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Los Coristas


Enviado por   •  23 de Octubre de 2012  •  Ensayo  •  3.971 Palabras (16 Páginas)  •  304 Visitas

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es el final lo que se nos revela en el principio: el desenlace de una historia que comenzó en un internado para chicos “difíciles” allá por el año 1949, apenas cuatro años después que la guerra en Europa dejara su tendal de destrucción y muerte, (en el contexto social de penurias y escasez después de la guerra).

Y, sin embargo, no es casual esta revelación puesta al inicio. Acaso porque así como las palabras cuando nombran, no son ingenuas, tampoco las imágenes, una vez editadas, lo son: en la elección de un encuadre, de un plano, de un detalle, hay una idea de algo más general y al mismo tiempo más específico. Que en el inicio se nos revele el destino de dos de los personajes (el de uno de ellos de un modo específico –director de orquesta-) y que ambos hayan logrado construir un proyecto de vida, no tiene, no puede tener, absolutamente nada de casual y menos responder a un acto de ingenuidad, más bien todo lo contrario. Es a partir de este recurso narrativo –el montaje-, que el director expresa su posición frente al acto de educar y nos dice, con imágenes, que la educación es un acto político que habilita unas oportunidades de construir con otros y a la vez construirse.

Pero también y al mismo tiempo, Los Coristas es una película de amor, de amor al prójimo, de reconocimiento del otro en su rasgo de humanidad compartida. Una historia de ficción que ensaya algunas ideas sobre lo que significa ser reconocido, participar y reconocerse en la diferencia.

Cualquiera puede cantar….

Cualquiera puede cantar, parece ser el punto de partida de nuestro personaje, basta con tener una voz y no una voz excepcional, eso es lo de menos, porque no es en la calidad donde está puesto el foco. Podríamos decir que la intención es justamente la opuesta y la pasión personal, la apuesta. Transmitir a partir de esa pasión y hacer que otros se apasionen.

Formar un coro supone una selección y para eso selecciona y distingue. Selección y distinción que, sin embargo, no están necesariamente basadas en el desprecio, como suele suceder, sino y probablemente, en el reconocimiento y la reciprocidad.

Nadie se queda afuera, a todos se les asigna una tarea, un rol: asistente, atril, etc.

Y todos participan…

A pesar de la ausencia de certezas a futuro, la participación y el tránsito por actividades que conectan el peso de ciertas experiencias culturales, en términos educativos, pueden producir modificaciones positivas y de importancia en las conductas de las personas, (solidaridad, sensibilidad, cooperación, sentido de pertenencia y trabajo colectivo, fraternidad, autoestima, integración social, etc.), esto es lo que parece querer decirnos el director. Algo que el “vigilante-maestro” parece compartir a partir de sus acciones y de sus ideas.

No es una novedad a esta altura que algunos emprendimientos de este tipo –en este caso la formación de un coro consideren el contacto con la música y la participación activa que toda actividad musical supone, como un modo apropiado para mejorar otros aprendizajes, siempre que no sea ese y solamente ese el resultado esperado de una propuesta cultural. En todo caso deberíamos esperar que el futuro nos otorgue algo de razón y simplemente nos muestre que la capacidad de prevenir, impedir o rescatar a los niños y jóvenes de la marginalidad y como un factor de igualación social, a partir de ciertas ofertas culturales pueda tener algún tipo de consistencia.

De este modo, el tránsito por experiencias vinculadas a la música y a lo grupal que hay en su práctica, revelan una posibilidad de encontrar mejorías en el rendimiento escolar, en especial al incrementar los niveles de atención, disciplina y concentración, estimular el entrenamiento expresivo y el desarrollo de destrezas individuales. En este aspecto, los resultados obtenidos por nuestro “vigilante-maestro” parecen corroborar esas expectativas, porque al igual que la educación, otras actividades culturales también son pedagógicas, es decir, tienen una “pedagogía”, enseñan alguna cosa.

Es ese dato que se nos escapa, esa suerte de destino azaroso, que no tiene una lógica que asegure, nos asegure, que a tal acción corresponde tal efecto, lo que distingue un gesto educativo. En una época donde las ofertas culturales y educativas suelen estar reguladas por el contexto, ofertar más allá del contexto, intervenir sobre él y por lo tanto, más allá de la demanda, parece regular cada una de las acciones del director del Coro. (En consonancia con lo expresado por Alvin y Heidi Toffler)

Este maestro muestra en toda su magnitud el funcionamiento mismo del concepto de transferencia y enseña en un mismo gesto que una enseñanza no es necesariamente una buena enseñanza, una enseñanza correcta, sino aquella que produce como el amor (sin buscarlo) algo en los otros.

No tan distintos, no tan iguales...

Explicar la desigualdad en términos de diferencias naturales o sociales, es un lugar común y lo suficientemente habitual para que, dichas explicaciones circulen con tanta naturalidad que terminen por naturalizarse. En este sentido y desde esa perspectiva, la igualdad es siempre un objetivo a alcanzar.

El “vigilante-maestro” viene a encarnar estas ideas acerca de la igualdad del mismo modo que el director del internado encarna las ideas opuestas.

Mientras que el maestro del coro sortea de manera eficaz este malestar, el de seleccionar, al mostrar que destacarse, sobresalir, distinguirse, etc. no es, necesariamente, un gesto mísero, egoísta o individualista, sino que da cuenta de ciertos desplazamientos que en las vidas de esos chicos provoca su actividad, el director del internado es la otra cara de la moneda, ¿de la misma moneda?

En el rasgo más nimio es donde la maldad se expresa y se hace visible: en el golpe, en el grito, en el infamante castigo, en ese principio que no dice nada y lo dice todo, el de “acción-reacción”. Entonces sí, para el director todos los chicos son iguales e igualmente despreciados y despreciables en su “brutalidad”.

También y de muchas maneras, ese desprecio derrama su veneno sobre una idea de futuro. Es decir, imagina y representa de modo tal que toda posibilidad de construir un mundo más amable y hospitalario, queda suspendida, puesto que es el futuro con todo lo que hay en él lo que termina por ser despreciado; al no haber espacio para la ilusión, cuando el imperativo es no hacerse ilusiones, los ideales se diluyen.

Recupero una escena de

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