“Escuela profana, escuela democrática”

Docente: María Rosa Olivera

Texto Analizado: "El odio a la educación pública. La escuela como marca de la democracia" de  Masschelein y Simons.

Título: “Escuela profana, escuela democrática”.

Críticos educativos como Bourdieu y Passeron afirman que los modelos educativos siguen contribuyendo en ampliar las diferencias más que achicar la brecha entre ellas, porque las escuelas están alejadas de la realidad en la que habitan debido a que no rompen con  viejas estructuras clásicas y sus gramáticas, sino  que siguen reproduciendo los mismos modelos sociales y culturales.

Ranciere, filósofo francés, profesor de política y de estética cuyos estudios se centran en reflexiones sobre la ideología, la lucha de clases y la igualdad,   expresa en su texto “School production and equality” de 1998, que la escuela es “preeminentemente el lugar de la igualdad”. Cuando hablaba de la “escuela de la igualdad”,  decía que ésta no era igualitaria o meritocrática, no tenía un objetivo igual para todos, ni tampoco ofrecía igualdad de oportunidades, sino que la escuela partía desde un “supuesto” de igualdad brindando momentos democráticos donde maestros y alumnos construyan saberes. Incluso propone a un modelo de maestro: el “maestro Ignorante”, que no enseña a través  de la transmisión directa  de lo idéntico sino que acompaña e incentiva a sus alumnos a que “se aventuren en la selva de las cosas y de los signos”, que digan sus experiencias, las compartan para construir conocimiento desde las diferentes inteligencias.

Leyes como “que ningún niño quede afuera” en EEUU, o el programa “todo niño importa en el Reino Unido o como el informe de la comisión Monrad del 2009 presentado por la comunidad flamenca  proponen básicamente que la equidad es posible de alcanzar promoviendo el desarrollo de las competencias y de oportunidades de desarrollo personal de los estudiantes,  proporcionando una educación de calidad centrada en la diversidad, formando ciudadanos creativos y críticos,  apelando a un fuerte grado de autonomía.

Sin embargo los ambientes socio-culturales en donde están insertas las escuelas sieguen siendo desiguales, entonces ¿pueden las escuelas ser burbujas impenetrables sin reproducir esas desigualdades?, ¿acaso requerir una escuela adaptada para sectores menos favorecidos no perpetua la desigualdad atentando contra la democracia de un pueblo?

Las tecnologías organizativas y  educativas y el ethos de la enseñanza continúan  instalando y legitimando nuevas desigualdades intelectuales que no son cuestionadas.

Se banaliza la forma de la escuela identificando al tiempo de la escuela con el tiempo natural del crecimiento, la maduración o de  desarrollo con el tiempo de aprendizaje, se oculta la separación entre “el tiempo económico útil” y “el tiempo libre” como tiempo de estudio y juego.

Se banaliza la discusión y la argumentación de una materia reduciéndolas a  un simple intercambio de opiniones individuales privadas.

Se banaliza al maestro cuando se lo considera el dueño del saber.

El filósofo e historiador Huizinga, cuyos estudios se ocuparon principalmente de la investigación y reconstrucción de formas de vida y pautas culturales en el pasado, señala que en muchas culturas a través de los años,  la palabra juego está relacionada o es similar a la palabra “escolarización”   y sostiene que la escuela debe ser concebida como un espacio de juego, donde el conocimiento y las practicas pueden ser puestas libremente, ofrecidas por sí mismas, por fuera de la esfera social en la que está inserta. Pero eso implica la existencia de  “dos caras opuestas”: una negativa que genera la desocialización o suspensión y una cara positiva producto de la  autonomía,  de ser libre para (democratización del conocimiento) o profanación, convirtiéndose la escuela en una institución pública debido a que los actos de separación, de suspensión  y de profanación constituyen un tiempo, un espacio y una materia públicos.

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