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Ensayo De La Salud Publicaa


Enviado por   •  10 de Enero de 2012  •  2.297 Palabras (10 Páginas)  •  743 Visitas

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Con anterioridad a 1917, la salubridad pública estaba en manos de autoridades locales. El Consejo de Salubridad de la Ciudad de México tenia un alcance muy limitado, su campo de acción estaba restringido al Distrito Federal y al Servicio de Sanidad Marítima y Fronteras. Solamente en casos en que se juzgaban peligrosos para la nación como el de las epidemias, podía el Gobierno Federal tomar una acción directa. Este estado de cosas no era satisfactorio. En primer lugar, no se podía esperar gran cosa de los gobiernos locales, pués solo disponían de medios muy limitados; en segundo lugar, no todos los Estados de la República tenían autoridades sanitarias competentes, y en tercer lugar no habla posible unidad de acción ni podía ejercerse control alguno sobre dichas autoridades locales, que eran libres hasta el grado de no hacer absolutamente nada para mejorar las condiciones reinantes. La ignorancia y pobreza en que vivía la mayoría del pueblo imposibilitaban la existencia de condiciones sanitarias. Era en balde que el Consejo Superior de Salubridad estuviera integrado por hombres internacionalmente conocidos como capaces e instruidos. Sus esfuerzos solamente alcanzaban un éxito parcial.Los Dres. Liceaga, González Favela y otros pusieron los cimientos de la obra sanitaria. Casi todo lo que existe hoy, fué comenzado en su tiempo, pero desgraciadamente de una manera muy limitada. Sería injusto empequeñecer su obra. Debo recordar aquellos días anteriores a 1900 cuando no teníamos ni una ciudad con un abastecimiento adecuado de agua potable, cuando hasta esta capital estaba sin un sistema de avenamiento sanitario, cuando la fiebre tifoidea asolaba el país, cuando Veracruz y Mérida estaban bajo el azote de la fiebre amarilla; y comparar esas condiciones con las reinantes 10 años más tarde, cuando celebramos el primer Centenario de la Proclamación de la Independencia. Estos hombres estaban al tanto de los grandes adelantos que en aquella época se obtuvieron en el mundo. Guiados por su espíritu científico, estuvieron atentos esperando el resultado de las investigaciones que a la sazón se llevaban a cabo en la Habana por Reed, Carroll, Agramonte y Lazear, que finalmente lograron probar la verdad de las ideas de Finlay sobre la trasmisión de la Fiebre Amarilla por medio del mosquito, y siguiendo el ejemplo de Gorgas en la Habana, comenzaron a luchar animosamente persiguiendo la extinción de dicha enfermedad. Sus nombres tienen ahora un lugar en la historia como benefactores de la humanidad. No se les puede culpar de no haber presenciado el éxito completo de sus labores.Los días de paz habían terminado. Teníamos que pagar por los errores cometidos por el antiguo régimen, en el que un abismo separaba al pueblo de los pocos elegidos. La salubridad pública no puede prosperar donde no existe la verdadera democracia. Las reglas de higiene tienen que aprenderse y practicarse por todos de la misma manera. Aun ahora que la revolución ha ocupado el Gobierno y se han hecho grandes esfuerzos para cambiar estas condiciones heredadas de aquel régimen, tenemos todavía la desigualdad del estado social y económico como el mayor obstáculo en la senda del trabajo de higiene pública.La guerra vino con su acostumbrado cortejo; conocimos la miseria, el hambre y la peste. Recuerdo con terror el año de 1915, cuando tuvimos que combatir con el tifo bajo condiciones terribles, cuando se presentaban más de cien casos nuevos de esta enfermedad diariamente en esta ciudad. La experiencia adquirida en la Guerra Mundial nos enseñó el camino. Pocos higienistas había -en México que estuviésemos convencidos del papel del piojo en la trasmisión del tifo exantemático, pero al fin la idea fué aceptada, adoptándose corno base de la campaña. Se abrieron baños públicos, se emprendió el despiojamiento y bien pronto los resultados se comenzaron a notar en nuestras estadísticas.Cuando se cristalizaron los principios revolucionarios en la Constitución de 1917, el viejo Consejo de Salubridad se transformó en el nuevo Departamento de Salubridad General. Se decretó que el Departamento fuese de Jurisdicción Federal, con facultades para hacer obligatorias las medidas sanitarias en todo el país. Desgraciadamente esto no era más que un proyecto, un ideal por realizar más adelante, cuando las condiciones económicas del Gobierno permitieran esa ampliación de poderes. Una cosa es escribir una ley y es otra cuestión muy diferente el llevarla a efecto y hacerla cumplir. Debemos acreditar al Departamento muchas reformas efectuadas durante los años de 1920 a 1924. Esto es, bajo la Presidencia del General Obregón, en cuyo tiempo los Dres. Gabriel Malda y Alfonso Pruneda estaban encargados, el uno como Jefe y el otro como Secretario de dicho Departamento. En mi concepto lo más importante fué la creación del Servicio de Educación Higiénica. Esta actividad era ignorada antes de la Revolución. Anuncios, folletos, cartelones, boletines, demostraciones públicas, tales como la Semana del Niño, celebrada en 1921, y la iniciación de la idea de emplear enfermeras de higiene pública, fueron las bases del trabajo educativo del Departamento.En la misma época se llevó a cabo la creación de la Escuela de Salubridad Pública, de la cual tuve el honor de ser el primer profesor. Esta escuela estaba dedicada a la educación de médicos y enfermeras de salubridad. Fué en aquella época cuando algunos de nuestros jóvenes médicos fueron enviados a vuestro país para especializafse en la Escuela de Salubridad Pública de Johns Hopkins. Fué también en esa época cuanto comenzaron nuestras buenas relaciones amistosas con la Fundación Rockefeller, aceptando la valiosa ayuda bondadosamente ofrecida por esa institución, ayuda que ha continuado hasta la fecha. La campaña contra la fiebre amarilla fué reanudada vigorosamente y llevada a cabo con éxito completo. En esta lucha médicos americanos y mexicanos combatieron brazo a brazo. Este fué el principio de la campana antilarvaria cuyo desarrollo posterior ha sido notable. Nuestras relaciones con la Fundación Rockefeller no se limitaron al trabajo contra la fiebre amarilla, sino que abarcaron la lucha contra la uncinariasis, también iniciada en ese periodo. Debo mencionar también la lucha contra la peste, llevada a cabo con todo éxito en Veracruz, Tampico y otros lugares; trabajo en que también fuimos guiados y aconsejados por un experto del Servicio de Sanidad Pública de vuestro país. En esta época fué cuando México envió sus representantes a la Conferencia Sanitaria Panamericana que se reunió en la Habana, donde se discutió y se aprobó el Código Sanitario Panamericano. Llegamos ahora a la administración del General Plutarco Elías Calles (1924 a 1928), periodo durante el cual el Dr. Bernardo J. Gastélum fué Jefe del Departamento de Salubridad. Indudablemente este es un periodo memorable en la historia

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