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Indignados Si ustedes levantan muros, nosotros construiremos túneles


Enviado por   •  5 de Abril de 2018  •  Monografía  •  2.007 Palabras (9 Páginas)  •  135 Visitas

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                                                                          Si ustedes levantan muros, nosotros construiremos túneles

                                                              Souleiman, joven Senegalés, frente la valla de Melilla.

INDIGNADOS

Las razones para indignarse pueden parecer hoy menos claras o el mundo demasiado complejo. ¿Quién controla, quien decide? No es siempre fácil distinguir entre todas las corrientes que nos gobiernan. No se trata de una pequeña elite de la que comprendemos claramente las acciones. Es un vasto mundo, que nosotros sentimos que es interdependiente. Vivimos en una interconectividad como nunca hasta ahora ha existido. Pero en este mundo, hay cosas insoportables. Para verlo, es preciso mirar bien, buscar. Se trata de buscar el componente indispensable:

La facultad de indignación y el compromiso en el que esta la consecuencia.

Mirar alrededor, para encontrar los temas que justifiquen la indignación. Encontrar situaciones concretas que ofrezcan iniciar una acción ciudadana. Buscar y encontrar.

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LA INDIGNACION SUMERGIDA

El 17 de diciembre de 2010, el joven Tunecino Mohamed Bouazizi se inmola públicamente. Nada volverá a ser lo mismo, explota una indignación general, empieza a florecer la denominada primavera árabe.

El 15 de mayo de 2011, la Puerta del Sol de Madrid se convierte en punto de concentración de personas indignadas, posteriormente la indignación en movimiento se extiende a países del sur de Europa, Portugal, Grecia. También asistimos a protestas en Chile, México, Colombia o Brasil.

Y la indignación, se hizo clamor. Una indignación que toca personas, generaciones, continentes, formas de vida, sueños, ideologías, proyectos y todo lo que afecta al mundo de la vida corriente de la gente corriente.

LOS 6 VERBOS

Se trata de 6 rasgos diferenciados, de un encadenamiento de movimientos sostenidos por la tensión dialéctica entre la acción y la reflexión, entre la inmersión en la realidad y la toma de distancia necesaria para afrontarla:

Despertar.

Dormíamos, despertamos. La indignación es una forma de despertar ante el mal de todos los días, cuando uno ya está cubierto por capas y capas de indiferencia. Estar despierto es sinónimo de despabilamiento existencial, un estar atentos, no dando nada por supuesto.

Sentir.

La indignación es un sentimiento que se mece en la misma cuna que el sentimiento de compasión, y esta cuna es la compasión como el modo de quedarse afectado por el otro. Sentir indignación es un indicador en el termómetro de nuestra salud moral.

Detener.

Instalados en la escala que nos marcan las nuevas tecnologías, vivimos la velocidad convertida en instantaneidad, el vivir intensamente cada momento, sin posibilidades de digestión. Se gana la batalla de la inmediatez, de las censuras, de las convocatorias tradicionales. Indignarse es introducir en el tiempo de la instantaneidad la pausa de la reflexión y del pensamiento crítico.

Disentir.

Indignarse es no perder la ingenuidad de los dieciocho años y ser capaz de disentir ante lo intolerable.

Salir.

El miedo forma parte de la condición humana. Nuestra sociedad está constantemente expuesta a lo imponderable, no terminamos de estar a la altura de la complejidad, asociada a la certeza de que nada es para siempre y a la incertidumbre de reinventarse a cada paso.

Declara el Papa Francisco: “En una sociedad liquida, de suelo infirme y estructuras enfermas, estamos abocados a la cultura del descarte”.

La indignación en este tiempo es una sacudida a los miedos, un acto de resistencia frente a la teoría de lo inevitable.

Movilizarse.

La indignación se despliega necesariamente en distintas formas de visibilización. La dinámica de la indignación es movilizadora, no institucionalizadora. Existe una forma primaria de movilización, que es la del pensamiento que nace del análisis crítico de la realidad. La indignación no defiende consignas, sino que señala heridas.

La indignación no surge de modo espontáneo. Precisa de un tipo de persona especialmente situada. Saber estar en la realidad y desde ella abrirnos con asombro a lo que sucede. Estar en la realidad implica soñar con la posibilidad de nuevas realidades.

La entraña de la indignación se aloja en experiencias vividas, no en teorías encontradas, y se nutre de acontecimientos que remueven el suelo de la ética. Y el acontecimiento ético por excelencia es la irrupción del otro. Es el acontecimiento del otro que se presenta en nuestra vida como un extraño que clama, me asalta y solicita una respuesta:

“La ética es la respuesta a una interpelación extraña, una respuesta transgresora que pone en cuestión el orden de un mundo”. Mèlich.

La indignación nos proporciona el punto de partida de un modo de vivir éticamente. Una ética presidida por la compasión como respuesta siempre incompleta al dolor del otro, una ética desnuda.

LA ETICA DE LA COMPASION

Para Mèlich el único sustento de la ética es la antropología; una antropología que responde a la condición humana, a nuestra ineludible finitud y siempre desconcertadora contingencia. Este planteamiento abre nuevas vías a una filosofía de la educación que quiere poder pensar la formación como radical transformación. Aquí vuelven a cobrar importancia algunos conceptos como “experiencia”, “acontecimiento”, “finitud”, “contingencia”, “testimonio”, “memoria”, “corporeidad”, “ausencia” o “sufrimiento”, a volver a pensar la ética como una ética de la compasión.

Frente al concepto del "Bien", Mèlich propone una ética de la experiencia del mal, pensar desde las enseñanzas de los infiernos vividos en el siglo XX; frente al "Deber", aboga por una ética de "la respuesta adecuada que nunca lo es del todo", y frente a la "Dignidad", plantea una ética "de la sensibilidad hacia los excluidos de esa dignidad". Lo que nos hace humanos no es la obediencia a un orden moral, a un código universal, sino el reconocimiento de nuestra condición de vulnerabilidad.

Ser ético es responder en una situación única que el otro te plantea y ante la cual la moral hace crisis, porque no hay regulación posible, la decisión es sólo tuya y no puedes apelar a principios, derechos o deberes universales:

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