).  La metáfora tradicional se compone de dos términos: el término real que es el que el poeta trata de resaltar y el término imaginario, que es el instrumento del cual se vale para resaltarlo.  Veamos un ejemplo ya muy trillado, pero hábil.

        El poeta quiere resaltar el color rosado, la suavidad y la dulzura de las mejillas de su amada.  Encuentra esas mismas cualidades en grado óptimo en la rosa.  Identifica entonces las mejillas con la rosa y dice:

        “Las rosas de tus mejillas, que encantaron mi alma…”

        Al identificar el término real (las mejillas) con el imaginario (las rosas), hay que notar que NO ha dicho que las mejillas son como las rosas.  Sino que efectivamente son rosas – no pretende que el lector se haga una imagen mental de una mujer con una rosa a cada lado de la nariz!  Sería grotesco.  Por el contrario, nos exige que veamos que las mejillas de su amada tienen idénticas cualidades que la rosa, y en el mismo grado, a tal punto que rosas y mejillas son intercambiadas en suavidad, color, tersura y hasta en el tenue perfume.

        Esta sustitución puede expresarse de dos modos:

        1. La metáfora impura: en ésta se nombra tanto el término real como el                                                      imaginario como en el ejemplo que acabamos de ver.

        2. La metáfora pura: en este caso la sustitución del término real por el                                                  imaginario es completa.  El término real queda implícito y                                          ha de ser derivado del contexto en que aparece la metáfora.                                   “Las rosas que encantaron mi alma”.  En este caso sólo                                           sabremos a que refiere rosas si sabemos que el poeta está                                           hablando del rostro de la amada.

Ejemplos: “No todas las voces ledas

              son de Sirenas con plumas, (a)

              cuyas húmidas espumas (b)

              son las verdes alamedas.

              (Luis de Góngora)

  1. En este caso el término real pájaros está ausente, aunque sugerido por la voz plumas.  El término Sirenas lo sustituye queriendo indicar que el canto de los pájaros tienen el mismo poder mágico que se atribuye al canto de las sirenas.  De         este modo, pájaros y sirenas son idénticos.
  2. Como la sirena habita en el mar entre las espumas, se sustituye el habitad normal del pájaro, las frondas, por el de éstas (mediante la palabra son).  En este caso están presentes tanto el término real (las verdes alamedas) como el imaginario (las húmidas espumas), lo que la hace una metáfora impura.

        “Cendal flotante de leve bruma,

        rizada cinta de blanca espuma,

        rumor sonoro de arpa de oro,

        beso del aura, onda de luz,

        eso eres tú.”

        (G. A. Bécquer)

        “El cielo, una inmensa madreperla azul”

        (P. H. Hernández)

        

“Oro pálido nimba

        Su carita curiosa y asustada”

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