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Las Rebeliones


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2013  •  9.047 Palabras (37 Páginas)  •  415 Visitas

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REBELIONES Y CONSPIRACIONES CRIOLLAS:

Introducción

La independencia de Hispanoamérica es un proceso muy complejo, lleno de matices y contradicciones.

La lucha por la independencia fue impulsada por ideas revolucionarias nacida en Europa: La ilustración.

En este proceso participaron todos los grupos sociales y cada grupo tenía intereses específicos que muchas veces se contraponían. El pueblo Hispanoamericano luchaba por algo mas que una simple independencia política de España, sus aspiraciones eran tan grandes como sus esfuerzos. El pueblo aspiraba a destruir el sistema de explotación colonial y las injustas relaciones de propiedad como el latinfundismo.

Cuando las guerras de la independencia terminaron, los criollos se convirtieron en los nuevos señores de América.

Las rebeliones y conspiraciones criollas fueron manifestaciones políticas dirigidas por los criollos contra la monarquía absolutista española. En las rebeliones criollas de clara tendencia separatista participo activamente el pueblo peruano.

La ilustración fue un movimiento cultural y político francés que concedía mayor poder a la razón como derecho natural contra la monarquía.

REFORMISMO CRIOLLO

Los criollos nunca fueron una clase social homogénea, existían criollos de clase media y criollos empobrecidos. El sector criollo poderoso propuso reformas al sistema colonial que había sido alterado en sobre manera por las reformas borbónicas; pero sin cuestionar la monarquía española.

Toribio Rodríguez de Mendoza

Nacido en Chachapoyas, inicio sus estudios en Trujillo y los continuó después en Lima donde se graduó de abogado, sacerdote y teólogo.

Se esforzó por modernizar la enseñanza superior, introduciendo programas de estudio y autores modernos.

Las generaciones formadas en San Carlos por Rodríguez de Mendoza fueron las que después actuaron activamente en favor de la independencia criolla.

José Baquíjano y Carrillo

LA INDEPENDENCIA

INTRODUCCIÓN. Libertad, Orden y Progreso fueron las tres palabras mágicas que movieron el siglo XIX. Libertad fue la primera en el tiempo y la que tuvo mayores resonancias propias. Por lograrla se sacrificó una generación entera y su resultado fue la Independencia. Orden fue la segunda, pues se puso de moda entre los años 1830 y 1850. Traía ecos coloniales y entró en conflicto con la primera. Por imponer el Orden se sacrificó la Libertad en no pocos lugares. Orden fue, además, una palabra ambigua, que servía para implantar el centralismo o el sistema federal, la constitución o el movimiento anticonstitucional, el autoritarismo o la tiranía.

Mediado el siglo, la palabra que se impuso fue Progreso, que venía a ser sinónimo de ferrocarriles, líneas telegráficas, vapores y caminos. El Progreso era algo foráneo que hubo que pagar a un precio muy elevado y que sólo fue posible implantar donde había Orden y, a menudo, poca Libertad.

Los ideólogos iberoamericanos agotaron sus esfuerzos por hacer compatibles las tres palabras emblemáticas del siglo y al cabo comprendieron que la primera de ellas, Libertad, era casi imposible de hermanar con las otras dos.

La característica administrativa de los Borbones fue dividir Hispanoamérica en numerosas islas administrativas vinculadas a la metrópoli, lo que facilitaba la explotación económica y evitaba el peligro de una unificación de las Indias frente a la Península. Una revolución antiespañola en el virreinato del Perú durante el siglo XVII habría supuesto el enfrentamiento de toda Sudamérica con Madrid, pero en la centuria siguiente Lima no tenía absolutamente ninguna potestad sobre el Río de la Plata ni sobre el Nuevo Reino de Granada.

Los habitantes de Hispanoamérica ya habían dado claras muestras de estar dispuestos a tomar las armas en defensa de los intereses regionales antes de sentir la gran arremetida de las reformas borbónicas tras la guerra de los Siete Años. Así encontramos una serie de levantamientos, y entre los más significativos, aunque fue poco cruento, la citada revuelta ciudadana de Quito (1765).

Los movimientos que estallaron quince años después en Nueva Granada y Perú poseían muchas de las características de la rebelión quiteña. Éstos sirvieron para recordar a la Corona que, incluso en la era de la intensificación del absolutismo, en la práctica su autoridad no podía sobrepasar ciertos límites.

Por otra parte, en las últimas décadas del siglo XVIII, los criollos fueron adquiriendo cada vez más conciencia de sí mismos como grupo, a medida que aumentaba su prosperidad y se ensanchaba la distancia que les separaba de los peninsulares. Aunque las reformas de la administración traían la promesa de un mejor gobierno, no pudieron satisfacer a los criollos, ya que se les negaba el acceso al control de éste, pese al preeminente lugar socioeconómico que ostentaban.

Los criollos, aunque había algunas excepciones, tenían que contentarse con puestos de menor importancia, y si alguna vez se les concedían cargos de más categoría, habían de desempeñarlos en partes del Imperio muy alejadas de su tierra natal. Esta situación constituía una afrenta intolerable para el orgullo criollo.

Cuando el Gobierno Central se percató del peligro y quiso conjurarlo nombrando intendentes criollos, lo que hizo en diversas zonas a partir de 1810, el problema no tenía remedio, pues era evidente que este poderoso colectivo no estaba dispuesto a aceptar simplemente una participación en la administración. Ahora querían invertir la situación anterior y ser ellos quienes ejercieran el gobierno de América.

Por tanto, tras las causas de los movimientos independentistas de Hispanoamérica se encuentra el resentimiento y las aspiraciones de los criollos: resentimiento por impedírseles participar en la administración, y aspiraciones de excluir a los españoles del gobierno de «sus» territorios.

En toda Hispanoamérica la sociedad del siglo XVIII -básicamente rural- está compuesta en gran medida por indios, sometidos a una gran presión tanto por parte de la Corona, como por los hacendados, mineros y mercaderes, todos ellos mayoritariamente criollos, deseosos de integrar a los indios en la economía de mercado para así explotarlos como mera mano de obra. Como consecuencia de esto había una violencia endémica, caracterizada por continuos disturbios, actos de resistencia, asesinato de funcionarios, etc.

Por otro lado encontramos entre la minoría criolla, económicamente dirigente, y la gran mayoría esclava, un gran espacio ocupado por un número cada vez mayor de individuos inseguros, básicamente mestizos, que proporcionaron la materia prima necesaria para las rebeliones

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