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La Hipocrysis


Enviado por   •  13 de Mayo de 2013  •  780 Palabras (4 Páginas)  •  344 Visitas

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Hipocresía en estado puro

José Carlos Fuertes Rocañín

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Resulta “alentador y edificante”, sobre todo para los mas jóvenes, ver cómo los vecinos de Rosales del Canal se manifiestan para impedir que el Ayuntamiento ceda terrenos, y de esta forma se pueda construir un centro de tratamiento/rehabilitación de drogodependientes. Una vez más podemos ver la contradicción, la incoherencia y el esperpento de la sociedad actual.

Todos reconocemos que la adicción a sustancias es un grave problema sanitario y también social. Nadie creo que cuestione a fecha de hoy que los enfermos drogodependientes también son “hijos de Dios”, y que además de ser enfermos, pagan impuestos. Creo que tampoco nadie puede poner en duda que cualquiera puede sucumbir a esta dolencia o tener un familiar muy cercano que la padezca. Todo eso está muy bien, pero a la hora de poner en marcha un recurso asistencial, si está ubicado cerca mi casa, ni pensarlo, “hasta ahí podíamos llegar y que nos salpique, faltaría más”. Lo dicho, hipocresía en estado puro.

La drogodependencia es un grave problema de salud pública que está destruyendo los pilares de la estructura familiar y produciendo una transformación importante en la sociedad llamada del bienestar (aunque de bienestar, la verdad es que cada vez tiene menos). Detrás de muchos malos tratos, accidentes laborales, fracaso escolar, accidentes de tráfico y gasto sanitario hay uso, abuso y dependencia de sustancias. Por eso hay que trabajar muy duro para intentar poner límites a esta cruel y tiránica epidemia, que a todos nos afecta, en unos casos como enfermos directos y en otros como posibles damnificados.

La postura de estos ciudadanos, humanamente comprensible, es también hipócrita e incoherente. Hipócrita porque todos estamos de acuerdo en la existencia del problema, pero es mejor cerrar los ojos y verlo solo en la televisión. Me recuerda lo que no hace mucho pasaba en donde yo vivo, en el centro de Zaragoza, al lado de la Iglesia del Carmen, donde también nos molestaban los pobres y marginados, a los que todos los días la parroquia, en un comedor ejemplar y solidario, da de comer a más de un centenar de indigentes. ¡Esa gente queda muy mal en la puerta de la iglesia!, decían algunas refinadas y caritativas señoras cuando salían de Misa. ¡Es que dan muy mala imagen en una zona tan céntrica de la ciudad!, añadían algunos caballeros que peinaban canas. ¡Por Dios, qué horror, no se puede pasar por esa acera, a según que horas bloquean todo y además algunos no paran de pedir! Añadían otros con cierto desdén. En fin, como ven, también un servidor tiene cierta experiencia en esto de soportar al prójimo marginado y ramplón.

Pero además de hipócrita, creo que es también una postura incoherente la de nuestros conciudadanos del Rosal, porque siguen creyendo en

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