El silencio de las mujeres víctimas de violencia
Enviado por 51011468318 • 3 de Enero de 2019 • Ensayo • 2.391 Palabras (10 Páginas) • 157 Visitas
El silencio de las mujeres víctimas de violencia
Erika Pinedo
La violencia contra las mujeres es la manifestación más dramática de la violencia, no solo en nuestro país sino en el mundo entero, este tipo de violencia viola los derechos humanos y recorta las libertades fundamentales. Las fuentes estadísticas son limitadas, por lo que se hace difícil determinar la real magnitud del problema, solo es posible hacer algunos acercamientos a cifras que finalmente no logran dar cuenta exacta de las agresiones producidas contra las mujeres incluso antes de tomar la decisión de denunciar o, peor aún, los casos de aquellas que por diversas razones jamás decidieron hacerlo (Bermúdez, 1995). Este trabajo intenta hacer una aproximación acerca de los motivos y las barreras que muchas mujeres encuentran para hacer oír su voz y no logran romper el silencio frente a los casos de violencia.
En el año 1993 la Organización de las Naciones Unidas, definió la violencia contra las mujeres como todo acto que tenga o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada. Según los datos registrados por la Organización Mundial de la Salud en el año 2002, el porcentaje de mujeres que fueron víctimas de algún tipo de violencia y nunca denunciaron, ni siquiera se lo comentaron a alguien, se encuentra entre el 20 y el 70% a nivel mundial. Las cifras varían de acuerdo a la realidad y situación de las mujeres en cada uno de los países del hemisferio, pero cuáles son las razones para que las mujeres no logren romper el silencio, a continuación algunas aproximaciones:
Los roles sociales aprendidos por imposición desde los inicios de la historia de la humanidad. Según Agora en las sociedades patriarcales las mujeres son vistas como personas débiles, por lo tanto inferiores, exentas de derechos, con un papel social secundario, lo cual ha permitido que durante siglos sea relegada al ámbito privado. La violencia contra la mujer es un instrumento de dominación y control social, lo cual limita su autonomía y libertad. Los roles impuestos por la sociedad patriarcal contribuyen a silenciar la participación de las mujeres, experimentar violencia las prepara para aceptar el dominio del hombre y su existencia social a través de ellos y para ellos. Sagot y Carcedo (2000) afirmaron que los mandatos sociales obligan a las mujeres a asumir los roles tradiciones asignados a ellas y conformarse con una condición de vida no deseada. Villanueva (1995) manifestó que no es posible pretender que las mujeres víctimas de violencia logren desde el principio, comunicarse abiertamente si se les ha negado por tanto tiempo el derecho a la palabra.
El desconocimiento de sus derechos es otro factor que inhibe a las afectadas, a esto se suma la falta de información sobre los servicios existentes para ayudar a las víctimas según Sagot y Carcedo (2000) quienes además indicaron que muchas de estas mujeres incluso desconocen que la violencia de las que son víctimas, es un delito que puede ser castigado. Villanueva (1995) indicó que desde el Movimiento Manuela Ramos[1] han realizado un arduo trabajo para lograr que las mujeres víctimas de violencia reconozcan su calidad como personas, como sujetos sociales con derecho a decidir y actuar en igualdad de condiciones.
La baja autoestima causada por la desigualdad, la postergación, el nivel educativo, la pobreza, el poco respeto mostrado hacia las mujeres a lo largo de la vida y la discriminación son algunos de los factores que dificultan que muchas de las mujeres víctimas no encuentren autovaloración y fuerza interna para expresarse con libertad para dar a conocer sus sentimientos y pensamientos. Villanueva (1995) aseguró que no existen espacios ni oportunidades para que las mujeres puedan revisar su propia actuación, puedan mirarse así mismas para entender el porqué de la subvaloración, lo cual las convierte en soporte del espiral de violencia. El amor propio disminuido es fácilmente transmitido de madres a hijas, la poca valoración de las mujeres en cambio, es fácilmente trasladada de padres a hijos, lo que imposibilita que los canales de comunicación sean fluidos y abiertos para que tanto hombres como mujeres sientan que son escuchados y que pueden escuchar. Es decir, la violencia no es un comportamiento natural, más bien es una actitud aprendida mediante la socialización.
Los mitos, los estereotipos y prejuicios sobre la violencia todavía tienen vigencia hasta hoy a pesar de ser construcciones culturales muy antiguas que proponen modelos, marcan pautas para la actuación de las personas, impiden el análisis y la reflexión objetiva de los hechos, estos mitos existen tanto para víctimas como para victimarios, Mendi (2004) enumeró algunos de ellos: (a) las familias problemáticas son las que causan la violencia contra la mujer, (b) los hombres que maltratan están enfermos, (c) es responsabilidad de la mujer mantener la familia unida, (d) los hombres no lloran, (e) la culpa es del alcoholismo, (f) las mujeres dan motivos, provocan a su pareja, (g) la violencia es un asunto privado. A pesar de que ahora se sabe que muchos de estos mitos, estereotipos y prejuicios carecen de fundamento y veracidad, son difíciles de desterrar porque forman parte de las convicciones sociales, están generalizados, tienden a culpar a la mujer y justificar al maltratador. En consecuencia, las víctimas se sienten con miedo, vergüenza, desánimo, poco amor propio, lo que impide que muchas mujeres denuncien el maltrato y pidan ayuda porque lo consideran como parte de su destino. El Movimiento Manuela Ramos (2012) aseveró que todas y todos están llamados a trabajar para que las mujeres puedan tener una vida libre de violencia, las dejen de ver como culpables de las agresiones recibidas y sobre todo como objetos de dominación.
La protección que los Estados brindan a las víctimas es insuficiente, según Agora la violencia contra las mujeres no se combate ni se castiga, las leyes son deficientes, no se aplican y en el peor de los casos ni siquiera existe legislación alguna. La ausencia de protección y atención adecuadas por parte de las instituciones responsables, acentúa el poco actuar de las mujeres frente a la violencia. Sagot y Carcedo (2000) manifestaron que muchas veces es el mismo Estado el que promueve la impunidad de los agresores, la burocracia, la ineficacia, la falta de privacidad y confidencialidad, la mala orientación y las presiones recibidas son algunos de los factores que inhiben la acción de las víctimas. El temor a las represalias por parte del agresor, la dependencia afectiva y económica, la responsabilidad por los hijos e hijas y la falta de reparación son algunos otros motivos para que la violencia apenas se denuncie.
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