La delgadez
Enviado por Mariacyn • 13 de Mayo de 2021 • Ensayo • 2.474 Palabras (10 Páginas) • 101 Visitas
Introducción
Hacia fines de la década del 90, un eslogan publicitario de una famosa marca de gaseosa inculcaba en sus receptores, oyentes y televidentes, que “la imagen no es nada, la sed es todo... ”, dicho slogan, hoy casi en desuso, advertía en forma irónica que, contrario a lo que se intentaba transmitir, la imagen corporal se estaba transformando en foco de atención: comenzaban a multiplicarse los centros de estética, se incorporaban nuevas medicinas y surgieron nuevas problemáticas de salud referidas al culto del cuerpo; puesto que no se trataba de un cuerpo que desbordaba en salud, muy por el contrario, se aproximaba a la extrema delgadez. Así, poco a poco, las modas sociales comenzaron a pregonar a la “gordura” como enfermedad y a la “delgadez” como modelo de la categoría normalidad, etiquetando como patológico o anormal lo que en otro momento no lo fue.
Entonces, surge la inquietud que se pretende abordar y demostrar en el presente trabajo: Los medios masivos de comunicación en función con la economía de la industria de la moda privilegiaron un modelo anormal de belleza femenino de extrema delgadez sometiendo a las mujeres a un descontrol de tratamientos y dietas alimenticias, propiciando el nacimiento de enfermedades como la anorexia y bulimia.
En principio, describiremos brevemente cómo fue concebido este modelo corporal y qué implicancia puede tener en la progresiva distorsión de la primitiva figura femenina que hoy está en plena vigencia. Luego, abordaremos las problemáticas que surgieron a raíz de invadir el cuerpo con una multiplicidad de tratamientos dietéticos o estéticos, así como también los trastornos alimenticios que contrajo este tipo de obsesión por una anormal delgadez corporal. Finalmente , nos enfocaremos en cuál fue el tratamiento que le dieron los medios a estas problemáticas de salud en referencia a las agencias publicitarias y su propagación mediática.
Concebir el cuerpo como un mandato social
Sin lugar a dudas, el cuerpo nos representa, habla por nosotros mismos, no sólo en momentos de debilidad, cuando estamos enfermos, si no que a través de nuestra imagen corporal junto a la ornamentación, vestimenta, maquillaje, perfume, etc. nos catalogamos en distintas clases sociales, con un estilo moderno o fuera de moda, por el aspecto exterior intentan diferenciar nuestros inclinaciones sexuales. En palabras de Turner (1994, p.5) “El cuerpo ofrece una superficie apropiada para exhibir públicamente marcas de posición familiar, rango social, afiliación tribal y religiosa, edad y sexo”[1].
A partir de esa idea de Turner, uno supone que el cuerpo junto a la imagen que representa, sirvió como “escudo” a la mujer para posicionarse y acompañarla en sus logros por la autonomía, los derechos a la igualdad y los avances por condenar toda clase de violencia de género. No obstante, uno podría replantearse que si en ese afán de lucha por la femineidad se propuso también desligarse de todo lo relacionado con su pasado en concepto de ornamentación así como también las formas curvilíneas femeninas de las mujeres voluptuosas con sus formas redondeadas, tan bien pintadas en los cuadros y poetas del Renacimiento. “ El cuerpo femenino se ha emancipado con holgura de sus antiguas servidumbres sexuales, procreadoras o vestimentarias” (Croci, Vitale, 2000, p.149)[2].
El hecho es que si logró desvincularse de las presiones “machistas” hacia la figura femenina vista como un objeto sexual, se vio envuelta en otras más exigentes: “ ...la vemos sometido a presiones estéticas más regulares, más imperativas...”(2000, p. 149)[3].
Hay que tomar en cuenta, que también se modificó el concepto o los valores que relacionaban desde las primeras sociedades al cuerpo femenino con la maternidad. La mujer estaba destinada a casarse, a satisfacer las necesidades sexuales del marido, a procrear, más tarde, al cuidado de la casa, de sus hijos e incluso de su educación. A partir de la independencia, el éxito profesional y social, las prácticas anticonceptivas, confeccionó un cambio que borró la primitiva relación que tenía con el aspecto físico.
Por todo lo dicho anteriormente, se podría decir que el físico, en este caso el femenino, actúa como “un otro yo”, se debate una especie de bipolaridad interior, mente-cuerpo, y en esa fórmula binaria, se da una relación de poder, en donde el cuerpo es un ente sumiso, lo obligamos para que nos represente de dos formas, o sea, anormalmente en la realidad y adecuadamente en un determinado ámbito o combate, hace las veces de súbdito, debe obedecer, tenemos autoridad sobre él y como en un campo de concentración, lo sometemos a ejercicios diarios, a dietas estrictas, a dañinos hábitos de alimentación.
Subrayemos que el filósofo Michel Foucault (2000) estudió las consecuencias del poder sobre el cuerpo y lo coloca como ente político en el centro del escenario, asegura que dicho cuerpo está inmerso en un campo político donde las relaciones de poder que operan sobre él, le obligan a efectuar unas ceremonias y le exigen unos signos, se refiere a los cuerpos dóciles, ya que pueden ser sometidos, utilizados, transformados y perfeccionados; realiza una analogía con la ejercitación de un soldado del siglo XVII.
Tanto el cuerpo como la mente se complementan. Si bien uno recibe el mandato interno de su propio cuerpo, es éste el que impera, el no estar satisfecho con nuestro propio gusto físico, el sentirnos fuera de cualquier canon, marginados de la moda hace que repercuta en lo más íntimo de nuestra personalidad. Entonces, podríamos advertir que para promover la extrema delgadez , este modelo de imagen corporal femenina de extrema anormalidad, se utilizan mecanismos de poder que rigen una verdadera batalla interior, una mente poderosa y un cuerpo dócil que obedece pero que también a veces se rinde, declina y muere.
La moda social y los trastornos alimenticios
Desde un principio, a medida que la industria de la moda imponía este nuevo modelo delgado, se iba desentendiendo de los problemas de salud que las pacientes comenzaban a manifestar. En otras palabras “ la industria persuadió a las mujeres que eran ellas las pacientes enfermas(....)se multiplicaron tratamientos, cirugías plásticas, inyecciones de siliconas, liposucción, ... “(Croci, Vitale, 2000, p.148)[4]. En algunos casos, se podría decir que, a la inversa, los doctores enfermaron a las pacientes, demás está decir que muchas de estas “soluciones” trajeron graves complicaciones, mujeres disconformes que se sometían a nuevas cirugías una y otra vez.
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