La nueva imagen del mundo
Enviado por Erica Gimenez • 19 de Marzo de 2022 • Trabajo • 1.693 Palabras (7 Páginas) • 136 Visitas
La modernidad, implicó una ruptura con los supuestos sobre los cuales se fundaba la vida social en Europa a fines de la Edad Media, la que, debido a los profundos cambios económicos y científicos-técnicos, se iba transformando. A la par de la crítica del viejo mundo, significó la construcción de nuevas subjetividades, de nuevas formas de conocer y de ser en el mundo. Durante los siglos XVII y XVIII y mediados del siglo XIX, el principal objeto de reflexión de la filosofía era el conocimiento, pero también el poder político.
La modernidad se gestó en Europa entre los siglos XVII y XVIII, el conocimiento siempre geopolíticamente situado, está condicionado por las relaciones de poder, no sólo de poder al interior de una misma sociedad, sino también entre distintas sociedades y Estados.
Hablar de la misma implica necesariamente hablar de un pensamiento dominante y un pensamiento emergente, gestado en los territorios conquistados como principios de las revoluciones burguesas, las luchas por la independencia, inspiradas en pensadores como Diderot, Montesquieu, Rousseau y Voltaire.
Walter Mignolo (2001) sostiene que hablar de modernidad desde América Latina, implica hablar de la “colonialidad del ser”. No se trató de la conquista de un territorio solamente, sino también de la conquista cultural, tendientes a la configuración de las subjetividades requeridas por el capitalismo.
La nueva imagen del mundo.
La Modernidad europea tuvo como antecedente cultural el Renacimiento europeo, caracterizado por el avance inédito de la ciencia y el humanismo o retorno a la tradición clásica (grecorromana) en el arte.
Se pueden destacar tres grandes cambios o rupturas con respecto a la visión dominante: el cambio del geocentrismo por el heliocentrismo, de una concepción orgánica del mundo por una concepción mecánica y del teocentrismo por el antropocentrismo.
En la Edad Media imperaba la concepción geocéntrica del universo, según el cual, la Tierra era el centro del universo único, finito y esférico. Esta concepción era coherente con la doctrina cristiana del universo y del hombre.
En 1543, Nicolás Copérnico postuló el heliocentrismo, basado en la concepción de la teoría copernicana, postuló, el Sol como centro del universo, heliocentrismo significó así un quiebre de la cosmovisión dominante, al poner en duda el carácter irrefutable de las verdades consagradas.
En el contexto del capitalismo mercantil emergente. Los viajes de conquista también contribuyeron a la ruptura de la concepción geocéntrica del mundo.
Hacia mediados del Siglo XVI, Giordano Bruno sostuvo la infinitud del espacio y la existencia de innumerables sistemas solares. Estas ideas se estructuraron en torno a supuestos organicistas, ya presentes en Platón, y panteístas.
Posteriormente, las investigaciones de Newton y la filosofía racionalista de Descartes, contribuyeron a reemplazar la imagen orgánica, por una imagen mecánica del mundo, concebido como una máquina, formado por materia regida por leyes matemáticas. La ruptura con la concepción geocéntrica, sirvió de fundamento para una nueva forma de comprensión de lo real.
Durante la Edad Media, la Iglesia romana ejercía el poder, la génesis y el funcionamiento del mundo se explicaban por la existencia de Dios, el cual constituía el centro de la vida humana. Ese mundo sacralizado –y su sentido– se quiebran con la Modernidad, dominada por la razón científica, que generó en el hombre una sensación de poder, dicho quiebre condujo progresivamente a un proceso de secularización, donde la razón se constituyó en el tamiz por el cual debía pasar todo conocimiento pretendidamente verdadero; se trataba de una separación de lo afectivo y de lo trascendente.
El reconocimiento de la capacidad de conocer del hombre, lo ubicó en el centro del universo. Se produjo así, el proceso que se conoce como paso del teocentrismo al antropocentrismo.
Todos estos procesos fueron complejos, contradictorios y conflictivos en términos políticos y sociales. En el siglo XVI, se produjo la Reforma Protestante, encabezada por los teólogos Juan Calvino y Martín Lutero. El avance de la ciencia incidió también en el pensamiento político. La Modernidad coincidió con el desarrollo del proyecto de la burguesía emergente, la misma es sinónimo de utopía, basada en la convicción de que el hombre es capaz de conocer y transformar el mundo gracias a la razón, también es una forma de racionalidad, que acuñó la crítica del mundo y de sí misma.
La nueva concepción del conocimiento.
En su concepción clásica, la ciencia se concebía como saber inútil, como especulación o reflexión no orientada a la aplicación práctica. En Grecia, donde la ciencia se desarrolló en estrecha dependencia de la filosofía, esa concepción elitista del conocimiento, su búsqueda era patrimonio exclusivo del hombre libre, mientras las actividades manuales, consideradas inferiores, eran propias de los esclavos.
La concepción clásica de la ciencia comenzó a ser cuestionada en el Renacimiento, en la práctica, se mantuvo la división propia de la concepción antigua.
En el siglo XVI, debido a la demanda de la incipiente industria, las ciencias de la naturaleza, alcanzaron un status superior, gracias a la utilización de la observación controlada y la experimentación para la especulación teórica, orientada a la aplicación técnica industrial. En el siglo XVII, los postulados de Galileo contribuyeron al desarrollo de la ciencia experimental.
Los cambios socioculturales y la necesidad de transformación de las estructuras políticas.
El desarrollo de la nueva industria se producía en clara contradicción con las estructuras políticas que conservaban rasgos del sistema feudal. En Inglaterra, esto generó la emergencia de movimientos revolucionarios que lograron la constitución de un parlamento.
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