Las antorchas brillaban y titilaban en lo alto de las torres del Palazzo Vecchio
Enviado por julietteadler • 18 de Febrero de 2013 • 422 Palabras (2 Páginas) • 627 Visitas
Capítulo 1
Las antorchas brillaban y titilaban en lo alto de las torres del Palazzo Vecchio y el
Bargello, y tan sólo unos pocos farolillos destellaban en la plaza de la catedral, algo
más hacia el norte. Algunos más iluminaban los muelles a lo largo de las orillas del
río Arno donde, por tarde que fuera para una ciudad en la que la mayoría de la gente
se retiraba a su casa con la llegada de la noche, se distinguían entre la penumbra
unos cuantos marineros y estibadores. Algunos de los marineros trabajaban aún en
sus barcas y botes, apremiados para llevar a cabo las últimas reparaciones de los
aparejos y enrollar debidamente los cabos sobre las cubiertas oscuras y recién
fregadas, mientras que los estibadores se apresuraban arrastrando o cargando bultos
para encerrarlos en la seguridad de los almacenes cercanos.
También en las tabernas y los burdeles centelleaban las luces, pero muy poca
gente rondaba por las calles. Habían transcurrido siete años desde que Lorenzo de
Medici, que por aquel entonces contaba veinte años, fuera elegido para gobernar la
ciudad, trayendo con él al menos cierta sensación de orden y tranquilidad a la
intensa rivalidad reinante entre las principales familias de banqueros y mercaderes
que habían convertido Florencia en una de las ciudades más ricas del mundo. A
pesar de ello, la ciudad no había dejado de estar en constante ebullición, pues las
facciones luchaban sin cesar por hacerse con el control, algunas de ellas cambiando
sus alianzas, otras manteniéndose siempre como enemigos eternos e implacables.
Florencia, en el año del Señor de 1476, incluso en una noche de primavera
impregnada por el dulce olor del jazmín, cuando casi era posible olvidar el hedor del
Arno si el viento soplaba en la dirección adecuada, no era el lugar más seguro para
pasear después de la caída del sol.
La luna había aparecido en un cielo azul cobalto, dominándolo por encima de una
multitud de estrellas que lo acompañaban. Derramaba su luz sobre la plaza donde el
Ponte Vecchio, sus abarrotadas tiendas a oscuras y en silencio ahora, se unía con la
orilla norte del río. Su luz descubrió también una figura vestida de negro, de pie sobre
el tejado de la iglesia de Santo Stefano al Ponte. Un joven, de tan sólo diecisiete
años, pero alto y orgulloso. Examinando con concentración la vecindad, se llevó una
mano a la boca y silbó, un sonido leve pero penetrante. Como respuesta, primero
uno, luego tres, después una docena, y por fin un mínimo de veinte hombres, jóvenes
como él, vestidos de negro en su mayoría, algunos con capuchas o sombreros de
color rojo sangre, verde o azulón, todos con espadas y dagas al cinto, emergieron
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