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El Papel D La Criminologia En Mexico


Enviado por   •  15 de Febrero de 2012  •  1.906 Palabras (8 Páginas)  •  1.583 Visitas

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EL PAPEL DE LA CRIMINOLOGIA EN MEXICO

El presente trabajo expone de manera general EL PAPEL DE LA CRIMINOLOGIA EN MEXICO y cuáles su influencia en la administración de justicia y el papel que debe tomar en la realización de políticas públicas para la prevención social del delito. El Derecho Penal está en crisis y las Legislaciones contra la criminalidad no son acertadas, por ello se hace una breve reflexión sobre el tema con alguna sugerencia para posteriormente ser ampliada y llevada a la práctica.

Las propuestas para enfrentar la inseguridad se han generalmente ubicado dentro de la corriente llamada de la Criminología Organizacional, funcional-positivista, orientada a proporcionar más elementos técnicos de lucha contra el crimen, que debates en relación con la sociedad y el sistema de Justicia Penal.

La criminología crítica, en cambio, cuestionando las definiciones mismas de la criminalidad, ha insistido en políticas más generales para paliar el mal que sufrían aquellos con los cuales se comprometió: los que no tienen poder. Desdeñó lo técnico y rechazó la expresión “seguridad”, la cual habíamos encontrado, en América Latina, vinculada a las políticas represivas de “Ley y Orden”, que servían de contención de la protesta social. Igualmente, “Seguridad” tenía ese desagradable aroma que recordaba momentos de oscuridad democrática, especialmente cuando se asoció a la expresión “Nacional”. El autoritarismo generalmente se sostiene en una propuesta de seguridad.

La criminología crítica puso en segundo lugar la lucha contra el crimen, porque ésta ha sido una conducta generalmente atribuida a las clases bajas. Por eso, y como contra información radical, se invirtió tanto esfuerzo en estudiar la delincuencia de las clases altas. Nuestra tendencia olvidó la trascendencia que tienen, especialmente para los que tienen menos recursos, los objetos que con tan gran esfuerzo adquieren para su modestísimo confort. Nos convertimos en una vanguardia intelectual, con un escaso contacto real con los pobres, lo que nos impedía conocer lo que piensan en relación a esto. No observamos, pues, al principio, que la seguridad había dejado de ser un bien público, y se había convertido en privilegio de quienes podían pagarse una costosa policía privada. De esta manera, la inseguridad, y el sentimiento de inseguridad, se fueron prácticamente constituyendo en el dato definitorio de las clases medias; y más especialmente, de las bajas, con lo cual se acentuaba su histórica privación de ese pedazo de sociedad que siempre se les había negado. A esto se agrega que el ghetto de los pobres generalmente se extiende sobre los espacios urbanos más deteriorados en su equipamiento, favoreciendo la vulnerabilidad de sus habitantes a conductas dañinas para los bienes y derechos fundamentales.

La injerencia en la tarea política de algunos de los criminólogos críticos, tanto en Europa como en América Latina, permitió conocer que los más desprovistos, que no tienen otros espacios de esparcimiento y vida que los de su trabajo y su barrio, quieren que éstos sean pacíficos, que la violencia no los acose. Hoy se acepta especialmente en sus acepciones de seguridad de los derechos (Baratta) y seguridad de los habitantes, como un reconocimiento a su referencia a la ciudadanía, a la igualdad y al derecho a vivir en comunidad. Y se entiende la importancia que el sentimiento de inseguridad tiene para la calidad de la vida.

La inseguridad: el ícono de estos tiempos El miedo al delito es tan insistente como el miedo al fracaso oficial. Analizando su permanencia, más que su recurrencia, en la historia, vemos que las llamadas crisis de inseguridad, más que crisis, son construcciones políticas sobre una situación de inseguridad que es crónica en el medio urbano. Sin embargo, el sentimiento de inseguridad (más que la inseguridad en sí misma) se ha convertido en el ícono finisecular y del siglo que iniciamos. 58 Al mismo tiempo, se ha considerado que la desilusión más importante de este período, apunta hacia las capacidades reales del sistema de Justicia Penal. Esto no es nuevo: los estudios sobre la cifra negra lo demostraban.

Los abolicionistas nos hablaban, − Hulsman el más enfático y combativo −, no sólo de que no hay un “sistema” de Justicia Penal, sino de que la gente resuelve en la práctica la mayoría de los conflictos en terrenos diferentes al penal. El resultado de alguna de sus investigaciones sobre el por qué la gente denunciaba, (no por qué no denunciaba) le indicaba que había más razones administrativas (para que el seguro pagara, por ejemplo) que aquellas que fundan la tesis del derecho a castigar por parte del Estado.

Podría elaborarse una Teoría del Estado moderno a través de esta nueva fenomenología del control: Hay la sensación de que el Estado globalizado ha perdido inclusive el monopolio de la violencia, y que las agencias privadas o administrativas han desbordado el principio de legalidad: ellas deciden qué − y cuándo y cómo − alguna conducta debe ser sometida a control.1 Esto ha generado varias consecuencias en el terreno criminológico:

1. que el objetivo de la seguridad se haya convertido en un tema más importante que el de la Prevención (entendida ésta como se había venido exponiendo en épocas anteriores);

2. que se haya establecido una clara sobre posición de los conceptos de conducta delictiva y de inseguridad personal, involucrándose la colectividad de una manera más intensa y emocional en el asunto;

3. ha hecho pensar a la gente, bien que puede tomar justicia por mano propia; o que, − en el más inofensivo de los casos −, debe corresponsabilizarse de las medidas de seguridad que le conciernen.

4. ha conducido a reducir la esfera de aplicación de los controles. De general se convierte en local, cada vez más en manos de agencias parroquiales o municipales.2 Aunque las últimas tesis de los críticos británicos resumibles en la frase “take seriously crime”, parecía apuntar a la delincuencia en general, la norteamericana de “la ventana rota”, − aquella de los espacios deteriorados de los que nadie se hace cargo −, parece

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