LECCIÓN 8: VIDA POLÍTICA Y ECONÓMICA
Enviado por Melissa Vargas • 8 de Junio de 2020 • Trabajo • 3.187 Palabras (13 Páginas) • 152 Visitas
LECCIÓN 8: VIDA POLÍTICA Y ECONÓMICA
VIDA POLÍTICA Y ECONÓMICA
I. ¿De qué estamos hablando?: El término política y sus posibles acepciones
¿Con qué identificamos el término política? La mayoría de las personas piensan en corrupción, mentira, intereses personales o familiares, deshonestidad… Sabemos también, que no todos los políticos son así. Hay ejemplos de personas honradas y justas también en la vida política.
Entonces, mejor vayamos a la etimología de nuestro término. Proviene del griego “polis”, que significa ciudad. Por lo tanto la política es el arte de organizar bien la ciudad, buscando el bien común de todos sus habitantes.
Ahora bien, tenemos entonces que aclarar un segundo término: “bien común”. ¿Qué entendemos por bien común? Es “el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres, las familias, y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección humana” (Gaudium et Spes, 74)[1]
Desde este criterio, el buen político es aquel que con su actividad busca el bien común.
Precisamente por esto la enseñanza social de la Iglesia considera la actividad política como una de las la más altas expresiones de la caridad, porque puede crear las condiciones para una sociedad más justa y solidaria (Pío XI)
En la iglesia latinoamericana, el documento de Puebla afirma: “La fe cristiana no desprecia la actividad política; por el contrario, la valoriza, y la tiene en alta estima” (514) [2]
El papa Francisco nos dice: “¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo! La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común […]¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres![3]
Desde esta primera acepción del término política, todos estamos llamados, como ciudadanos a participar y practicar la política, es decir el bien común. Todo lo que hacemos tiene repercusiones políticas, también nuestras omisiones y silencios.
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Hay una segunda acepción más restrictiva: “política partidaria”. Según esta concepción la actividad política es contemplada como la búsqueda, ejercicio y reparto del poder como un medio necesario para alcanzar el bien común, siendo exigible a sus aspirantes idoneidad y honestidad. La iglesia reconoce que no todos los ciudadanos tienen la vocación para la vida política partidaria.
Si el poder se desvirtúa y no busca dicho bien común (sino intereses partidarios o personales) entonces nos encontramos ante la “politiquería” o la “política sucia”.
II. Democracia real frente a la democracia formal:
Igual que el término política, la palabra “Democracia” tiene origen griego, y significa el gobierno del pueblo. Se refiere al derecho de los pueblos a elegir a sus representantes y a controlar la manera en que ejercen ese poder que se les ha delegado.
La originaria democracia ateniense quiso ser abierta (aunque sabemos que no todos participaban excluyéndose a las mujeres, esclavos, extranjeros…)
Hoy tenemos un modelo de democracia representativa. El pueblo gobierna a través de sus representantes, organizados en partidos políticos que defienden sus propuestas e ideas. Ello gracias al marco legal de las constituciones actuales en la mayoría de los países, y el sufragio universal.
De nuevo debemos diferenciar dos acepciones: democracia formal y democracia real.
- Democracia formal es cuando, a través de las leyes, quedan consagrados “formalmente” estos mecanismos de participación y sufragio, y sin embargo los ciudadanos no participan en el ejercicio y control del poder, salvo cada cuatro o cinco años que son convocados a las urnas.
- Democracia real es cuando los ciudadanos ejercen su participación, no solo con su voto, sino con su compromiso y control del ejercicio del poder en favor del bien común.
- La Iglesia no aceptó fácilmente el régimen democrático. Fue primero con León XIII, y especialmente con Pío XII, que afirmó: “La forma democrática de gobierno parece a muchos como un postulado natural impuesto por la misma razón” [1]
- El Concilio señaló que es el régimen político más acorde con la dignidad de la persona humana.
III. Exigencias de la Democracia: El Estado de Derecho y Los partidos políticos.
La primera exigencia de la democracia es el estado de derecho. Significa el acatamiento de las leyes por parte de todos los ciudadanos. Es el llamado imperio de la ley, que permite que la sociedad esté organizada de manera estable, con una constitución, la división de los tres poderes, sus leyes, y la autoridad de un Gobierno legítimamente constituido.
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III. Exigencias de la Democracia: El Estado de Derecho y Los partidos políticos.
La segunda exigencia son los partidos políticos. El Vaticano II destacó su papel fundamental como escuelas de formación cívica y política.
Por eso llamó a los cristianos al compromiso en la política partidaria. “Los que son, o pueden llegar a ser, capaces de ejercer un arte tan difícil, pero a la vez tan noble, prepárense a ejercerla sin buscar el propio interés ni ventajas materiales” (Gaudium et Spes, 75) [1]
En la actualidad los regímenes democráticos viven una fuerte crisis de representatividad en la clase política. Son tantos los ejemplos de incumplimiento de promesas, de casos de corrupción, de clientelismo, o de sometimiento de la política al poder económico. Por eso la mayoría de los ciudadanos han caído en el descrédito, y lo que es aún peor, el desinterés por participar en la vida política partidista. Finalmente esto permite que aquellos que no buscan el bien común (sino sus propios intereses) sigan actuando en la política, y el mayor pecado hoy es la ausencia de cristianos comprometidos con una política partidaria a favor del bien común.
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