La Foto Como Documento Social
Enviado por vichi268 • 22 de Abril de 2012 • 1.335 Palabras (6 Páginas) • 680 Visitas
Impreso en México
“Hemos vivido con los ojos pelones sin saber qué hacer con la democracia. De los aztecas al PRI, con esa pelota nunca hemos jugado aquí”
"Te ponen en el pecho la banda tricolor, te sientas en la Silla del Águila y ¡vámonos! Es como si te hubieras subido a la montaña rusa, te sueltan...y haces una mueca que se: vuelve tú máscara..
la Silla del Águila, es nada más y nada menos que un asiento en la montaña rusa que llamamos La República Mexicana."
A los compañeros de la Generación “Medio Siglo”
Facultad de Derecho de la UNAM
La esperanza de un México mejor…
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María del Rosario Galván a Nicolás Valdivia
Vas a pensar mal de mí. Dirás que soy una mujer caprichosa. Y tendrás razón. Pero, ¿quién iba a ima¬ginar que de la noche a la mañana las cosas cambia¬rían tan radicalmente? Ayer, al conocerte, te dije que en política no hay que dejar nada por escrito. Hoy, no tengo otra manera de comunicarme contigo. Eso te dará una idea de la urgencia de la situación...
Me dirás que tu interés en mí -el interés que me mostraste tan pronto nos miramos en la antesala del secretario de Gobernación- no es político. Es amoroso, es atracción física, incluso es simpatía hu¬mana pura y simple. Debes saber cuanto antes, Nico¬lás querido, que para mí todo es política, incluso el sexo. Puede chocarte esta voracidad profesional. No hay remedio. Tengo cuarenta y cinco años y desde los veintidós he organizado mi vida con un solo propósi¬to: ser política, hacer política, comer política, soñar política, gozar y sufrir política. Es mi naturaleza. Es mi vocación. No creas que por eso dejo de lado mi gusto femenino, mi placer sexual, mi deseo de acos-tarme con un hombre joven y bello -como tú...
Simplemente, considero que la política es la ac¬tuación pública de pasiones privadas. Incluyendo, sobre todo, acaso, la pasión amorosa. Pero las pasio¬nes son formas arbitrarias de la conducta y la política es una disciplina. Amamos con la máxima libertad que nos es concedida por un universo multitudinario, incierto, azaroso y necesario a la vez, a la caza del poder, compitiendo por una parcela de autoridad.
¿Crees que es igual en amor? Te equivocas. El amor posee una fuerza sin límites que se llama la imaginación. Encarcelado en el castillo de Ulúa, sigues teniendo la libertad del deseo, eres dueño de tu imaginación erótica. En cambio, ¡qué poco te sirve en
política desear e imaginar sin poder!
El poder es mi naturaleza, te lo repito. El poder es mi vocación. Es lo primero que quiero advertirte. Tú eres un muchacho de treinta y cuatro años. En seguida me atrajo tu belleza física. Te diría, para no envanecerte, que no abundan los hombres deseables y guapos en la antesala de mi amigo el señor secreta¬rio de Gobernación don Bernal Herrera. Las bellas mujeres también brillan por su ausencia. Mi amigo el señor secretario apuesta a su fama de asceta. Las ma¬riposas no acuden a su arboleda. Más bien, los escor¬piones de la traición anidan bajo sus alfombras y las abejas de la ambición acuden a su panal.
La fama de don Bernal Herrera, ¿es merecida o inmerecida? Ya lo averiguarás. Una tarde helada de principios de enero, sin embargo, cruzan miradas en la antesala del secretario en el viejo Palacio de Cobián una mujer aún apetecible -tu mirada lo dice todo¬ de casi cincuenta años y un bello joven, igualmente deseable, que apenas rebasa la treintena. La chispa se enciende, querido Nicolás, las hormonas se remue¬ven, los jugos vitales corren rápidos.
Y el placer se aplaza. Se aplaza, joven amigo.
Lo admito todo. Tienes la estatura que me gus¬ta. Ya viste que yo misma soy alta y no me complace mirar ni hacia arriba ni hacia abajo, sino directo a los ojos de mis hombres. Los tuyos están al nivel de los míos y son tan claros -verdes, grises, mutantes¬ como los míos son de una
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