Las motivaciones sexuales
Enviado por julys22 • 9 de Agosto de 2013 • Ensayo • 477 Palabras (2 Páginas) • 389 Visitas
ensayo juventud en éxtasis
LAS MOTIVACIONES SEXUALES.
Hechizado por las bellas y voluptuosas formas de Joana, la miraba de hito en hito departir
con sus amigas a unos metros de distancia.
Ocasionalmente giraba la cabeza para asegurarse de que su corpulento galán no llegara. Tal
vez había terminado con él y ahora estaba disponible... Apreté la mandíbula enérgicamente.
No debía hacerme ilusiones. El hecho de que la chica más agraciada de la escuela hubiera
asistido sola a la fiesta de fin de curso semestral y que por coincidencia tampoco yo fuese
acompañado no significaba que el destino quisiera nuestra unión. Con todo, la ansiedad
invadió mi cuerpo, como me ocurría siempre que vislumbraba la posibilidad de una
aventura sensual.
Cursaba el cuarto año de la carrera de odontología y me consideraba un verdadero experto
en placeres corporales. Había aprendido (después de no pocos insultos y bofetones) a
seducir mujeres con sobrada destreza. Era capaz de oler las posibilidades de un encuentro
íntimo y, cuando echaba el ojo a una joven, casi siempre lograba conducir mi romance con
ella hasta las últimas consecuencias.
José Luis, el único profesor joven y libertino que se prestó a acompañarnos a esa fiesta de
despedida, al verme solo se aproximó a mi mesa.
—¿Qué te pasa? —espetó dándome un efusivo golpe en la espalda—. ¿Te libraste al fin de
Jessica, la famosa "virginiacasta"? Reí con reserva. En el ambiente universitario los chismes corrían rápidamente y no era de
extrañarse que José Luis estuviera enterado de mis conquistas más importantes. Además era
un profesor amigable, a quien alguna vez me acerqué para pedirle consejos.
—Sí— le contesté —. Terminamos hace un par de días. Tú sabes: Jessica es de esas chicas
que te complacen sólo con la condición de casarse al día siguiente.
—Lo suponía. Y ten cuidado. En esta época hay varios millones más de mujeres buscando
matrimonio que hombres, así que...
Asentí sin contestar. El equipo de sonido había sufrido un pequeño desperfecto y el
ambiente, sin música estruendosa, era propicio para la conversación. Pero no me apetecía
ahondar más en ese asunto con José Luis, a quien, dicho sea de paso, adiviné un poco
alterado por la ingestión de los primeros alcoholes de la velada.
Observé a Joana que se ponía de pie dirigiéndose al tocador. Quise incorporarme para ir tras
ella, pero la presencia de mi profesor de anatomía me lo impidió. Contemplé el
extraordinario cuerpo de mi compañera alejándose. Llevaba un vestido de algodón
extremadamente ceñido, como los que usan las bailarinas de ballet, con un amplio escote en
la espalda
...