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Marketing político. El término “marketing” al lado de la palabra “política”


Enviado por   •  8 de Diciembre de 2017  •  Ensayo  •  1.412 Palabras (6 Páginas)  •  243 Visitas

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El término “marketing” al lado de la palabra “política” puede llegar tener una acepción negativa, la deteriorada reputación actual de la segunda con la muchas veces engañosa y poco clara función del primero pueden generar sospechosismo o hacer pensar que esta rama de la mercadotecnia esconde algo truculento o persigue fines perversos. Pero ¿qué tan cierta puede llegar a ser esta percepción? La respuesta para mí sería: Depende.

Sí, depende, porque como todo en la vida, siempre hay dos caras de la moneda y entre esas dos caras hay matices y claroscuros. La teoría, al menos como la he aprendido en el aula y a través de otras lecturas sobre el tema,  indica que hay 3 tipos de marketing político: electoral, de gobierno y de oposición.

Dice el autor español José Antonio Marina quien ha escrito sobre la inteligencia social o colectiva dice esta es la suma de las inteligencias personales con los sistemas de interacción pública y la organización del poder y que este tipo de inteligencia puede equivocarse en las metas al sacrificar  los derechos individuales, es aquí donde el marketing político puede jugar un rol fundamental que me hace preguntarme ¿hasta qué punto quienes ejercen en el poder pueden hacer uso de el para justificar tropelías e injusticias? ¿es mejor o peor una sociedad que vive dentro de una burbuja de marketing y cree que no pasa nada? ¿podría ser catalogado coloquialmente como el maquillaje de los malos gobiernos ante sociedades poco inteligentes?.

Considerando que puede haber múltiples combinaciones entre los 3 elementos que conforman a las sociedades inteligentes, el marketing político puede fungir como una herramienta o como una artimaña, lo primero para generar acciones y estrategias con sustento en las necesidades reales de la gente, lo segundo para comunicar lo que la gente quiere escuchar sin que necesariamente coincida con la realidad.

Creo sin duda alguna, que quienes gobiernan deben asesorarse forzosa y necesariamente por expertos en la materia que en este texto nos ocupa, el fracaso en la creación de políticas y acciones de gobierno radica en la necia costumbre de querer inventar el hilo negro, de innovar con “expertos” en política que se dedican a adivinar que puede funcionar y qué no.

Desconozco si esta práctica que pocos resultados ha dado obedezca más a un tema de soberbia, o sea, de pensar que los que están en política conocen mejor el rumbo de sus  gobernados que los mismos gobernados o si sea cuestión de crédito y reconocimiento a la invención perfecta, es decir, que permea la cultura individualista por encima de la grupal, buscan el mérito al creador de tal o cual política que pocas veces resulta lo que la mayoría deseaba, si tan solo utilizaran su inteligencia individual, sabrían que la mejor forma de obtener el tan anhelado reconocimiento público es preguntarle directamente a la gente sus inquietudes, son ellos quienes padecen y conocen a fondo las carencias, los errores y los aciertos de las políticas, obras y programas gubernamentales y sus efectos en el día a día del ciudadano promedio.

Sabemos que el marketing en política persigue el objetivo de conseguir el respaldo del pópulo, ya sea tratándose de elecciones a través del voto o de una buena evaluación del ejercicio político cuando ya se está en funciones de gobierno, para ello hay que transmitir ciertas cualidades como liderazgo, empatía, sensibilidad, etc. Creo que como cualquier otro producto en marketing, un político es sujeto de ser mejorable y perfectible, siempre  y cuando no se caiga en la publicidad engañosa, hay que mantener ese equilibrio entre una buena estrategia y las características reales e intrínsecas del producto que puede ser una persona en particular o un equipo de trabajo, como le llamamos coloquialmente “una administración”.

Una práctica muy común que a mi parecer también conduce al desencanto de la ciudadanía ya de por sí crítica y poco participativa es empeñarse en recaer todos los logros en una sola persona, hablando concretamente de quienes encabezan el poder ejecutivo en cualquiera de sus niveles, porque así como se busca acumular todo el reconocimiento para sí, es también susceptible de recibir toda la crítica y responsabilidad individualmente.

Hay que comunicar a las sociedades que los gobiernos no son una persona ni dos, que son equipos de cientos y a veces miles de personas quienes proponen y disponen, tomando en cuenta por supuesto a quienes sirven.

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