Entre demandar y exigir, unos apuntes
Enviado por Daniel Cuervo • 11 de Julio de 2019 • Ensayo • 3.533 Palabras (15 Páginas) • 90 Visitas
Entre demandar y exigir, unos apuntes.
El escrito que se presenta a continuación intenta dar cuenta del uso político de una pareja de términos con las cuales se puede marcar un dibujo de cómo actúa una determinación por medio del lenguaje: es decir, se mostrará como la pareja demandar-exigir se legitiman o no dentro de la posibilidad que tiene una comunidad de individuos de saciar sus necesidades en el marco de una política liberal, además, esa pareja de palabras se mostrara en relación con lo que se ha venido llamando populismo. En ese sentido, el texto hace una descripción de las características que se le imponen al populismo desde la lectura de Villacañas y Laclau para mostrar que el populismo nace del mismo liberalismo, y no es su oposición o deformación, pues es un medio que le permite hacer invisibles las exigencias sociales del individuo, en beneficio de la demanda dentro del marco institucional.
El discurso liberal que sostiene el ideal democrático de la libertad dentro de un marco institucional, plantea en su base el problema del populismo como una forma de alterar el normal funcionamiento de la democracia, dado que en una de sus acepciones que le otorgan una carga peyorativa, como señala Laclau, se le muestra “como un fenómeno de un carácter puramente "transitorio", "manipulador" en sus procedimientos” (p. 31, 33) y, además, simplificador del espacio político, mera retórica. De esto que, para empezar el análisis del populismo, se vea en su relación con el ideal democrático impulsado por algunas teorías liberales y que se planteaba como el intento en el hemisferio occidental de consolidar sociedades racionales, libres que no condujeran ya a la barbarie de la primera mitad del siglo XX proveniente de los gobiernos totalitarios[1] producto de la guerra, la tortura y la degradación de la condición humana, buscando establecer la posibilidad de elección del pueblo libre y racionalmente entre la mejor de una serie de opciones que den lugar a estados y a instituciones que promulguen por el bien común desde el libre mercado y la libre circulación, y no desde una opción que se construye desde lo transitorio y los procedimientos de “manipulación”.
En ese sentido, esta idea de populismo ha sido una forma de notificar a ciertos discursos provenientes de partidos u organizaciones políticas que materializan o recogen toda una serie de exigencias de la multiplicidad de individuos. De allí, que el nombre aparezca como referencia a lo popular y, en esa medida, se referirá al pueblo, por lo mismo mantiene una connotación despectiva. Es decir, llamar populista a alguien hoy no se entiende como el nacimiento de un líder popular, sino como una figura que usa un tipo de discurso que envuelve las necesidades del pueblo las aumenta con el uso de la retórica y las convierte en exigencias; las da en su campaña como punto de partida de todo su plan de gobierno sin pensar en la validez y la garantía de cumplimiento de dichas demandas. En síntesis, el populista estaría más cerca del demagogo, que de un líder verdadero del pueblo, pues, no deja de ser una forma de manipular las masas que participan en la democracia, pues se usa un discurso atrayente que apela a las tradiciones y necesidades de cierta parte de la sociedad para conseguir un fin particular deseado. A pesar de este primer vistazo, esta noción que se da aquí debe ser analizada detenidamente, pues sus implicaciones no son menores.
El populismo, en este sentido y visto desde la óptica liberal, tiene la habilidad de metamorfosearse, cambiar y adquirir el lenguaje de discursos y posiciones políticas tan radicalmente distintas como las que se conoce bajo los apelativos de izquierda y derecha, sin especificar muy bien sus diferencias, aunque es fácil notar, que la mayor parte de los discursos socialistas son etiquetados bajo este, esta indeterminación del populismo la hace evidente Germani cuando es citado por Laclau “El populismo por sí mismo tiende a negar cualquier identificación con, o clasificación dentro de, la dicotomía izquierda/derecha. Es un movimiento multiclasista, aunque no todos los movimientos multiclasistas pueden considerarse populistas. El populismo probablemente desafíe cualquier definición exhaustiva” (p. 16).
Esta posibilidad de cambio y uso tan variado impide una distinción clara y precisa del concepto, sin embargo, si se sigue de su nombre la opción de ver una relativa relación entre pueblo y el populismo, siguiendo la caracterización que propone Villacañas sobre este, se puede encontrar que “Puesto que el populismo construye el pueblo como comunidad, lo construye como totalidad. Pero en la medida en que lo construye mediante una operación hegemónica atravesada por el conflicto tiene que hacerlo mediante la fractura del cuerpo político en amigos y enemigos” (2015: 27). Se puede decir, entonces, que si el populismo construye al pueblo como comunidad es porque le asigna ciertos valores simbólicos que le permiten construir objetivos y metas comunes, haciéndolos parte de un todo que trabaja en conjunto y por el bien de todos, estableciendo exigencias que mejoren sus condiciones de vida, una totalización que no solo iguala a los individuos de una sociedad sino que les asigna un valor y un rol determinado dentro de la misma, teniendo en cuenta que esas finalidades u objetivos se podrían ver afectados por la presencia de un agente enemigo. En ese sentido, lo que está en juego, como lo propone el autor, más que una serie de caracterizaciones profundas es el uso de un discurso especifico en busca de un efecto en determinada comunidad, apelando a sus necesidades y convirtiéndolas en exigencias para que esto los haga actuar contra un agente enemigo.
Ese uso del discurso del lenguaje va hacer importante para el populismo según lo señala Villacañas “Se trata de una teoría sobre el ser social y sobre el ser humano. Por supuesto, también dispone de una teoría del lenguaje” (2015: 20) No puede omitirse que esa teoría se funda en la misma teoría liberal que está ligada a la forma misma en la que concebimos la democracia hoy en día, es decir, en el juego democrático, supuesto del liberalismo, de darle voz y voto al pueblo se encuentra la posibilidad del populismo, lo que, contrario a lo que se argumenta comúnmente, no sería una deformación del ideal democrático, sino parte de este. En ese sentido, si el populismo es una teoría sobre el ser social lo es en tanto hace surgir las exigencias de parte de la sociedad excluida y silenciada, y, desde allí encontrar el vínculo social que el liberalismo no encuentra, pues, para los discursos que componen el corpus teórico del liberalismo, no es necesario exigir, pues la consolidación de la democracia en la sociedad posibilitará el momento en el que sus demandas serán escuchadas, pues el objetivo es el bien común. El problema que se plantea aquí es que el populismo encarna las necesidades del pueblo y las convierte en exigencias, mientras que en el ideal liberal democrático es la demanda la que se cumplirá en el marco de la institución, gracias a los derechos y deberes que poseen los individuos. Esta distinción la plantea Villacañas siguiendo a Laclau “La diferencia es que la demanda se supone que va a ser atendida, mientras que el reclamo ya supone una disposición activa a obtener algo, una exigencia. {…} la demanda es una realidad democrática. El reclamo es una exigencia popular.” (2015: 57,58). El problema estaría dado por la constitución de un discurso que hace entender que no es valida la exigencia en tanto reclamo que pone en acción la pretensión de algo, sino la demanda como lo propio de la democracia, demandar mejores garantías, mejor acceso, mejor calidad.
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