El concepto de identidad de género
Enviado por Pametz • 19 de Agosto de 2014 • Tutorial • 3.974 Palabras (16 Páginas) • 303 Visitas
el sexo biológico con el que se nace es masculino o femenino en la especie humana; estas diferencias orgánicas reales, algunas evidentes a simple vista y otras no, son la base de la diferencia entre la conducta de las mujeres y los hombres. La complejidad de estas conductas va asociándose a lo socialmente esperado y así es como surgen las diferencias de género.
Generalmente, cuando pensamos en este tema corremos el riesgo de caer en la idea de "la guerra de los sexos" e inevitablemente provoca que nos preguntemos, ¿quién inició esa guerra?, ¿tengo que participar en ella? Es común que estas diferencias se retomen a partir de los beneficios que tienen los hombres, y se haga comparación con las desventajas que pudiera tener el ser mujer; esto es lo que hace creer que hay un enfrentamiento, pero, en realidad, lo que a veces falla es el entendimiento de que es pura complementariedad.
Algunos grupos u organizaciones confunden la posibilidad de la inclusión con una competencia, con la idea de que el demostrar que somos iguales se vuelve una lucha que lo único que logra es alejarnos más, el feminismo ortodoxo es un machismo velado.
Características y diferencias
Durante el desarrollo prenatal la liberación de testosterona (hormona que predomina en los varones) influye en el desarrollo del hemisferio izquierdo que se relaciona con las habilidades del pensamiento racional, práctico y lógico, funciones que se vinculan con los hombres, mientras que lo relacionado al hemisferio derecho que va ligado a la parte sensible y artística se asocia con la mujer.
El cerebro de cada sexo es distinto, en el de las mujeres permanece el callo cerebral conectando los dos hemisferios, lo que facilita que se pueda desempeñar más de una actividad a la vez, como manejar y maquillarse que, aunque no es lo más recomendable, es muy común.
Esto responde a organizaciones ancestrales: las mujeres prehistóricas se quedaban en el campamento mientras los hombres prehistóricos salían a cazar, ellas tenían que cuidar el fuego, a los niños, recolectar frutos y desarrollar la comunicación, todo a la vez.
En el proceso de la evolución el cerebro femenino tuvo que adaptarse a poder combinar actividades mentales, físicas y de percepción. Mientras tanto, el hombre que salía a cazar tenía que poner toda su atención en su presa, mantenerse silencioso, concentrado... como cuando miran la televisión y no pueden atender ninguna otra cosa.
La evolución de la especie influyó en nuestros cuerpos y nuestros cuerpos influyen en nuestras conductas, las mujeres son más suaves, empáticas, sensibles, tendientes a la protección; mientras que los hombres son proveedores, persistentes, duros, tendientes a la actuación.
Ahora ya no tenemos que cazar nuestra comida o cuidar el fuego para que permanezca encendido, pero tenemos otros desafíos como mantener un empleo, conducir por esta complicada ciudad o llevar a nuestros hijos a la escuela; todas estas responsabilidades siguen siendo compartidas y la sociedad nos ha impuesto roles para poderlas manejar.
Vida en complemento
Es un hecho que las actividades que durante mucho tiempo fueron exclusivas de los hombres, hoy en día las llevan a cabo las mujeres sin ningún problema; no se trata de reducir la función de alguno de los sexos a su función reproductiva, más bien se trata de entender que como miembros de la especie somos complementarios.
El ritmo de vida en la actualidad exige que ambos miembros en una pareja trabajen y sean proveedores, pero al ser la mujer quien lleva el embarazo en su cuerpo es el sujeto central en el desarrollo primario de un bebé, esto hace que su papel en la crianza sea fundamental y lo que justifica su importancia en el proceso del desarrollo de la familia.
Es muy importante recordar esto, a los machos los hacen las madres, es la permisividad de la mujer a las conductas de humillación la que provoca esta condición y así mismo es nuestro compromiso social el romper con estos paradigmas, abrir nuestra mente respecto a que compartimos responsabilidades tanto económicas como en el hogar y con la familia: compartir tareas del hogar, estar comunicados en relación a la administración de los bienes, cuidar a los hijos.
Por lo tanto, el género masculino y el género femenino como polos opuestos se atraen en lo positivo, en la complementariedad y la inclusión, y en lo negativo, por la competencia y la descalificación; por ejemplo, en las relaciones de pareja es importante entender qué parte de todo esto es lo que los mantiene juntos.
Socialmente distintos
Las diferencias entre los sexos marcan la pauta para las conductas socialmente esperadas en cada individuo, por ser biológicamente distintos no podemos actuar igual pero sí de forma incluyente. No podemos esperar que los hombres se conviertan en mujeres o viceversa, debemos ser tolerantes con nuestras diferencias, aprender de ellas y agradecerlas, pues son la base de nuestra convivencia y la permanencia de nuestra especie.
El género no es el sexo, sino el conjunto de significados y mandatos que la sociedad le atribuye al rol femenino y al masculino en un determinado momento histórico y social. El concepto “ideal” de género en un tiempo dado nos condiciona a través de la cultura que todos vamos construyendo a diario, indicándonos una supuesta forma de ser hombre o mujer.
El mundo laboral se divide en un ámbito privado y otro público; a la mujer se la condenó siempre a la invisibilidad del trabajo doméstico, la proveedora obligada de servicios indispensables pero gratuitos.
Lo femenino es definido aún como el territorio de lo emocional, lo silenciado (de alli que tantos abusos de distinto tipo se realicen dentro del perímetro de lo privado), y todo lo que tiene que ver con la reproducción humana (la mujer debe ser madre y el embarazo es su estado de perfección bíblica, su finalidad natural). Ninguna escapa a esta discriminación, solo que algunas se convierten en Superniña; son las que corren con el celular pegado en el oído y el trajecito sastre impecable a comprar la harina impalpable para la torta del hijito.
El arquetipo viril nos presenta un hombre proveedor de bienes materiales, productos culturales y de la sexualidad. El varón pertenece al sector de lo público, en síntesis, detenta el poder. Por eso las mujeres han sido excluídas durante siglos del discurso histórico y de sus símbolos fundamentales conviertiéndola en un objeto que hoy lucha por ser sujeto, a la par del hombre.
Ya en la polis griega el ciudadano era definido por Aristóteles como el varón perfecto. La pobre Antígona (tal vez la primera feminista de la ficción) muere lapidada por pretender enterrar a su hermano Polinices contra la voluntad de su
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