El grito ahogado del Sur y el romance de Dina con la derecha

El grito ahogado del Sur y el romance de Dina con la derecha

El as bajo la manga que Castillo utilizó para que el poder no se le escapara de entre las manos fue una decisión apresurada, engañosa y poco coherente con la realidad. No tenía los mecanismos ni recursos necesarios para ganar en comparación al criollo congreso. Hoy se puede ver las consecuencias de esas jugarretas, pues hasta el momento ascienden a 60 las vidas perdidas en las manifestaciones, fruto del malestar social y el descontento por la ausencia histórica del Estado.

Se oye en las calles del sur y de Lima arengas y reclamos, que piden justicia y exigen la renuncia de Dina, por criminalizar las protestas y dar como respuesta medidas desproporcionadas de represión policial, desafiando a los manifestantes con cada uno de sus pronunciamientos.

En respuesta a ello las regiones del sur; Puno, Ayacucho, Arequipa, Apurimac, Cusco entre otras, partieron hacia Lima por ser el corazón del poder político. Durante estas protestas, se ha vinculado a la violencia social con el terrorismo y cualquier muestra de oposición al gobierno de turno es considerado subersión, llamándolos terroristas a los más excluidos socialmente. “Somos el pueblo, no somos terroristas”, gritan a una sola voz en la Plaza San Martín, ante los oídos sordos del Estado.

Las calles del centro de Lima no solo se han llenado con restos de bombas lacrimógenas y perdigones sino también de indignación por las medidas autoritarias y criminales del actual gobierno. Añadido a ello, la prensa profundiza la polarización ya que el malestar social no se presenta de forma objetiva en las pantallas, se maneja un enfoque no solo clasista e incoherente sino también poco empático.

Dina, si bien es una presidenta constitucional y por tanto legal, no cuenta con legitimidad, lo cual ha ocasionado una crisis de gobernabilidad. No existe una representatividad real, debido a que sus intereses aparentan estar coludidos con bancadas aliadas que se niegan a perder sus privilegios. Existe un sentimiento de traición por parte del pueblo que se refuerza con la decisión conveniente de archivar las denuncias en su contra en donde se solicitaba inhabilitarla del cargo de vicepresidenta por la presunta infracción a la Constitución y negociación incompatible (en la misma semana de la vacancia a Castillo), por lo que es considerada y catalogada por el pueblo como una presidenta del Congreso.

El gobierno de Dina es insostenible, su respuesta a las manifestaciones ha sido burda y prefirió hacer oídos sordos ante el clamor popular. El sistema político está evidentemente quebrado y cada vez es más notorio que se necesita renovar la clase política. En las calles se exige un cambio y ello implica reformas estructurales en el país, por lo que se debe empezar a considerar la posibilidad de un nuevo pacto político que involucre a la sociedad civil y vele por un proceso claro de descentralización del poder.

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