ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Hidrosolar


Enviado por   •  30 de Julio de 2014  •  1.139 Palabras (5 Páginas)  •  184 Visitas

Página 1 de 5



6



L

a gélida brisa de la noche me envolvió en cuanto abrí la puerta del balcón. A

esas

alturas del invierno, Viena ya estaba toda nevada y el ambiente era húmedo y frío.

Las ramas de los árboles acariciaban mi pequeño balcón y dejaban que la nieve

cayera espolvoreada cuando se mecían por alguna ráfaga de viento. El estanque del

patio comenz

aba a congelarse; pronto se utilizaría como pista de patinaje, aunque ese

año yo no iba a estar allí para comprobarlo. Estaba a punto de irme.

El internado Saint Patrick ocupaba un antiguo castillo del siglo XVII y,

arquitectónicamente, me maravillaba. Per

o una cosa era admirar su arquitectura y otra

muy distinta vivir allí. Eso lo odiaba. Ausencia total de chicos

ellos residían en el

internado que había unos kilómetros colina abajo

. No podías desprenderte del

maldito uniforme

si al menos hubiera sido bo

nito, no habría sido una condena

llevarlo

. Y la disciplina era bastante férrea

todo estaba cronometrado, hasta la hora

de ir al baño

. O aprendías a convivir con las normas de aquella institución o estabas

perdida.

Así era mi aburrida vida, día tras día.

Hasta que apareció mi padre. Había irrumpido en el internado rodeado de

guardaespaldas (sin disimular siquiera su egolatría y prepotencia, y haciendo gala de

un dilatado vocabulario impetuoso) y me había ordenado que recogiera mis cosas. Ya

había hablado

con el director y lo tenía todo preparado para mi regreso.

Después de nueve años, volvía a Roma. No tenía ni idea de qué había llevado a

mis padres a tomar aquella decisión, pero me alegraba... demasiado.

Solo dieciséis horas más tarde me encontraba delante

de un enorme vestidor

decidiendo qué chaqueta ponerme. Estaba claro que debía conformarme con lo que

había hasta que pudiera ir de compras. Entre las miles de prendas que mi hermana

Marzia me había ofrecido, pocas me convencieron: su estilo era demasiado r

epipi para

mí. Me decanté por la ropa más ceñida: chaqueta de color negro metalizado,

pantalones blancos y zapatos negros de tacón alto para estilizar mis piernas. Me di la

vuelta y contemplé mi imagen en el espejo mientras sonaban las Pussycat Dolls en mi

reproductor digital de música. Realmente parecía una de ellas.

Ahuequé mi largo cabello y me lo coloqué a un lado. Salí del vestidor y cogí mi

bolso Gucci blanco sabiendo que pronto contendría una considerable cantidad de

dinero. Eché un vistazo a mi impr

esionante habitación, apagué el reproductor y salí de

allí con paso firme y sonoro.

Después de un año sin vernos, iba al encuentro de mi mejor amiga. Erika había

sido mi compañera en el internado desde que entré. Era como una hermana, una parte

de mí, pero

tuvo que abandonar el colegio cuando su madre falleció en un accidente de



7



tráfico. Quiso volver a Roma para apoyar a su padre, y desde entonces solo podíamos

comunicarnos los sábados por la mañana, y durante apenas cinco minutos. ¿Cuántas

cosas podían dec

irse en ese tiempo? Pocas, muy pocas, pero solo escuchar su voz me

confortaba.

Terminé de bajar las escaleras y eché un vistazo hacia atrás. Agradecí que mi

habitación estuviera en el pasillo principal. Si no, habría necesitado un mapa para

poder salir de

aquel laberinto de puertas y corredores. Era una mansión descomunal.

Ni siquiera en el internado se veían salas como las de mi casa, y eso que hospedaba a

unas doscientas niñas.

Al llegar al vestíbulo, tuve que hacer memoria para recordar que el despacho d

e

mi padre quedaba cerca del comedor. Me encaminé hacia allí.

Giancarlo, el mayordomo, me abrió la puerta. Era alto y delgado, y sus ojos

negros resaltaban impetuosamente por la falta de cabello. Aun así, resultaba atractivo.

Me sonrió y extendió su mano,

indicándome que pasara. Me acerqué a él dando un

pequeño salto y lo besé en la mejilla. Entonces me percaté de que en el despacho,

además de mi padre, estaban mi tío Carlo, y Adriano Bianchi y su hijo menor,

Valentino. Mi sonrisa se congeló en cuanto descu

brí a este último observándome

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (8 Kb)
Leer 4 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com