Gato Por Liebre
Enviado por licarayen • 29 de Noviembre de 2011 • 939 Palabras (4 Páginas) • 607 Visitas
Elija el epígrafe que más le acomode para la siguiente columna interactiva:
1.- Fernando Villegas o la decadencia del debate
2.- Fernando Villegas o la enajenación disfrazada de irreverencia
3.- Fernando Villegas o el tuerto en el reino de la farándula
4.- Fernando Villegas o el bravucón que quería ser intelectual
5.- Fernando Villegas o el monólogo de la banalidad
Advertencia: Esta no es una columna sobre Fernando Villegas. No, Fernando Villegas es la metáfora de nuestra decadencia cultural.
1.- El debate como show televisivo:
El debate genera pensamiento crítico. La exposición y el cuestionamiento de la realidad abren espacio para nuevas ideas, para nuevos paradigmas, amplían las facultades de la mente para percibir fenómenos que antes ignorábamos y nos entregan herramientas básicas para la construcción de nuestra propia autonomía. Y la autonomía es requisito fundamental para la construcción de un mundo justo, libre y diverso.
Pero cuando el debate de una sociedad se reduce al show televisivo, nos quedamos vacíos. Con la mente en blanco. Autómatas que reproducen una ilusión que desplaza a la realidad. Porque el show televisivo prescinde del elemento básico de cualquier debate: el argumento, y lo reemplaza por la falacia, la burla y hasta el grito pelado, impune, que se impone por la fuerza y no por la razón.
Así mismo, el periodismo ? responsable del debate ? como show mediático pierde su esencia y su razón de ser: la democratización del saber, y se convierte en todo lo contrario, un aparato del establishment para la enajenación.
2.- La irreverencia como elemento publicitario:
La irreverencia vende. Lo saben bien los vendedores de imágenes del Ché. Sobretodo en un país tímido como el nuestro, acallado y conformista, que tanto le teme al conflicto. Los irreverentes son como alter egos inalcanzables. ¡Cómo deseamos tener esa desfachatez, ese sarcasmo, esa ironía! "No tiene pelos en la lengua" es un halago que provoca orgasmo entre los opinólogos farandulones. Pero su irreverencia no llega más allá de la punta de la lengua. Su irreverencia no transforma su vida cotidiana. Su irreverencia no alcanza para ponerlos de pie frente a los dogmas del sistema. Sus rodillas no se levantan, sus espaldas no se enderezas, su vista no se alza y sus voces no se escuchan cuando las vacas sagradas hablan. Cuando la irreverencia te cuesta la vida, ellos callan.
3.- La hegemonía de la forma:
La irreverencia y el debate no existen en la televisión. Todo parece lo que no es y ese es el juego. Tener formato de debate, tener formato de noticia, tener forma de inteligente, tener forma de irreverente. Pero nada más. En el fondo, todo sigue siendo un show pirotécnico, tecnocrático, que solo busca anonadar a los espectadores.
4.- Seis pistas para reconocer a un intelectualoide:
- No piensa; repite.
- No pregunta; responde.
- No escucha; escupe.
- No habla; predica.
- No argumenta; interrumpe, se burla, insulta, descalifica, humilla y levanta la voz.
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