La trama de la novela "Еl Sexta"
Enviado por 70118586 • 23 de Agosto de 2014 • Resumen • 3.157 Palabras (13 Páginas) • 419 Visitas
“EL SEXTO”
Nos trasladaron de noche. Pasamos directamente por una. puerta, del pabellón de celdas de la Intendencia, al patio del Sexto. cargábamos nuestras cosas. Yo llevaba, un delgado colchón de lana; era de los más afortunados; otros sólo tantán (razadas y periódicos. Marchábamos en fila. Abrieron la reja con gran cuidado, pero la hicieron chirriar siempre, y cayó después un fuerte golpe sobre el
acero. El ruido repercutió en el fondo del penal. Inmediatamente se oyó una. voz grave que entonó las primeras notas de la "Marsellesa aprista", y luego otro. que empezó la "internacional", linos segundos después se levantó un coro de hombres que cantaban, compitiendo. ambos himnos. Ya podíamos ver las bocas de las celdas; ¿Por que no cantaron los que veníamos? le pregunté. ¿No sabe? Por lo del Prefecto... Hace como un año mandó sacar a los presos que habían llegado al Sexto; a la noche siguiente los hizo escoger por lista, los hizo formar acá abajo, en el patio, junto a los excusados. Les amarraron las manos atrás. Y los soplones les embarraron la boca con el excremento de los vagos. Pero dicen que está tranquilo ahora, de patrón de haciendas en el mero norte. SI le dije. No se trata de él ¿no es cierto?
AI amanecer del día siguiente escuche una armoniosa voz de mujer; cantaba muy cerca de nuestra celda. Me puse de pie. Cámac sonreía. Es "Rosita" me dijo, es un marica ladrón que vive sola en una celda, frente de nosotros. ¡Es un valiente! Ya la verás. Vive sola. Los asesinos que hay aquí la respetan. Ha cortado fuerte, a muchos. A uno casi lo destripa. Es el quien canta. Ella es, pues, mujer. del mundo lo ha hecho así, Si hubiera nacido en uno de nuestros pueblos de la sierra, su madre le hubiera acogotado. ¡Eso es maldición allá! Ni uno de ellos crece. En Lima se pavonean. Tendrá, pues, las dos cosas, pero lo que tiene de hombre seguro es mentira; le estorbara. Y aquí canta bonito. ¿Qué dices? Cantaba el vals "Anita ven": lo entonaba con armoniosa y cálida, voz. " ¿Es ladrón? pregunté. Famoso, como Maraví y "Pate' Cabra". es grande entra los ladrones. Por eso asta aquí y no lo sueltan. En ese instante oímos ruidos de fieros, lejos. Están abriendo las Celdas dijo Cámac. Mejor nos levantamos. Rosita" dejó de cantar; la llovizna que caía al angosto aire del Sexto, marcando cada gota pequeñísima de la garúa, sobre el cemento manchado, casi mugriento del muro, se hizo más patente; la voz de mujer la había difuminado; ahora se agitaba; me recordaba la ciudad. Nubes oíamos cantar a las aves sin verlas, ni ver los árboles donde solían dormir o descansar al .medio día El canto animaba al mundo así escondido; nos lo aproximaba mejor que la luz, en la cual nuestras diferencias se aprecian tanto.
Lima bajo la llovizna, a pesar de su lobreguez, me aproximaba siempre, algo a la plaza nublada de mi aldea nativa. Me sorprendió, por eso, que la garúa hubiera cambiado de naturaleza al canto de mujer oído allí, entre los nichos del Sexto. Y mientras Cámac intentaba comprender el sentido de mi pregunta y de mi pensamiento un grito prolongado se oyó en el Sexto; la última .vocal fue repetida con voz aguda, es "Puñalada" me dijo Cámac, Está llamando a Osborno, El grito se repitió. Tenia la fecha la expresión del maleante típico. Volvió a gritar. Pero su voz parecía tener mas potencia en el fondo del penal que allí, a cielo abierto.
Desde esta reja él controla el ingreso de la coca, del ron, de los naipes, de las yerbas y de los nuevos presos: los escoge. Son peor que los indios, estos ladrones de la costa. Usan yerbas para maleficios, y chacchan poca, mas que un brujo de la sierra me dijo Cámac, siempre en voz baja. Es negro seguía mirándonos ¡veámonos! dijo Cámac. Me quedaré le dije.
Has hablado mucho, compañero - dijo un hombre viejo, al vernos pasar. Estaba enfrente en, la otra fila de celdas. El hombre viejo apuró el paso, y nos alcanzo, por el último puente. ¿Este es el compañero nuevo? preguntó. SI le dije. Has hablado mucho, Cámac; los he estado observando, cierto contesté, ha hablado mucho. No debiera quedarse con un nuevo. Procuramos tenorio solo. Lo cuidaré le dije. Hagamos la prueba. Me di cuenta que Cámac estaba enfermo, que por eso le asaltaban las cosas y los pensamientos con exceso de hondura. Señor le dije al viejo. Que él se recuente sobre mi cama. El tiene un colchón de paja con periódico; el mío es de lana, muy bueno. Cámac me miró y aceptó de inmediato, Se echó sobre mi cama. Le puse la almohada a la espalda. El viejo me tendió la mano. Sólo por un rato Comprendí que temía, pasó una de sus manos sobre la frente de Cámac; lo examinó, sorprendido, mirándolo.
Cerca de la puerta de nuestra celda me apoyó en las barandas de fiero, y no pudo examinar las cosas con la tranquilidad necesaria. De pie, miró el" fondo del penal, y mientras la hirviente multitud de los vagos y criminales que deambulaban en el patio bajo murmuraba en desorden, pensó en mi compañero de celda. Nadie me interrumpió; no se ocupaban de mi los presos políticos del tercer piso. Volví a sentirme nuevamente como en una pequeña y absurda ciudad desconocida, do gente atareada y cosmopolita. Así, toda mi razón y mi y sentimientos volvieron hacia mi compañero de celda. LA luz del crepúsculo iluminaba, los inmensos nichos. Porque la prisión del Sexto es exactamente como la réplica de algún "cuartel" de] viejo cementerio de Lima. El Japonés observó, anhelante, que los huecos de los antiguos wáteres estaban desocupados: buscó con la vista a "Puñalada", a Maraví, al "Colao" ya "Pate' Cabra". No estaban afuera, en el pasadizo.
Porque eran oblicuas sus ojos, negros y con ojeras que le daban aún más negrura.
El y mi compañero de celda, Cámac. eran comunistas."Mok'ontullo" era aprista.
Entre la gran reja de acero y las celdas de la prisión había un patio. Cuando construyeron el penal, instalaron los servicios de desagüe seis wáteres y un botadero al lado izquierda del patio, Pero loa presos arrancaron poco a poco la madera que formaba una cortina delante de las tres filas de tazas; luego despostillaron, y rompieron los wáteres. Los guardias demolieron los restos a golpe de martillo. Se creyó que ÍQ sustituirían con otros de cemento, pero no pusieron "nada; dejaron solo los huecos abiertos. Allí defecaban los presos comunes, a cuerpo limpio. Los políticos tentamos una ducha y un wáter en el tercer piso. Éramos más de trescientos; y hacíamos cola todo el día ante la ducha y el wáter.
"Puñalada" subió al secundo piso. Nunca lo había hecho antes. Dejó en la gran puerta a uno de sus "paqueteros"
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