El patrimonio espiritual de la colonia

El patrimonio espiritual de la colonia :

En el curso de la extensa era colonial, España y Portugal implantaron en iberoamerica las hondas raíces de su civilización:
Las sociedades coloniales americanas desarrollaron rasgos que no solo condicionaron el posterior transito a la independencia, sino que plasmaron una densa herencia con la cual la entera historia de los periodos posteriores tuvo que ajustar una y otra vez las cuentas. Entre aquellos rasgos que se destacan la naturaleza conciliadora del vinculo entre los reinos americanos y soberanos europeos, la tensión entre la unidad política y la segmentación social, la organización y la concepción corporativa del orden social, la superposición entre el orden político y la homogeneidad espiritual y el nacimiento de una economía periférica , dirigida hacia los mercados transatlánticos.

La herencia política:

A lo largo de casi tres siglos america latina fue Europa. Tres siglos durante los cuales cambio el mundo y , con el, se transformo iberoamerica. Se modifico el equilibrio entre las potencias europeas, dado que las potencias ibéricas entraron en un progresivo declinar, Gran Bretaña y francia emergieron.
  Los casos de la América hispana y el de portuguesa son distintos. En primer lugar nos referimos a su patrimonio espiritual. La primera observación clave es que en esos siglos nació en esa parte de America una nueva cultura. Aquella america compartió desde entonces rasgos y destinos de la civilización hispánica, cuyo elemento unitario y principio inspirador residía en la catolicidad, en la cual encontraba además su misión política.
porque por civilización se entiende un complejo conjunto de instrumentos materiales y valores espirituales, de instrucciones y costumbres capaces de plasmar tanto la organiacion social y política como el universo espiritual y moral de los pueblos pertenecen a ella
       La civilización hispanica en america no fue una excepción. Los imperios ibéricos fueron organizados y concebidos para dejar en herencia tanto un principio de unidad como de fragmentación.  Todos sus reinos o posesiones, tanto los peninsulares coo los americanos, quedaban sometidos a parejo régimen que consistía en la unidad imperial. Imperio universalista regido por la misión universal de expandir la cristiandad, el imperio español se concibió a si mismo en perfecta sintonía con el imaginario religioso que le animaba. Un orden de cuya unidad política y espiritual el rey era el garante.
Como ocurre en cada pacto a cambio del reconocimiento de su propia soberanía, el rey realizaba importantes concesiones a estos súbditos. Les otorgaba eso que vulgarmente es señalado por medio de la formula popular “la ley se acata pero no se cumple”.
Los reyes resguardaban del peligro de que ellas, en caso de que se sintieran oprimidas por el poder central, desearan seguir sus propios caminos . pero los monarcas admitían también el principio de fragmentación, el cual prevaleció una vez caído el imperio.

La sociedad orgánica:

A lo largo de tres siglos, las partes de estas sociedades fueron complejas, articuladas y ricas en variantes, por ende no existe un único modelo social valido para todos y cada uno de los tantos territorios gobernados por las coronas ibéricas.
El espíritu y los instrumentos asentó la arquitectura de las sociedades ibéricas en América forjaron un orden corporativo pero asumió un sentido y formas peculiares en una América de caracteres espaciales y humanos particulares. Las leyes dotaron de vida una sociedad de corporaciones. Una sociedad donde los derechos y los deberes de cada individuo no eran iguales sino que dependían de los derechos y deberes del cuerpo social al cual se pertenecía. Esto ocurría tanto en los vértices de la sociedad, donde funcionarios, clero, fuerzas armadas poseían sus propios fuero. Ibérica en América era orgánica y presentaba dos rasgos fundamentales: era una sociedad “ sin individuos” y era jerárquica porque como en todo cuerpo orgánico, tampoco en este todos sus miembros tenían la misma relevancia . Estas sociedades orgánicas, sin embargo, eran ricas en contrastes y ambivalencias.
 Las frecuentes barreras entre un estado y otro no era solo la riqueza o el linaje sino también barreras étnicas y culturales, que América latina había heredado de los imperios ibéricos atravesadas por fallas profundas y peligrosas.

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