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La Democracia En Bolivia


Enviado por   •  2 de Junio de 2012  •  1.717 Palabras (7 Páginas)  •  717 Visitas

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LA DEMOCRACIA EN BOLIVIA

En un país como el nuestro, donde la impunidad fulgura resplandeciente ante las olas de delincuencia, los derechos de la mayoría, que a priori se manifiestan como la vanguardia de la propiedad y libertad humanas, se transforman continua e incesantemente en amarillentas hojas secas de otoño que, ante el más leve susurro de la voz humana, se enajenan endebles sin ofrecer resistencia y se pierden en la profundidad de los abismos infra (o supra) terrenales, por que ya no tienen lugar en la tierra, mas sí en el mundo de las ideas. Ideas que se condensan, por un lado, en la voz de los líderes políticos (supuestos representantes de los intereses de la población), y por otro, en la voz de los indignados que buscan mejorar la condición de la vida humana. Algunos ejemplos de ésta oscilación son: el ocurrido en la cuidad de Oruro en el 2004, más exactamente en la superior casa de estudio de éste departamento: la UTO, y el de las elecciones presidenciales del 2003, cuando Gonzalo Sánchez de Lozada y todos sus prosélitos, manifestaron inmejorablemente la paupérrima condición de la democracia en Bolivia.

Desde la antigüedad el hombre se organizó. Cada vez y con mayor frecuencia se sirvió de medios instrumentales (animados e inanimados) para consecutar fines. Los medios que, necesariamente debieron ser encontrados por el hombre, existieron ya previamente (o en el mejor de los casos a la par de éste por una suerte de obra creadora), y no fue el hombre, con su omnipotencia o sapiencia, el que los hizo a buena determinación de su racionalidad. No puedo decir que el hombre inventó el movimiento, pero sí que descubrió los números que rigen su compresión y nuestra orientación. Lo mismo diré del fuego; no lo inventó, pero sí descubrió los medios que lo hacían posible. Alejándome un poco de nociones abstractas y pasadas, cito otro ejemplo que quizás objetivise más la realidad presente: el alimento. El alimento, en su distinción de formas colores y sabores, no pudo ser obra del hombre, mas es posible que éste materialice con ellos nuevas combinaciones culinarias.

Articulando los breves ejemplos del anterior párrafo, ¿a qué fin me dirijo? ¿Qué busco elucidar? En primer término intento establecer una diferencia en lo que se entiende como invento (palabra que la califico totalmente occidentalizada). Considero que la palabra invento, no debe denotarse en el conocimiento como una manifestación de obra creadora, sino como una manifestación de obra descubridora. Las cosas primeras, fundamentales y de vital importancia en la existencia, no han sido creadas por el hombre, han sido encontradas por él. Reflexionar sobre el probable Gran Creador, o causa de todo, es tema que no compete en este momento. Aprovecho de traer a colación las palabras de Miguel de Unamuno: “La tierra no es del hombre, el hombre es de la tierra”.

Si las cosas primeras, fundamentales y de vital importancia para la existencia, no han sido creadas por el hombre, me pregunto si la democracia es una de estas cosas primeras en el orden de importancia. Lo dudo; hasta me animaría a descreer de ello implacablemente. Pero como la democracia es una de las tantas formas de gobierno, me metería en problemas con ellas tratando de significar la crítica a cada una. En este caso pienso que la democracia, al igual que las otras formas, sí ha sido un invento, una creación, una hechura del género humano. Por tanto, el análisis de sus convenciones y vicisitudes a través de la historia, debe ser estructurado con los defectos, errores y accidentes, propios de nuestra finitud y del transcurso del tiempo que todo lo corrompe.

El detalle está en que la democracia es una idea, una fórmula compuesta de pensamientos, lo que devendría en una no corrupción; empero, el hombre es el principal responsable y único protagonista de su impureza. Y peor aún en este caso, porque no se trata de uno, o de algunos, en el juicio de responsabilidades, sino de las mayorías. Sería entendible, comprensible, asimilable, que uno, cinco o treinta individuos, yerren o pequen de ingenuos con sus propuestas y convicciones ante la dinámica contradictoria de la sociedad. Ahora bien, que las mayorías, compuestas por miles y miles de personas, caigan colectivamente en nocivos desaciertos, es inaceptable, reprochable, aborrecible, detestable, digno de ser lapidado y luego suprimido para siempre de la memoria. Sábato decía: “La memoria individual puede ser buena o mala, pero la memoria colectiva es mala”. Yo iría un poco más allá y sentenciaría que: no sólo la memoria, sino que el pensamiento y la conciencia en masa son definitivamente funestos. Creo que buena gracia provocan las palabras de Oscar Wilde: “Cuando la gente está de acuerdo conmigo, siento que debo estar equivocado”.

Re-encausando mi humilde análisis general y dirigiéndome a lo que particularmente nos interesa, repetiré una vez más que la democracia, lamentablemente, sí es una creación del género de los animales racionales.

Caminando como buenos peregrinos, fieles devotos de alguna buena fe, miramos alrededor de nuestro itinerario

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