Goya, Goya A Pablo Robertp
Enviado por Rector • 30 de Julio de 2013 • 788 Palabras (4 Páginas) • 369 Visitas
Ciudad Universitaria, DF., a 24 de julio de 2013.
¡¡¡Goya, Goya a Pablo Roberto¡¡¡
Por Roberto Vidal M.
Ayer, después de una difícil agonía de 18 días, murió el Maestro Pablo Roberto Almazán Alaniz, Catedrático de la Facultad de Derecho de la UNAM, durante 34 años. Su madre, sus hijos, su esposa, sus alumnos, sus amigos, sus colegas, quedamos desconsolados, sorprendidos e indignados por la forma como murió. Una muerte injusta a todas luces.
Pablo Roberto era un hombre sencillo, amigable, afectuoso y generoso en su trato; como Profesor fue: exigente, brillante, trascendente en la formación de sus alumnos, quienes seguro lo extrañarán.
Sus amigos y colegas nunca olvidaremos esos maratónicos desayunos en el Club del Académico, donde su alta figura destacaba ¿cuántos puntos de vista habremos intercambiado?
El Maestro Almazán era un litigante confiable, combativo, dialéctico; un guerrero con argumentos, recursos teóricos bastos y un conocimiento profundo de la dogmática jurídica. Un abogado nato.
Nadie merece morir así: acribillado de forma vil, artera, alevosa y cobarde.
El viernes 5 de julio del presente año, en el cruce de Avenida Copilco e Insurgentes, Pablo Roberto manejaba la camioneta de su esposa, tranquilo y confiado, acababa de hacer un retiro por quince mil pesos; hacía planes para salir de vacaciones. Súbitamente se le emparejó una motocicleta con dos alevosos a bordo quienes, sin más, a gritos le exigieron les entregara el dinero retirado minutos antes de una sucursal bancaria, la acción tomó por sorpresa al Catedrático, ante el titubeo, uno de los infames accionó su arma, cuatro impactos dieron en la humanidad del Maestro. Todo esto a plena luz del día, eran las 12:30 horas. Los cobardes huyeron sin que nada ni nadie se interpusiera en su camino, quizás, a tender otra celada, a buscar a otra víctima más, al fin, nada los perturba, nadie los contiene ¿la policía? Omisa, distraída, sin brújula, alejada de la necesidad ciudadana.
Pablo Roberto, dueño de una gran fortaleza física, todavía pudo avisar a sus cercanos de lo ocurrido y pedir a sus auxiliadores lo llevaran al Hospital Ángeles Pedregal, confiado en su seguro médico que lo amparaba en gastos mayores. Ahí comenzó su viacrucis: cirugías, transfusiones de sangre, entubamiento al respirador artificial o ventilador médico con el fin de suplir su mecanismo de respiración, confinado a la sala de terapia intensiva. Las lesiones era graves, una de ellas más, habían afectado su páncreas, órgano vital que produce la insulina.
Durante esos 18 días de agonía, sus cercanos acariciábamos la esperanza de su recuperación. Su familia, pendiente de él; en un proceso de desgaste físico, psíquico y material. Las emociones a flor de piel: esperanza, angustia, sufrimiento, duda, todas amalgamadas.
Sólo unas horas pudo prescindir del respirador
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