La filosofía swinger

Son las 10 de la noche, y el lugar, ubicado en la colonia Doctores, comienza a recibir algunas parejas y personas solitarias. Desde afuera parece una casa más, pero una vez que se atraviesa la puerta principal (después de pagar una cuota, claro está) los más avispados podrán percatarse inmediatamente de que se trata de un bar swinger.

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A primera vista es como cualquier otro bar, con música, bebidas y uno que otro show de baile. Pero conforme avanza la noche y después de unas cuantas copas, las miradas comienzan a cruzarse y las sonrisas coquetas, a aparecer. Entonces, después de establecer contacto visual con alguien durante más de 10 segundos, la pregunta inevitable llega: “¿Quieres intercambiar?”. Si dices que sí, tienes dos opciones: dirigirte a alguno de los cuartos privados del lugar, o bien, irte a otro lugar.

La práctica swinger, o el intercambio de parejas para sostener relaciones sexuales, ha vivido un resurgimiento en la última década. Según cifras de la Asociación Nacional de la Industria de Discotecas (ANIDICE), hace ocho años existían en la capital mexicana únicamente dos bares swinger; actualmente hay más de 45, aunque la mayoría opera en la clandestinidad. La gran mayoría de asistentes a estos lugares son parejas mayores de 30 años y menores de 50.

La filosofía swinger

Contrario a quienes desean tener varias parejas simultáneas (que a veces se llaman a sí mismos “poliamorosos”), los swingers no requieren salirse del esquema de la monogamia. Novios, recién casados o parejas con muchos años de matrimonio han intentado esta polémica práctica. Algunos de quienes la han llevado a cabo afirman que en toda relación, por más estable y satisfactoria que sea, siempre existirá el “gusanito” de vivir experiencias íntimas con alguien más. Así pues, para ellos este intercambio sexual consensuado es una forma de sincerarse y de evitar estar con otra persona a escondidas.

Opiniones divididas

Algunas personas piensan que esta práctica puede ser un medio para reforzar los lazos de pareja, al crear complicidad y dejar a un lado los celos. “Una probadita de este mundo te da para fantasear mucho tiempo, y también para valorar lo que tienes”, explica Mario, de 36 años, quien ya ha experimentado el intercambio de parejas.

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Otras personas no están cerradas a hacerlo en un futuro. “Yo no lo haría en este momento de mi vida, pero quizá más adelante sí desee experimentarlo”, explica Martina, bailarina profesional de 31 años. “Creo que si las parejas encuentran placer, diversión y seguridad en sus relaciones de maneras no convencionales, es totalmente aceptable. El placer no tiene un solo rostro, y cada persona lo encuentra de diferente forma”.

Pedro, de 32 años,

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