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El monstruo del festival


Enviado por   •  30 de Enero de 2019  •  Ensayo  •  2.816 Palabras (12 Páginas)  •  123 Visitas

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El monstruo del festival

Por: Andrea Ávila

La tarde del viernes 8 de junio salí de la fiesta que se organizó con compañeros de Filosofía con motivo del final de semestre. Llevaba tres horas y media bebiendo alcohol, por lo que me importó muy poco que al salir del lugar la lluvia seguía acaeciendo con mucha fuerza y sin ánimos de parar. No me quedaba dinero para el taxi así que tuve que caminar hacia la avenida para tomar el autobús. Quince minutos. Otros diez para que el autobús pasara y yo sólo llevaba encima una camisa de mezclilla. Una hora después estaba en casa con el cabello y los calcetines empapados. El sentido de embriaguez y el desvelo de la noche anterior por entregar dos trabajos finales, me dirigieron directo a la cama.

A la mañana, 37.5° de temperatura y un dolor de garganta que no me dejaba ni comer fueron mis buenos días. El reportaje era para el martes 12, aún tenía tres días para conseguirlo. Sin salir de la cama comencé a buscar la información necesaria en mi computadora, pero ningún periódico tendría su edición de 1991 en línea. Tendría que salir a hacer preguntas con dos cafiaspirinas encima y té hirviendo en un termo. La mañana del sábado el sol salía y se metía cada veinte segundos y había un viento que despeinaba hasta los ánimos. Con mi necesidad de tener algo con urgencia y terminar el reportaje para después poder descansar todo el domingo, olvidé que las oficinas de gobierno sólo abren de lunes a viernes. La migraña se intensificó más por la vergüenza y mi torpeza.

Regresé a casa en autobús y con sueño. Pero las palabras de mi profesora de periodismo resonaron en mi cabeza: “Su mayor ventaja es que ahora todo pueden encontrarlo en internet si lo buscan bien”. Ese fin de semana iba a comprobar mi habilidad de búsqueda de información y mi resistencia a la gripe.

Quimeras y Metepec

Cuando asistí al Festival Internacional Quimera por primera vez, tenía yo siete años. Nací en 1996, cuando Quimera ya tenía cinco ediciones concluidas y una más, próxima a celebrarse. Yo no nací en el municipio de Metepec, pero he vivido ahí desde hace veinte años y valga decir que conocí bastante tarde este evento.

La primera edición del Festival Quimera se celebró en el año de 1991, durante el mandato de César Camacho, donde también él se inauguraba como presidente municipal de Metepec. En un principio se llamaba “Festival de la Cultura en Octubre” y a partir de 1993 adoptó el nombre de Quimera. En sus orígenes fue una extensión del Festival Internacional Cervantino (FIC), pero no tardó mucho en tener una identidad propia.

¿Por qué hacerlo en octubre?  Octubre es el marco ideal dado que el día 15 de este mes pero de 1848, Metepec vive uno de los sucesos históricos más importantes para la conformación de su realidad política y sociocultural actual al ser reconocido como “villa” por haber albergado los poderes del estado tras el avance de las tropas norteamericanas a la ciudad de México, según comentó el presidente actual del municipio David López Cárdenas en la conferencia de prensa de la edición XXV del festival.

La esencia del festival es abrir las puertas de Metepec al resto del país y el mundo, para que se conozcan las tradiciones y costumbres que dan valor e identidad a cada pueblo y nación, así como para que locales y visitantes disfruten libre y equitativamente de las más bellas expresiones de la sensibilidad humana.

La creación de este festival permitió conectar a los visitantes nacionales a otras culturas y los sumergió a otros lugares provocando una curiosidad necesaria para cualquier sociedad global.

Con esto, Metepec se puso en el mapa de los atractivos turísticos más importantes en cuanto a festivales culturales en el país, equiparándose actualmente con otros grandes eventos como el Festival Internacional Cervantino en Guanajuato. Y con justa razón, pues entre los países que han compartido con Metepec un poco de su rico bagaje, se encuentran: Eslovaquia, Italia, Pakistán, Perú, Tailandia, Rusia, Brasil, Portugal, Suecia, Egipto, Cuba, Israel, Alemania, Argentina, Chile, Jamaica, Rumania, Grecia, Aruba, Estados Unidos, Nueva Zelandia, Irán, Nicaragua, Marruecos, Venezuela, Ecuador, China, Japón, Guatemala, Corea del Norte, España, Uruguay, Haití, India, Jamaica, África, Canadá, India y Colombia.

El conjunto de varios países en un mismo espacio impresiona bastante, por ejemplo en la danza, que es lo que  más atención siempre ha acaparado en mi familia, sobre todo porque no sólo apreciamos música, vestuarios y cuerpos propios de un lugar, también a través del mundo de la danza se puede conocer casi toda una cosmogonía nacional. Recuerdo un flamenco español que me impresionó tanto como nada lo había hecho en mi niñez, viendo sonar las manos de los bailarines mientras sonreían y se movían como si volaran y al mismo tiempo el sonido de los tacones en la tarima… digno de fantasía.

El intento

Hace unos meses que mi amiga Elisa me había comentado de un amigo suyo que hacía un cine tan importante y especial que uno de sus cortometrajes se presentaría en el festival de cine de Cannes. Sus padres eran nada más y nada menos que organizadores del evento de Quimera. No me supo decir los nombres y tampoco los recordé de primera mano por la información que ya me había proporcionado mi profesora de periodismo y vieja amiga de dichos personajes. Me sentía en la pura insana perdición laboral. Por más que intenté buscarlo en el maravilloso internet, no pude conseguir ningún dato referente a los primeros organizadores.

Lo que sí pude saber fue que dichas personas eran dueñas de un restaurante de comida gourmet mexicana situado en el centro de Metepec, llamado Casa de la Troje, y a falta de tiempo, acudí al restaurante de inmediato esperando que por un magnifico recurso de suerte pudiera alguien darme alguna información. Era lunes. Al llegar al lugar pregunté al instante por los dueños, me informaron que sólo iban los martes en la noche por cuestiones de inventario, y en ocasiones especiales, los fines de semana. Por supuesto que por “cuestiones privadas” tampoco me dieron ninguna información relevante. Ya por desesperación y casi resignación pregunté por un postre propio del lugar del que tenía muchísima curiosidad: un mousse de “garañona”, bebida alcohólica originaria de Metepec. Me dijeron que sí y también me dijeron que tenía un costo de 120 pesos. Desilusionada, cansada, enferma, acalorada y ahora con antojo del famoso postre que rebasaba mis límites económicos de ese momento, me fui directo a la Dirección de Cultura, segura de que ahí encontraría mejor información.

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