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Faceboom


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2011  •  Resumen  •  2.247 Palabras (9 Páginas)  •  453 Visitas

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FACEBOOM

Profundidad”, “cinismo”, “ironía” y “humor” no parecieran términos fácilmente asociables a Facebook. Sin embargo, en este libro eso es toda una realidad, ya que el autor los usa para responderse -con seriedad pero sin caer en solemnidades inútiles y superficiales- preguntas tales como: ¿Qué es lo que tiene Facebook que lo hace tan irresistible y fascinante? ¿Por qué, más allá de la clase social o cultural a la que uno pertenezca, se hace tan difícil mantenerse al margen de este primer gran fenómeno de masas del siglo XXI? ¿Qué es lo que hace que una en apariencia simple página sume adeptos sin parar hasta llegar a convertirse en un factor de poder capaz de inclinar la balanza en una elección presidencial como la de Estados Unidos o Francia con la influencia que esto puede llegar a suponer en la política y economía mundiales? Y vaya que, aunque estas preguntas no parecen simples de responder, el resultado es más que apasionante, ya que a través de este libro el lector iniciará un interesantísimo y divertido recorrido por cada recoveco de Facebook para revisarlo y desmenuzarlo en busca de la develación del misterio. Lógicamente, como en toda disección que se precie de tal, hay un alto riesgo de que lo que se observe pueda llegar a ser no apto para aquellos más susceptibles o impresionables. No tanto por la sangre que pueda correr –que la hay, aunque metafórica pero en dosis generosas-, sino por el ridículo y las llamativas contradicciones en las que nos podemos reconocer al vernos caricaturizados de forma tan sarcástica dentro de esta sociedad virtual con extrañísimas costumbres como por ejemplo llamar “amigo” a alguien que no hemos visto en nuestra vida, o suponer que leer el “¿Qué estás pensando?” de otra persona es recorrer un paso más en dirección del dominio de la telepatía colectiva .Si bien en este libro se podrán ver identificados tanto los detractores como los defensores de la red social más importante de la historia, no se trata de un texto cómodo o complaciente: en este caso la radiografía es profunda, y las conclusiones acerca de las conductas que se observan tanto en los usuarios como por parte de los mismos ejecutivos de Facebook pueden llegar a intranquilizar a más de uno, ya que la censura, la privacidad de los datos y la muerte son algunos de los muchos temas que no por imperceptibles a simple vista escapan al análisis que el autor hace de este suceso sin precedentes dentro de la web 2.0. De esta manera, el lector se verá inmerso en el “detrás de escena” y podrá conocer no sólo el presente sino también el futuro de un fenómeno que no le resulta ajeno a prácticamente ninguna cultura ni clase socioeconómica de todas las que forman parte de este movimiento que crece a ritmo vertiginoso y sin precedentes, sumando cada día a medio millón de personas a su club. En definitiva, estamos ante uno de los primeros libros del mundo en analizar a Facebook, y el primero que lo hace desde una perspectiva humana, evitando la simple enumeración y descripción de sus funciones y aplicaciones. Con una opinión definida y una visión cercana y autocrítica. En un lenguaje accesible y despojado de tecnicismos, que conforma una obra necesaria para entender nuestro tiempo, así como apasionantemente divertida de principio a fin.

Una de las funciones más importantes que una red social le puede ofrecer a una sociedad determinada es –como bien dice la portada de bienvenida de Facebook– conectar a un grupo de amigos o personas afines. Esto, si bien parece tremendamente obvio, en realidad no lo es tanto, ya que como hemos sugerido (bah, hemos dicho bastante explícitamente), en Facebook reina cierta hipocresía, que se pone de manifiesto desde el mismo momento en que una persona que no conoce a otra, salvo por su foto, la llama «amigo».

A decir verdad, Facebook no es el culpable de todos los males que aquejan a la sociedad, pero sí es un síntoma de sus valores y prácticas habituales. Los expresados y los tácitos. Los concretos y los potenciales. Facebook –aunque nadie en su sano juicio se entusiasme con la idea de admitirlo– despierta en cada uno de nosotros la parte más ruin y falsa que todos tenemos, y la potencia con la protección y resguardo que ofrece –paradójico para una red social–, el anonimato y la virtualidad.

La posibilidad que nos da Facebook de vivir o representar una vida ligera o marcadamente diferente a la real, nos pone al amparo, y resulta una coartada perfecta para que todos podamos actuar con cierta impunidad, sin necesidad de medir las consecuencias de nuestros actos. Como hemos explicado anteriormente, Facebook no sólo consiste en interactuar con otros miembros de un universo determinado, sino que incluye la posibilidad de «empezar de cero», dosificando y administrando intencionada- mente ciertos datos, que pueden llegar a proyectar una imagen de nosotros mismos diferente a la verdadera. Es decir, consiste en engañar a quien pueda y quiera creer. Aunque sea un poquito.

De ningún modo queremos decir que Facebook sea un nido de delincuentes, deshonestos, malvados y perversos, sino que casi todos (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra... ¡pero apuntando a otro lado!) alguna vez nos hemos hecho al menos una de las siguientes dos preguntas, que guardan relación con la posibilidad de actuar impunemente, cuyas respuestas suelen, en el 99,999% de los casos, implicar al menos homicidios, saqueos, desmanes y relaciones sexuales no demasiado consentidas por la otra parte:

a. ¿Qué harías si te quedara un día de vida?

b. ¿Qué harías si llegara el fin del mundo?

La diferencia entre ambas, si bien es sutil, marca una clara distinción en cuanto a la aprobación o condena de nuestros actos por parte de la sociedad. Si uno estuviera seguro de que hoy es el último día de su vida, difícilmente podría ejecutar alguno de sus «proyectos» sin escapar de la justicia por más de quince segundos. Además, el argumento que –a nuestro entender– justificaría tal secuencia delictiva, probablemente no convencería ni conmovería a nadie.

Por el contrario, si fuera la civilización la que tuviera los minutos contados, no sólo no habría ley, sino que sería difícil discernir a cuál de los miles de millones de habitantes del planeta habría que juzgar primero. Además, ¿a quién le interesaría si, de todas formas, estaríamos totalmente condenados? De todas formas, las dos preguntas anteriormente formuladas convergen en la potencial impunidad que brindaría el saberse justificado y al amparo del qué dirán.

Algo similar ocurre en nuestra nunca bien ponderada red: pocos son quienes dicen ser y, por lo tanto, la ley imperante en ese mundo virtual se rige

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