Ensayo De La Rebelion En La Granja
Enviado por 2177117 • 27 de Noviembre de 2012 • 984 Palabras (4 Páginas) • 856 Visitas
Dios no se mete en política, por Fernando Mires
Futbolistas y políticos tienen la mala costumbre de involucrar el nombre de Dios en sus éxitos o fracasos lo que no debe extrañar pues tanto la política y el fútbol están sometidos a las incertidumbres, a las contingencias, a las imprevisiones. Y donde la certeza no reina deseamos en nuestra impotencia una mano divina que nos guíe. Ahí, y solo ahí, es cuando tantos se acuerdan de Dios y le piden su gracia, compensación de humanas debilidades. Pero Dios no interviene fuera de nosotros y al parecer tiene buenas razones para que así sea. Una de ellas es que si hay Dios, Él nos regaló la libertad de decidir, libertad imposible sin el uso de su otro gran obsequio: el pensamiento. Porque si no nos hubieran regalado el pensamiento, no podríamos decidir nada, como nada deciden otras existencias del universo. O en términos más rigurosos: no sólo existimos, además somos. Y el ser sólo puede ser siendo en el tiempo. (Heidegger)
Para decirlo de modo casi agustino, en el tiempo hay múltiples dimensiones entre las cuales vislumbramos solo a dos. La del tiempo eterno que no nos pertenece, y la del tiempo finito de la lógica que sigue a Cronos y por eso es crono-lógica, y por lo mismo, un tiempo que sólo puede ser medido en modesta escala humana. Por lo tanto, es un tiempo circunstancial, impreciso, indefinido, en fin, imperfecto. Es también el tiempo del reino de este mundo: un mundo entre infinitos que lo circundan. A ese mundo y no a otro pertenece la vida política.
Desde la perspectiva puramente religiosa, en cambio, muchos han sido asaltados por la misma pregunta: ¿Cómo Dios si es misericordioso pudo haber permitido tantas maldades, entre ellas el Holocausto y el Gulag? La respuesta es: No: No fue Dios quien permitió esas maldades. Esas maldades fueron permitidas y realizadas por los humanos, no por Dios. Pero ¿no fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios? -preguntarán los dogmáticos-. La respuesta teo-lógica dice lo siguiente: la imagen y semejanza se expresan a través de la presencia de Dios, no de su ausencia. Luego, el ser humano es libre de decidir vivir con la presencia o con la ausencia de Dios. Libre de elegir entre el mal y el bien. O entre la vida y la muerte. En consecuencias, no lo que sucede sino lo que decidimos es el atributo del ser. Nuestra libertad de elegir, ya lo sabían los griegos, es también la libertad de ser. Esa libertad nos la dio la Creación. Gracias a esa libertad podemos asumir en toda su radicalidad el dilema hamletiano: Ser o no ser. Ser en la vida o ser en la muerte. Ser en Dios o ser en contra de Dios.
De ahí que cuando Jesús dijo, “mi reino no es de este mundo”, no dijo que este mundo no debía ser vivido. Dijo simplemente que este mundo debe orientarse por y hacia el mundo de Dios. Imperativo que a su vez podemos entender de dos modos diferentes.
Uno, en sentido
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