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El sesgo de género en la ciencia empieza en la infancia


Enviado por   •  25 de Febrero de 2024  •  Ensayo  •  2.442 Palabras (10 Páginas)  •  38 Visitas

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Ensayo Argumentativo

Isabella Ospina Montoya

iospinam@unal.edu.co

Química

Luisa Fernanda Arroyave Ferreiro (Docente)

Curso nivelatorio de Lectoescritura

Universidad Nacional de Colombia

30 de abril de 2023

El sesgo de género en la ciencia empieza en la infancia

Los roles de género son un “Conjunto de normas establecidas socialmente para cada sexo[1](Herrera, 2023) es decir, son un grupo de ideas sobre cómo se espera que hombres y mujeres se vistan se comporten y se presenten en la sociedad. Los roles de género son una construcción social que varía dependiendo del contexto sociocultural en el que se esté inmerso. Entre los aspectos que permea, se encuentran los oficios, es decir que, dependiendo del género, se tienen diferentes expectativas sobre lo que se espera que una persona decida ejercer como profesión.

Dentro de lo que se espera que una mujer dedique su vida se contemplan profesiones directamente relacionadas al cuidado, el servicio y/o que les permita estar pendientes del hogar. Lo que puede tener sus orígenes en las tareas diferenciadas que ya desempeñaban hombres y mujeres en épocas primitivas en comunidades patriarcales. Estos roles de género son percibidos por las infancias, a raíz de la falta de referentes o el desprecio explicito por las mujeres en la ciencia de alguien en su entorno, quienes los adoptan inconscientemente. Por lo tanto, es menos probable que las niñas aspiren a desarrollar su proyecto profesional en campos como la ciencia.

Así pues, que exista un sesgo de género en la ciencia, significa que hay una disparidad en cuanto al número de personas que deciden ejercer una profesión científica, es significativamente menor la cifra de mujeres comparada con la de hombres. Según los datos de los 107 países que pertenecen al Instituto de estadísticas de la UNESCO, las mujeres representan el 33,3% de los investigadores, es decir, apenas una tercera parte del total, en Colombia este recuento es del 38%, como lo reportó el Ministerio de ciencias. Sin ir más, lejos en la Universidad Nacional de Colombia se evidencia esta desproporción en la cantidad de admitidos, la cantidad de mujeres estudian carreras científicas es considerablemente menor. Según, la secretaría de la facultad en el 2020 fueron el 70,69% hombres y 29,31% mujeres, mientras que en el primer semestre del 2023 fueron admitidos 75% hombres frente a un 25%de mujeres, como lo aseguró la representación estudiantil de la facultad ante el consejo.

En consecuencia, este ensayo busca exponer que los roles de género impuestos desde la infancia son una de las causas del sesgo de género en la ciencia. Para lo cual se desarrollarán tres ideas principales, sobre la influencia del entorno de una niña en su actitud frente a la ciencia, los roles de género impuestos en la infancia enfocados a la orientación profesional y como la Inteligencia es asociada al género masculino.

Aunque en la actualidad el sesgo de género en la ciencia se reduce activamente y es cada vez menos común escuchar que los hombres son más inteligentes que las mujeres, según la Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos “Los hombres adultos tienen, como promedio, un coeficiente intelectual más alto que las mujeres y por lo tanto son más hábiles en la resolución de tareas de particular complejidad, reveló un estudio realizado por dos científicos británicos” (Sociedad Y Salud: Inteligencia de Hombres Y Mujeres, 2023). Lo que demuestra que dentro del ámbito científico persiste un menosprecio al género femenino, que alimenta el sesgo.

Los roles de género impuestos en la sociedad generan una visión de la mujer subyugada al hombre, es decir que las actividades en las que se desempeñan requieren menos esfuerzo, por ende, desde la infancia se asocia la inteligencia al género masculino y se espera que en la ciencia para la cual, se considera que, se requieren cierto tipo de habilidades se desempeñen en su mayoría hombres con las capacidades necesarias.

Frente a esto, es posible afirmar que, por más de que sea cierto que el promedio de coeficiente intelectual de los hombres es unos puntos más altos que el de las mujeres, en general las mujeres puntúan más alto en aspectos como procesamiento de información fonológica y semántica, comprensión de prosa compleja, velocidad de percepción y procesamiento de la información, así como habilidades motoras finas. (Paul Palmqvist Barrena, 2022) Incluso, de acuerdo con un artículo publicado en la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría por el profesor Emilio García en 2003, las mujeres realizan mejor que los hombres las pruebas de cálculo matemático.

Por lo que, no es cierto que los hombres sean más hábiles en tareas de particular complejidad, que sean más inteligentes o tengan habilidades que hagan que su desempeño en las ciencias exactas sea mejor; las diferencias entre ambas identidades no ponen a un género por encima del otro. Las diferencias que reflejan pruebas de coeficiente intelectual, son simplemente consecuencias de estos mismos estereotipos que se refuerzan desde la infancia, gracias a los cuales las habilidades que se le refuerzan a niñas y niños son diferentes.

No obstante, es un hecho que desde la infancia, se asocia la inteligencia, a su vez la ciencia y en específico las matemáticas con el género masculino. Los y las infantes suelen asociar la inteligencia con el género masculino, como consecuencia de los patrones que ven en la sociedad, en la que están infundados estereotipos como el que se traduce “brillantez=hombres” que exponen Bian, Leslie y Cimpian (2017) en una serie estudios realizados con niños entre los 5 y los 7 años, en los que es posible evidenciar que a partir de los 6 años las niñas empiezan a asociar la brillantez, entendida como el sobresalir por el intelecto, con los hombres y no con su propio género. Lo cual, se conecta con la idea de que para la ciencia se necesitan altos niveles de inteligencia y habilidades matemáticas, lo que lleva a las niñas inconscientemente a sentir un rechazo por la ciencia, porque no sienten que tienen las habilidades necesarias para desarrollar un trabajo relacionado con esta disciplina.

Por esta falta de confianza, además de ser pocas las mujeres que ingresan a estudios científicos, muchas desertan por el camino. Es común que las mujeres en campos dominados por hombres desarrollan el síndrome del impostor, en el que personas que alcanzan varios logros, no se sienten intelectualmente fuera de lugar o no merecedoras a pesar de las pruebas objetivas de su competencia y éxito (Muraduglu, 2022). En especial las mujeres en STEM[2] tienen la necesidad de demostrar su valía.

Dentro de los factores determinantes para explicar la disminuida cantidad de mujeres en la ciencia se observa que la relación que tenga el entorno de una niña con la ciencia influye en su propia actitud frente a la ciencia. Es común que las niñas ni siquiera se planteen la posibilidad de ser científicas, porque se les ha inculcado en su hogar que la ciencia es un trabajo de hombres o porque están acostumbradas a ver solo referentes masculinos en actividades relacionadas con la ciencia.

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