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La Ciudad de Dios de San Agustín de Hipona


Enviado por   •  21 de Octubre de 2019  •  Resumen  •  498 Palabras (2 Páginas)  •  624 Visitas

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La Ciudad de Dios de San Agustín de Hipona

Se trata de una propuesta sobre una nueva forma de sociedad civil, que pretende impulsar los valores de la humanidad en virtud de vivir conforme a la doctrina cristiana. También es escrita para responder a las críticas que los paganos hacían contra el cristianismo. Esta obra se escribió en los años de la vejez de San Agustín, entre el 412 y el 426. La Ciudad de Dios, o en latín, De Civitate Dei, que postula la contraposición o dicotomía de dos tipos de hombres o sociedades, la Ciudad de Dios, y la Ciudad del hombre, “dos amores fundaron dos ciudades: el amor propio hasta el menosprecio de Dios, fundó la ciudad terrena y, el amor a Dios hasta llegar al desprecio de sí mismo, fundó la Ciudad de Dios.

La ciudad de Dios es el tratado más largo que nos ha legado la antigüedad grecorromana. Se compone de 22 libros que pueden dividirse en dos partes generales, cada una de las cuales también tiene sus subdivisiones temáticas. La primera parte, que va del libro I hasta el libro X, es un análisis del sistema político romano. Desde el libro I hasta el VI, el análisis es histórico, y del libro VII al X, el análisis es más filosófico y jurídico. La segunda parte va del libro XI al libro XXII, y es allí en donde se expone la división entre la “ciudad de Dios” y la “ciudad de los hombres”. Desde el libro XI hasta el libro XIV, se trata del origen de las dos ciudades, de acuerdo con la teoría del origen del mal, a partir de la caída del primer hombre, Adán. Después, desde el libro XV hasta el XVIII, hay un análisis histórico que expone lo que aparece relatado en la Biblia sobre la historia de Israel hasta el nacimiento de la Iglesia cristiana (en donde se conectan las historias de Roma y de Israel) y en donde se mantiene la diferencia de las dos ciudades como hilo conductor. Por último, desde el libro XIX hasta el XXII, el tema son los fines de cada una de las ciudades y la Justicia Divina.

El mejor orden político dentro de este marco sería el que permitiera el ejercicio de la justicia dentro de los parámetros de la “ciudad de los hombres”, pero que también diera lugar a la justicia universal que Agustín considera propia de la “ciudad de Dios”. Dentro de los parámetros agustinianos, ni siquiera Roma en su punto más alto podía ser llamada una ciudad justa. A lo sumo, sus leyes permitirían el desarrollo de la virtud cívica y de un buen orden social secular, pero, dado que la justicia es dar a cada cual lo suyo, para Agustín Roma fallaría en dar a Dios la gloria que le corresponde. Esto, en opinión del pensador, impediría que los romanos buscaran una paz verdadera y la llevaría finalmente a su destrucción, como corresponde con todos los imperios terrenales.

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