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El método de Detroit: la ciudad ineficiente.


Enviado por   •  3 de Marzo de 2016  •  Ensayo  •  1.757 Palabras (8 Páginas)  •  218 Visitas

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por Antonio Maggiolo Orge

13 de abril de 2015

El método de Detroit

La ciudad ineficiente

“Detroit es la viva imagen del destino que tienen las sociedades que se basan en un crecimiento exponencial en que lo único importante es el “crecimiento” como hecho en sí, pero nunca se evalúa cuál

es la dirección de ese crecimiento.” - Diego Asensio Rodrigo (ElPaís, 2013)

Detroit ha sido considerado en las últimas décadas como un caso paradigmático de el posible destino de las megalópolis, y es que efectivamente, el devenir de Detroit ha sido, por decir lo menos, curioso.

Fundada en 1701 como parte de los esfuerzos colonizadores de Francia, rápidamente logró importancia debido a su ubicación estratégica en el estrecho del lago Erie. Pero al llegar el siglo XX fue cuando alcanzó su real notoriedad, al alzarse —de la mano de Henry Ford y compañía— como el templo del automóvil en Estados Unidos, teniendo como principales monarcas a las tres compañias más grandes del mercado —Chrysler, Ford y GM— que nutrían la ciudad de trabajo y por lo tanto, de vida. Así, para 1950 la ciudad llegó a tener

1,89 millones de habitantes según el censo de la época y una gran cantidad de infraestructura, enormes edificios, museos y autopistas. Pero tras el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando los países europeos ya empezaban a mostrar más independencia, sumado a la posterior Crisis del Petróleo de la década de 1970 dejaron en clara evidencia el enorme derroche que significaba el modelo de crecimiento estadounidense, que consistía en la expansión y dispersión de las ciudades mediante viviendas unifamiliares repetitivas en el paisaje y que al carecer de una estructura urbana compleja, dependían en gran cantidad del automóvil. Esta inevitable sucesión de eventos redundó en que la sociedad estadounidense dejó de poder costear la gasolina que alimentaba sus poderosos V8 y optó por comprar vehículos de menor cilindrada, mercado muy bien dominado por industrias japonesas. Eso, sumado a la externalización de mano de obra a países asiaticos, provocaron el desplome de Detroit. Cerraron empresas, los niveles de desempleo aumentaron —hasta llegar a un 50% en

2012, según cifras no oficiales—, los habitantes empezaron a emigrar de la ciudad disminuyendo la población en un 63% entre 1950 y 2012.

Esa migración —que se hizo por primera vez evidente en la “whiteflight”, la gran migración de blancos pudientes hacia los alrededores de la ciudad luego de cinco días de disturbios entre blancos y negros— trajo como resultado un déficit de dinero en la alcaldía para satisfacer las necesidades de la megalópolis, servicios tan básicos como los de salud, educación, retiro de basuras e incluso policial, comenzaron a escasear lo que no hizo más que acrecentar la delincuencia y la fuga de habitantes.

Pero en este desolador panorama, una ciudad en vías de dejar de serlo — desurbanizandose— inundada de edificios abandonados, terrenos vacíos que se ven recuperados por la naturaleza , casas incendiadas —un buen porcentaje de las miles de casas

incendiadas lo fueron en la llamada “Noche del Diablo”, una especie de fiesta popular en la que los jóvenes celebran la víspera de Halloween— y mucho descontrol, sucedió algo particular: Afloró el arte, proyectos como el Heidelberg Project aprovecharon esa tremenda cantidad de paredes abandonadas y convirtieron la ciudad en una enorme muestra de arte, la ciudad se transformó en un referente mundial del Street Art. Y no solo eso, también empezaron a aparecer organizaciones ciudadanas empeñadas en revitalizar la ciudad de diversas y originales formas, como The Greening of Detroit que busca, a partir de agricultura urbana, recuperar estos espacios vacíos que se multiplicaron en la ciudad cuya incierta situación que la vía institucional, concretamente la alcaldía, no estaba siendo capaz de controlar.

La cita hecha al comienzo de este ensayo, de Diego Asensio Rodrigo permite entrever la percepción generalizada de lo que es Detroit en la actualidad, pero estoy convencido de que es posible verlo desde una perspectiva distinta: la de la capacidad de adaptación, para eso es que quiero ahondar brevemente en este fenómeno que es el Street Art.

Según Alex covarrubias, autor de Movilidad, arte urbano y espacios; el “Street Art (SA), arte callejero y/o urbano en nuestro lenguaje, es una intervención del espacio público para reapropiárselo y resignificarlo. Con independencia de que sus portadores persigan motivaciones político-ideológicas, de impacto y lucha social, de critica o reflexión, o no persigan nada en particular, su actuar afecta el espacio y contribuye a su construcción y desconstrucción social y discursiva de la realidad” es decir que, mediante el arte, sea cual sea su motivación el individuo puede afectar su entorno y —de manera sorprendente— el de los demás. Esa simple acción, la de afectar el espacio público está prácticamente vedada y es incluso mal vista en cualquier ciudad “eficiente”, pero en Detroit se transforma —bajo el alero de la evidentemente poca capacidad de la alcaldía de hacer algo para contrarrestarlo, aunque esto no significa que no lo hayan intentado— curiosamente en una posibilidad.

La necesidad de rebelarse, reclamar, dejar testimonio o de simplemente rayar una pared junto con el reclamo por parte de la naturaleza de la gran cantidad de terrenos baldíos cambiaron el color de la ciudad. A partir de entonces, cualquiera podía intervenir la ciudad y apropiarse de ella, muralistas y grafiteros de diversas partes del mundo

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