Las culturas italiana y argentina
Enviado por Camilo Bottino • 6 de Febrero de 2023 • Monografía • 2.090 Palabras (9 Páginas) • 55 Visitas
"La cultura italiana y la argentina"
por Pepe Muñoz Azpiri
A Vito de Palma y los amigos de "Fratelli d´Italia"
En estos tiempos de globalismo y confuso cosmopolitismo rioplatense ¿Cuál es la influencia de la cultura italiana en la Argentina? ¿Ha gravitado ésta en la historia de nuestro espíritu? En gran parte sí, sea por acción directa o indirecta, a pesar de la omnipresente cultura afrancesada de las élites hispanoparlantes. Alfieri, Filangieri y Mazzini fueron leídos por nuestros hombre de Mayo o de la generación romántica. Beccaría y Francesco Carrara han sido maestros intensamente estudiados por nuestros tratadistas del positivismo; igualmente Lombroso, Dino Campana, el Hölderlin italiano, acunó fantasías y maduró su angustia en la pampa. Los estudios humanistas, olvidados con el advenimiento de la independencia - los próceres de la emancipación, sin embargo, educados en Universidades teológicas, conocían profundamente el latín -,volvieron a conformar el sentido de nuestra cultura a finales del siglo XIX, merced a latinistas y helenistas peninsulares. Muchas de estas huellas fueron rastreadas por la revista de letras "Nosotros", en 1933, al referirse al tema de la influencia espiritual italiana en nuestro país. No es ocioso recordar aquí que tal insuperable vínculo de cultura fue inspirado y dirigido por un nativo de Lucca, el profesor y académico Roberto F. Giusti, una suerte de primado de la crítica literaria argentina.
No quiero afirmar con esto que Italia haya contribuido a forjar el pensamiento argentino. No. Nuestras ideas son hijas de la tradición española y los aportes francés y angloamericano, aplicados a la acción social. El pensamiento puro apenas ha tenido ocasión de manifestarse entre nosotros (la entera "América Latina" no ha producido hasta el momento ningún filósofo fuera de Vasconcelos y Enrique José Varona). Algo parecido sucedió en la Italia del siglo XIX conmovida por los ideales y luchas del "Risorgimento". Cuando hay que rescatar y organizar un país poco tiempo puede disponerse para la especulación "in abstracto". Pero fueron italianos quienes iniciaron entre nosotros los estudios artísticos, didácticos e inclusive científicos. La influencia italiana de la cultura argentina ha sido instrumental, de métodos, antes que de ideas. No creemos, por ello, que haya sido menos meritoria o fecunda. Para pensar, ya lo enseñó Descartes, maestro de Occidente, lo primero que se necesita es contar con un método.
Itala gente...
Un italiano, Carlo Molina, fue el primero en organizar en Buenos Aires los estudios de física experimental y ciencias naturales, Ottavio Fabrizio Mossotti, egresado de la Universidad de Pavía, y más tarde Bernardo Spelluzzi, Emilio Rossetti y Pellegrino Ströhel, todos italianos, continuaron con la obra de Molina. Mossotti fue maestro de astronomía de Vicente López y Planes, autor del Himno Nacional, según narra el hijo de éste en su autobiografía. Tenía instalado un pequeño observatorio científico en la torre de la Iglesia de Santo Domingo, de Buenos Aires.
Pietro de Angelis, por su parte, colaborador y consejero de Rosas, inicia en nuestro país los estudios historiográficos y funda prácticamente una metodología para la interpretación de los documentos argentinos. De Angelis examina además el tema de la política internacional en relación con los intereses argentinos con tal poder de convicción y síntesis que lo convierten también, cronológicamente hablando, en el primero de los internacionalistas locales. La revista que dirigió durante doce años "Archivo Americano y Espíritu de la Prensa en el Mundo" no ha podido encontrar sucesora en la bibliografía nacional; nada comparable se ha podido editar desde el año 1852 en que dejo de aparecer.
Tarnassi, Prochietti, Martini y el ya citado Capello, fundan prácticamente nuestra escuela humanística. Florentino Ameghino, nativo de Génova, crea toda una paleontología que en su hora conmueve los cimientos del edificio alzado por un Broca o un Virchow. Arquitectos, pintores y escultores italianos influyeron decisivamente sobre las artes plásticas del siglo XIX, y sus obras y enseñanzas orientan la vocación de varias generaciones de artistas locales que estudian en academias italianas o reciben inspiración de modelos peninsulares. Un italiano construye el Cabildo; otro, la catedral de Córdoba. La Casa Rosada, residencia del gobierno, el Congreso, los Tribunales, el Teatro Colón, el Departamento de Policía, la Avenida de Mayo son obras de arquitectos italianos. Señalemos, entre ellos, a Canale, Arnaldi y Buzchiez. Italianos fueron también nuestros instrumentistas y profesores de música y a éstos e deben la generalidad de nuestras marchas patrióticas o militares. Para la Argentina Italia es el único e indisputado "país del Arte".
La letras
En cambio, la influencia que citamos no ha sido considerable en nuestra literatura. El siglo de Manzoni y Leopardi no ha gravitado sobre nosotros. No obstante ello, estudios, traducciones y comentarios se publicaron en el país, acerca de los grandes artífices de las letras italianas, desde Dante y Bocaccio y desde Vico a Leopardi. Ungaretti y Palazzeschi fueron poetas estudiados y traducidos por los "martinfierristas" (grupo renovador de nuestras letras que se agrupó en torno a la publicación "Martín Fierro"). Leopoldo Lugones se inspiró en Pascoli para componer "El libro de los Paisaje", y Enrique Banchs, en Petrarca para escribir algunos de sus sonetos. Cuando oigo decir además que Petrarca representa un momento de la cultura de Occidente quiero recordar que Pedro de Mendoza, que fundó Buenos Aires con los despojos de Roma, según los cronistas de la Conquista., traía un ejemplar del "Canzoniere" al arribar al Plata. Aún antes que la fundación cobrase asiento el fantasma de Madonna Laura, la musa y amor perenne de Petrarca, comenzó a pasear por las riberas del Riachuelo de los Navíos en la misma forma en que lo hacía por las orillas del río del "Trionfo della Morte". Algo enternecedor y patético, algo parecido a la vida y la muerte de Laura, al "Deh, dimmi s´il morir é si gran pena", alienta en la atmósfera trágica del primer nacimiento de la metrópoli del Plata.
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