La ciudad de Antofagasta

Consecuencias

La productividad no necesariamente mejora la vida de las personas. Así lo muestra de manera trágica la segunda región de Chile, que genera el 10% del PIB Nacional con solo un 4% de la población. Su capital, Antofagasta, es una de las ciudades más letales del planeta, argumentan los autores. Estudios antiguos y recientes vinculan la contaminación con el puerto, y por ende, también en el sector marino, “verdadero foco emisor de cáncer”. En Antofagasta, donde la tasa de natalidad es alta, los niños crecen con arsénico en la sangre. Las ganancias que algunos obtienen hoy lo pagarán con mucho dolor muchas familias en el futuro.

La ciudad de Antofagasta tiene un cúmulo de problemas de alto calibre. Capital de una región clave para la economía nacional, aporta el 9,5% del PIB, lo que la ubica como el más alto contribuyente después de la Región Metropolitana (Banco Central, 2016), a pesar de estar en el noveno lugar en cantidad de habitantes: concentra el 3,46% de la población mientras Santiago reúne el 40,47%. Es notable la productividad, sin embargo, no redunda en mejores condiciones de vida urbana y en fauna marina.

Un reciente estudio científico publicado en la prestigiosa revista PeerJ, detecta que las concentraciones de arsénico, cobre y zinc son las más altas a nivel mundial, superando los niveles de las ciudades industriales chinas, generalmente consideradas las más contaminadas del mundo. De esta manera, Antofagasta se ha convertido en una de las zonas más contaminadas del mundo en cuanto a sector céntrico y también costero.

La abundancia de minerales en la zona y su acopio durante décadas en Antofagasta antes de ser embarcados por el puerto, ha generado un prolongado proceso de intoxicación de la ciudad y en su respectivo radio marítimo. El miedo y la desconfianza instalados en la población se deben a que periódicamente los investigadores científicos han registrado la presencia de contaminantes y los daños sanitarios que éstos causan en el largo plazo.

Hace poco tiempo atrás, el país entero fue testigo de una aberración medioambiental. Un grave desperfecto de una planta elevadora de aguas servidas, llevó a la empresa privada concesionaria “Aguas Antofagasta” a vertir millones de litros de aguas servidas, heces fecales y toda clase de desechos humanos al borde costero del sector sur de Antofagasta. Tras el desborde, la empresa involucrada siguió sus procedimientos para este tipo de emergencias, vertiendo las aguas servidas directamente al mar, por la costa de Avenida Grecia, a escasos metros del Balneario Municipal. En respuesta a la molestia las autoridades solamente instalaron un letrero que señala que la playa “ya no es apta para el baño”.

Situaciones que generan indignación generalizada en la comunidad, donde se cuestiona el modelo de negocios existente con vital elemento, actualmente concesionado por el gobierno a empresas privadas que cobran una de las tarifas más caras de Sudamérica por un servicio de cuestionable calidad y que es fiscalizado a medias por el Estado. Desde que Antofagasta existe ha sido pensada desde la mirada extractivista, a costa, incluso, de la propia vida en el sector. Habrá que plantearse nuevas variantes en cuanto a las labores activistas, de modo que sea un aporte tanto hacia el ecosistema, como también a los elementos de este.

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