Lo específico femenino en la antropología de Edith Stein

III. Lo específico femenino en la antropología de Edith Stein

 Un primer aspecto que se desprende de su visión antropológica, es la igualdad entre varón y mujer. Dos modos de ser persona, dos expresiones de una común humanidad. Se podría exagerar y actuar en contra de la dignidad humana, apelando a un extremado principio de igualdad, en el que se pierde el equilibrio, cuando se confunden igualdad (de dignidad, de derechos y de oportunidades) con disolución de la diversidad. Podemos decir, que nadie está determinado solamente por el sexo: además de ser hombre o mujer, posee disposiciones y aptitudes propias que le confieren caso por caso particulares condiciones para la actividad artística, técnica, científica, social, etc.

Su preocupación central sigue siendo la denuncia de la falta de equidad y las injusticias que sufren las mujeres. A través de su experiencia como docente se ha dado cuenta de que no basta con haber conquistado el acceso a la formación profesional, porque las mujeres siguen enfrentando discriminación dentro de la familia, la sociedad, la política, la religión y el trabajo remunerado. Considera que la exigencia de igualdad debe caminar conjuntamente con la reivindicación de la feminidad, entendida como un proyecto abierto, una esencia que consiste precisamente en ser libertad. La igualdad de derechos a que se refiere Stein, no se reduce a una imitación empobrecida de las actividades llevadas a cabo por los varones, sino que reclama la universalización de valores tradicionalmente femeninos como el cuidado del otro/otra, la comprensión, la ternura o la sensibilidad. Por eso considera que la maternidad espiritual constituye uno de los más elevados valores humanos, y no solamente femeninos, pues para ella lo femenino es parte esencial de todo lo humano.

Toda mujer participa de la naturaleza humana, teniendo su feminidad –como diferencia específica– y su carácter y cualidades –como persona  individual–. Esta naturaleza humana, que Stein llama ―genérica‖ –ya que es  compartida con el varón–, junto con la individualidad –es decir, dicho carácter y cualidades–, no son componentes separados de la persona humana

. La vocación de la mujer, por ende, es triple, ya que comprende la vocación humana, la femenina y la individual

Humanamente no existe, para Stein, razón por la cual establecer límites acerca de las labores masculinas como femeninas, pues no hay ningun  límite individual, como sea una enfermedad, por lo tanto capaz de realizar cualquier trabajo: ―no existe ninguna profesión que no  pueda ser llevada a cabo por ninguna mujer. Pero esto no es lo único. Su pensamiento, en este punto superador de la mirada actual del  igualitarismo laboral y de derechos, defiende que las capacidades que son, por  naturaleza, femeninas van a ser las que definan qué profesiones pueden ser de  mayor provecho para la mujer.

La labor extradoméstica es un espacio donde la persona debe encontrar la chance de desplegar su masculinidad o feminidad para mayor crecimiento de su íntegro ser personal. Es  por esto que la mujer hallará mayor identificación y despliegue personal en las  vocaciones profesionales que se basan en ―asistencia, educación, amparo, comprensión empatizadora, que tienen por fin al ser humano en su  totalidad, ya que estas remiten a la especificidad femenina.

una verdadera vocación profesional de la mujer es aquella en que el alma femenina expresa su ser, y que puede ser configurada a través del alma femenina.

Si bien la mujer ha alcanzado el derecho a ser ella misma, a realizarse asumiendo competencias que hace décadas los tenía vedados, y se ha abierto a todas las actividades profesionales y laborales; es importante seguir insistiendo en el reconocimiento de la igualdad y la diferencia entre mujeres y hombres. Somos iguales en dignidad y derechos como personas, y al mismo tiempo somos diferentes. Esa diversidad es riqueza. “Sin duda las mujeres, hoy más que nunca, necesitan tratar de su identidad propia y específica”.

. La autora parte de la '''unicidad" de la especie humana, pero defiende con la misma fuerza la "bipolaridad" a la hora de actualizar este ser humano. Se da  una especie común: el ser humano, y dos subespecies: el ser  del varón y el ser de la mujer. Y así, si por una parte es preciso

poner de relieve las igualdades, las coincidencias del hombre  y de la mujer, por otra, se hace necesario sacar a flote lo  característico de cada uno de ellos. La mujer vive su ser humano de manera diferente a como lo hace el varón. para situar a la mujer en el puesto que le corresponde: ni por encima, ni por debajo del varón, sino a su lado y de manera mutuamente complementaria. Ella dirá que el hombre y la mujer son correlativos dentro  de la especie humana.

Al aproximarnos a la mujer deberá tenerse en cuenta en  primer lugar que es un ser humano y, por consiguiente, dotado  y caracterizado como tal

Stein apostaba por el reconocimiento de la igual dignidad, sin necesidad que la mujer pierda lo genuino de su feminidad; ya que, si se mimetiza con el sexo opuesto, se convierte en un elemento amorfo e inerte

No se trata de  anular diferencias, sino de potenciar lo específico tanto del  hombre como de la mujer, y de descubrir a la vez el carácter complementario de ambos. La igualdad no vendrá por renuncias de lo propio, ni por la vía de la indiferencia o el mutuo  ignorarse; de esta manera se obtendría únicamente la destrucción de lo constitutivo, así como la pérdida del ser.

En el hecho de hallar la mujer su profesión adecuada, ve Edith Stein la garantía de dos procesos de vital importancia; el primero personal, porque mediante ella va afianzando in atropellos ni traumas, de la mejor manera, su naturaleza femenina; el segundo social, porque así se irá logrando un equilibrio comunitario, fruto de una mayor participación en la construcción de este mundo de una de las partes que lo configura en igual medida que su oponente. Una creciente

incorporación de la mujer en las distintas áreas de trabajo.

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