Ensayo Corto Del Calentamiento Global
Enviado por Mpdx1000pre • 29 de Noviembre de 2013 • 1.928 Palabras (8 Páginas) • 718 Visitas
3. De Vuelta a Estados Unidos
Un mes después regresé a Estados Unidos para mi último curso de universidad. Tenía un nuevo compañero de cuarto, alguien ajeno al mundo de las matemáticas. Sammy ya se había graduado y estaba en Princeton, enfrascado en el problema que con el tiempo sería su tesis doctoral; algo con un nombre exótico como los órdenes de los subgrupos de torsión de W n y la secuencia espectral de Adams
Durante mi primer fin de semana libre tomé el tren y fui a verlo.
Lo encontré bastante cambiado, mucho más irritable que durante el año en que habíamos convivido. También había adquirido una especie de tic facial. Era evidente que sus nervios habían acusado el efecto de los subgrupos de torsión de W n (lo que quiera que éstos fuesen). Comimos en una pizzería situada enfrente de la universidad, donde le relaté una versión abreviada de la historia de mi tío. Sammy me escuchó sin interrumpirme con preguntas ni comentarios.
Cuando hube terminado, resumió la actitud de Petros con dos palabras:
—Uvas verdes.
— ¿Qué?
—Deberías entenderlo. Esopo era griego.
— ¿Y qué pinta aquí Esopo?
Todo. Me refiero a la fábula de la zorra que al verse incapaz de alcanzar un sabroso racimo de uvas, decidió que estaban verdes. ¡Qué maravillosa excusa encontró tu tío para su fracaso! ¡Culpó a Kurt Gödel!
— ¡Caray! —Sammy se echó a reír—. ¡Qué descaro! ¡Es inaudito! Sin embargo, tengo que reconocer que es una excusa original; de hecho, única. Debería constar en algún libro de récordes. ¡Ningún otro matemático ha atribuido su incapacidad para encontrar una prueba al teorema de la incompletitud!
Aunque las palabras de Sammy eran un eco de mis propias dudas, yo carecía de los conocimientos matemáticos necesarios para comprender su veredicto instantáneo.
— ¿Así que crees que es imposible que la conjetura de Goldbach sea indemostrable?
Hombre, ¿qué significa "imposible" en este contexto? — replicó Sammy en tono desdeñoso. Como bien te ha dicho tu tío, gracias a Turing sabemos que no hay manera de determinar a priori si una proposición es indemostrable. Pero si los matemáticos enfrascados en investigaciones avanzadas empezaran a invocar a Gödel, nadie abordaría los problemas interesantes. ¿Que la hipótesis de Riemann no ha conseguido demostrarse después de más de cien años de ser formulada? ¡He ahí un caso en que se aplica el teorema de Gödel! ¿Y el problema de los cuatro colores? ¡Otro tanto! ¿Que el último teorema de Fermat sigue sin probar? ¡Culpemos de ello al perverso Kurt Gödel! Con esa idea en mente, nadie habría intentado resolver los veintitrés problemas de Hilbert. De hecho, es posible que todas las investigaciones matemáticas, salvo las más triviales, se hubieran interrumpido. Abandonar el estudio de un problema determinado porque podría ser indemostrable es como... como... —Se le iluminó la cara cuando encontró la comparación apropiada—: Bueno, ¡es como negarse a salir a la calle por miedo a que te caiga un ladrillo en la cabeza y te mate! Afrontémoslo —concluyó—, tu tío Petros sencillamente fracasó en su intento de demostrar la conjetura de Goldbach, como muchos grandes matemáticos antes que él; pero dado que, a diferencia de ellos, había dedicado toda su vida creativa a ese único problema, admitir la derrota le resultaba intolerable. Así que se inventó esa excusa ridícula y extravagante. —Levantó su vaso de refresco parodiando un brindis—. Por las excusas ridículas —dijo, y añadió en tono más serio—: Es obvio que para que Hardy y Littlewood lo aceptaran como colaborador, tu tío debió de ser un matemático brillante. Podría haber cosechado grandes éxitos. Pero eligió desperdiciar su vida fijándose una meta inalcanzable y tratando de resolver un problema célebre por su dificultad. Su gran pecado fue el hybris, el orgullo desmedido. ¡Pretendía triunfar allí donde Euler y Gauss habían fracasado!
Me eché a reír.
— ¿Qué te hace tanta gracia? —preguntó Sammy.
—Que después de tantos años tratando de desentrañar el misterio del tío Petros, vuelvo al punto de partida —respondí—. Acabas de repetir las palabras de mi padre, que yo rechacé de plano en mi adolescencia, calificándolas de filisteas y necias... El secreto de la vida, hijo mío, es fijarse metas alcanzables. —Es lo mismo que dices tú ahora. En efecto, la gran tragedia de Petros es que él no lo hizo. Sammy asintió con un gesto.
—La conclusión es que, en efecto, las apariencias engañan —dijo con burlona solemnidad—. ¡Es obvio que el gran sabio de la familia Papachristos no es tu tío Petros!
Esa noche dormí en el suelo de la habitación de Sammy, arrullado por el familiar sonido del bolígrafo al rasguear el papel y los ocasionales suspiros o gemidos mientras batallaba con un complicado problema topológico. Se marchó a primera hora de la mañana para asistir a un seminario y por la tarde nos encontramos en la biblioteca de Matemáticas de Fine Hall, tal como habíamos acordado.
—Iremos a dar un paseo —dijo—. Tengo una sorpresa para ti.
Caminamos por una larga calle flanqueada de árboles y salpicada de hojas amarillas.
— ¿Qué asignaturas harás el curso que viene? —preguntó Sammy mientras nos dirigíamos hacia nuestro misterioso destino.
Empecé a enumerarlas:
—Introducción a la Geometría Algebraica, Análisis Complejo Avanzado, Teoría de la Representación de Grupos...
Pero Sammy me interrumpió:
— ¿Y Teoría de Números?
—No. ¿Por qué lo preguntas?
—Bueno, he estado pensando en tus problemas con tu tío. No me gustaría que te metieras una idea descabellada en la cabeza, como la de seguir la tradición e investigar...
Solté una carcajada.
— ¿La conjetura de Goldbach? ¡Nada más lejos de mis intenciones!
Sammy asintió.
—Me alegro. Porque sospecho que los griegos os sentís
...