La Virgen De Los Sicarios
Enviado por gungunpuff77 • 25 de Agosto de 2011 • 2.554 Palabras (11 Páginas) • 1.982 Visitas
La violencia en muchos países de Latinoamérica es protagonista diario en las principales portadas de los periódicos, un ejemplo reinante es Colombia, donde la vida de sus habitantes se limita en vivir y en un morir más latente que en otras latitudes. Ahí, la vida es peligrosa, es dura y es violenta. Pero la indiferencia con que los colombianos ven su existencia, llena de crímenes y atrocidades, es aun más grave que la delincuencia misma.
La Virgen de los Sicarios es una obra que muestra la cruel realidad de la situación que existe en Medellín, ciudad al norte de Bogotá; exponiendo la dureza existente en las calles a causa de conflictos políticos y de negocios. Algunos la consideran ofensiva hacia este pueblo sudamericano y opinan que debe ser prohibida, mientras que otros se resignan en aceptar y en reconocer la verdad en lo descrito en el libro de Fernando Vallejo. Ciertos intelectuales destacan que lo que se busca con esta producción es precisamente rescatar la tolerancia, la comprensión de una tierra llena de contrastes.
Esta ciudad es un lugar donde la frase “donde la vida no vale nada” expresa con gran precisión las alternativas cotidianas. Una Medellín hundida en la pobreza y en la miseria, producto de la corrupción de los gobernantes y del mal manejo de los recursos, con una juventud muy torcida la cual trata de obtener lo necesario a como dé lugar, a balazos si es necesario. Puede ser descrita como una “ciudad de horror, caos y odio, donde las deudas de sangre pasan de hermanos a hermanos y de amigos a amigos, como si la suerte de los vivos estuviese en manos de los muertos, y donde sólo las iglesias son oasis de paz”. Es un ambiente de violencia el que domina en los barrios marginales, entre las pandillas de sicarios y las bandas de narcotraficantes. “Medellín, ese templo de la cocaína que hizo famoso al difunto narco Pablo Escobar”. Y si en esta ciudad la vida no vale nada es, entre otras cosas, porque buena parte de los jóvenes se desempeñan como asesinos mal pagados de los emperadores de la cocaína, donde la justicia anda por las manos de cualquiera, y la muerte inútil de cualquier persona es un acontecimiento normal en cada jornada.
En esta localidad destruida, donde lo bello queda en la remota y casi idílica infancia o en la fantasmagoría de las luces nocturnas, el bien y el mal se confunden, y la vida y la destrucción llegan a ser lo mismo. El idioma refuerza la confusión: o es el eufemismo de los derechos humanos, para el que ya no hay asesinos sino "presuntos asesinos", y por lo tanto presuntos muertos y presuntos cadáveres, y presuntos narcotraficantes, o la palabra de la ley y la justicia, igualmente engañosa, y por la que todos nos matamos. Problemas de semántica, como decía el ex presidente colombiano a mediados de los años ochenta, Virgilio Barco.
La virgen de los sicarios forma parte de la autobiografía del escritor colombiano Fernando Vallejo. En este libro cuenta parte de su historia; después de treinta años de ausencia regresó a la ciudad de Medellín y, al ver los profundos cambios, se dio cuenta que el tiempo transcurrido había sido una eternidad; "ya nadie vale nada..."
Recuperó un poco de vitalidad al enamorarse de uno estos muchachos de vida efímera: un joven sicario de dieciséis años, de nombre Alexis, quien conoció por medio de un amigo. Con él empieza una relación bastante difícil: la diferencia de edad, y las venganzas entre barrios que tienen a su amor en la mira, ese muchacho que libra a Fernando de lo que parece causarle mas molestia: la gente; y ¿cuál gente?... toda; hasta se desquita con Bolívar, "la gloria es una estatua cagada por las palomas". Así comienza una doble lucha: la de sobrevivir en y la de mantener a flote la historia de amor: "Los momentos más fulgurantes de mi existencia son los que he vivido en la cama con muchachos. Pagando o no pagando". “Él regresó a morir en su Medellín, ahora sumergido en una violencia sin por qué, de sicarios homosexuales y desempleados, capaces de matarte por un gesto mal entendido”.
El hombre vuelve a su pueblo natal con la muerte pisándole los talones, en una parábola del retorno marcada siempre por el cansancio y la desconfianza. El deseo de morir lo embarga: "La vida es muy corta y cuando menos lo pensamos este negocio se acabó. Estoy viviendo horas extras, vine a morir aquí". Parece no tener razón alguna para continuar en este mundo, además, a esto se le une el hallazgo de una ciudad en la que muchas cosas se han reemplazado, en medio de una fisura social y moral de vastos alcances que lo desilusionan mucho. Como su fin último es "morirse", o en el peor de los casos dedicarse a "recoger perros abandonados en Medellín y Bogotá", Vallejo se empeñó en retar a su país. "Insulto repetidamente para ver quién me mata. Y, como todo en Colombia, se quedará en la confusión. Si quieren una fecha para matarme que me digan y yo voy. Que me mate Colombia es una forma honorable de salir del horror de la vida", su país no tiene "hacia dónde mirar". "Colombia mata treinta mil personas al año, que mate una más para que no vaya a perder el récord", dijo con cierto sarcasmo.
La virgen de los sicarios, da para reír en muchos actos, o para mover al corazón a través del dolor, también obliga a una introspección, no sólo física, sino a un nivel más profundo en lo social y en lo político; que es, exactamente, lo que una obra artística debe sembrar. Es una provocación, pero, a su vez, es un reflejo de una ciudad y de un país hostigado por el olvido, por el desamparo, por la apatía; "cuando la humanidad se sienta en sus culos a ver a 22 tipos corriendo detrás de una pelota estamos jodidos".
Podría expresarse que es una novela sobre las muertes de jóvenes personas, el ruido, la insensatez de la televisión, la ingenuidad de los políticos, los partidos de fútbol, los vallenatos, la prensa, las consejerías de paz, los curas, los presidentes... pero no es así. "La virgen de los sicarios no es un documental sobre los niños asesinos de Medellín. Ni es, ni pretendía serlo; lo habría escrito de otra manera. Es una historia donde están los sicarios, donde está la iglesia donde van en peregrinación. Y es una historia donde estoy sobre todo yo".
En Medellín la muerte, que acecha en cada esquina y se huele por cualquier lugar, y la vida se separan por una delgada línea, se alejan solo por un pestañeo o por una desatención. Los niños y adolescentes agotan su existencia rápidamente, viven al día porque el mañana no existe para ellos y ni siquiera les importa, sólo hay dos caminos: la muerte y ser muertos vivientes. La vida depende
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