Esquema de Comunicación política
Enviado por fedegimnasista • 3 de Julio de 2018 • Documentos de Investigación • 3.047 Palabras (13 Páginas) • 121 Visitas
El esquema actual de
la Comunicación Política[1]
Señala Ludwig Von Bertalanffy[2] en Teoría General de los Sistemas, que para comprender no sólo se requiere saber de los elementos sino también de las relaciones entre ellos, agregando que un sistema puede ser definido como un conjunto de elementos interrelacionado entre sí y con el medio circundante.
El equipo del CICEOP, Centro de Investigación en Estudios de Opinión Pública de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP junto a becarios, tesistas y alumnos llevó a cabo una investigación para analizar las relaciones cruzadas entre políticos, periodistas y la opinión pública, y los estereotipos sociales que visualizan estos tres actores integrantes del espacio de la comunicación política.
Los estereotipos son parte del imaginario social, nuestro imaginario social es complejo; según Wunenburger[3] el imaginario de un individuo es inseparable de los grandes símbolos y mitos políticos que modelan sus representaciones del territorio nacional, de la institución del poder y de las transformaciones sociales, etc.; a la vez que poseemos una cierta noción de participación que corresponde a cada uno en la práctica común. Destaca Taylor[4] que esta clase de entendimiento es a un tiempo fáctico y normativo; tenemos una idea de cómo funcionan las cosas normalmente, que resulta inseparable de la idea que tenemos de cómo deben funcionar y del tipo de desviaciones que invalidarían la práctica.
Nuestras representaciones del esquema de la Comunicación Política de Dominique Wolton[5] y de los discursos e imágenes de políticos, periodistas y la opinión pública que recogimos en nuestra investigación, y que anexamos junto a cada apartado, guardan la estructura diseñada por el investigador francés, es decir un espacio de discursos contradictorios de esos tres actores, en los que representamos la capacidad de cada uno de ellos de contrarrestar y hasta imponer discursos y demandas en función de intereses y tiempos en una democracia moderna.
En nuestro último esquema, que constituye la síntesis de la investigación de acuerdo a esas voces de políticos, periodistas y la opinión pública, debimos dejar de lado la horizontalidad discursiva de esa tríada planteada por Wolton, para presentar un espacio en donde periodistas y medios se están convirtiendo en “componentes que dominan la conducta del sistema”[6], reconociendo los restantes actores esa desemejanza que, histórica, hoy se ve acrecentada por la constitución de pules mediáticos con alianzas internacionales que comprenden todos los formatos comunicacionales en cuanto a ofertas y contenidos, y por una necesidad creciente de políticos y ciudadanos de un protagonismo que se entrega a una visibilidad que fragmenta las fronteras de lo publico y lo privado.
No estamos afirmando que hay una verticalidad empresario/comunicacional que quiebra una horizontalidad soñada; nosotros visualizamos un espacio de tensión de principios irreversibles donde ni siquiera las declamadas redes sociales con un supuesto enponderamiento han logrado eclipsar el fenómeno masmediático que, concentrado en términos nacionales y hasta provinciales por la globalidad mundial, logra desplegar imágenes y sentidos en ciudadanos que necesitan reflejarse en pantallas y dispositivos móviles para Ser.
Termina siendo un determinismo tecnológico que las redes sociales establezcan un supuesto enponderamiento ciudadano, en sentido similar a la culturalización de las sociedades que iba a generar la irrupción de la imprenta o la banalización de la política que estableció la caja boba de la televisión. Para Morduchowicz[7] las redes sociales enponderan a los jóvenes, nuestros estudios no son tan auspiciosos; es parte del debate.
La representatividad política se encuentra ante la necesidad de acordar / o adecuar posturas y demandas con un actor que no es, y quizás nunca lo fue, la translúcida interfase declamada entre pueblo y gobernantes, mirándose constantemente los actores de la política ante un espejo que mas que ideologías devuelve imágenes, y exigiéndose a sí mismos por llegar a un electorado cada vez mas político - partidariamente díscolo y distante.
Es así, que figuramos un espacio donde los medios de comunicación se elevan en términos de poder por sobre los demás actores vinculado en un ida y vuelta por los intereses con los políticos, y vinculados con la opinión pública por la necesidad de una publicidad que ésta última demanda de sí misma y de los políticos, y que lo medios declaman en sus leyendas como su leitmotiv.
Los medios de comunicación imponen a los políticos y éstos se adecuan, los medios de comunicación representan a la opinión pública y ésta busca su visibilización.
El feedback entre opinión pública y políticos son las elecciones, y mientras la primera les dirige sus demandas, los políticos les direccionan sus discursos.
El esquema presenta además un desbalance que no establece horizontalidad alguna en la díada políticos – opinión pública; las demandas de los últimos a los primeros no se establece desde un encuentro de paridades, sino desde un desequilibrio sintetizado en mayores desencuentros que pone recurrentemente en crisis a gobiernos, instituciones y partidos políticos.
No faltan a este cuadro el poder internacional, el económico - empresarial, el judicial, que conjugan sus fuerzas con las existentes, plasmando un incesante juego de imposición y ocultamiento de diversas cuestiones económico - sociales, sectoriales y particulares. Muy esporádicamente periféricos habitantes logran evidenciarse para clamar en el escaso tiempo consentido sus propias penurias; otros, excluidos y más infortunados, no lo logran nunca.
Este es un cuadro de tensiones y disputas, caracterizado por la asimetría de sus actores, en donde el poder de los medios de comunicación visiblemente se encuentra en una escala superior respecto a los políticos y la opinión pública en la posibilidad y la capacidad de establecer mensajes, imágenes y noticias. No hay equidad posible en un mundo en donde ciudadanos públicos y privados viven por y para la exterioridad de sus figuras y mensajes.
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