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Origen de la vitivinicultura en Coahuila


Enviado por   •  5 de Agosto de 2023  •  Ensayo  •  2.440 Palabras (10 Páginas)  •  58 Visitas

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Origen de la Vitivinicultura en Coahuila

Por el Dr. Angel Fidel Morales Salazar

Dedicatoria “A las Dalias, las Elisas y los Ángeles”

Inicios

Llevemos nuestra imaginación a recorrer estas tierras norestenses acompañando a aquellos exploradores de espíritu indomable que llegaron a la Nueva España. Esa tierra nueva que bautizaron con ese nombre tan bello y honroso, y que hermanarían para siempre con la lengua castellana, las costumbres, el cristianismo y la civilización europea.

La hispanidad nos une desde la alta California hasta la Patagonia con nuestra Madre al otro lado del Atlántico.

Estos exploradores fueron fundadores, y por qué no decirlo, conquistadores y a la vez conquistados; como sucede en toda conquista. Como fue el caso de Roma cuando conquistó Grecia; siendo la última quien verdaderamente conquistó con la transculturación de ambas. Así mismo ocurrió en estas tierras, donde se fusionaron dos grandes culturas.

Imaginemos esas cabalgatas, primero desde lo que ahora es Veracruz a la recién fundada Ciudad de México (antigua Tenochtitlán) enorme y bella; luego a Zacatecas emporio minero y hasta ahí era casi la frontera, lo que seguía era desconocido para ellos.

En lo que ahora es Fresnillo nace el rio Aguanaval que desemboca en la Laguna de Coahuila, para ser precisos en Viesca. Siguieron algunas jornadas de camino junto a ese río para asegurar el abastecimiento de agua y los pastos para los animales; todo era nuevo y maravilloso, había árboles en sus márgenes, pero todo lo demás era el semi desierto que duerme en el día y vive en la noche, con los cielos inmensamente brillantes por las estrellas infinitas, a veces las travesías se hacían de noche por el intenso calor en el día.

Se encontraron con serpientes nunca vistas como la letal cascabel, que alertaba de su presencia con su sonido peculiar como una sonaja. Aprendieron a ser cuidadosos al alzar las piedras, por los alacranes venenosos… y en las noches las lechuzas revoloteaban, y se escuchaban a lo lejos los aullidos de coyotes…cuanta vida en un lugar que pareciera estéril….los aguardaban también las delicias como el jabalí y los peces de la laguna…los nativos del norte y noreste indomables, belicosos con sus miradas nocturnas y curiosas siguiendo las caravanas, también ellos estaban ante personas diferentes nunca vistas, presagio de mal augurio para su estilo libre de vida.

En esas cabalgatas interminables hacia lo desconocido, a momentos se podían escuchar los latidos del propio corazón en esas soledades. Sólo contaban cada día con el presente, no sabían si volverían algún día a ver a su padres, primos, hermanos y amigos, o a su primer amor, que habían dejado atrás tal vez para siempre; algunos son recordados por estas líneas, como Alberto del Canto quien pasó por Parras y después fundaría Saltillo. La sangre de los más afortunados, valientes y fuertes aun corre por nuestras venas, la de los menos afortunados yace en la arena y el olvido.

Cuando llegan, no sin dificultad a  lo que ahora es Viesca le ponen nombre a lo que tal vez ya tenía otros nombres…La laguna o Las Lagunas, El Cerro de Zavaleta, Los Montes Pirineos…siguiendo estos últimos hasta llegar a un fértil y apacible valle con agua y árboles…en donde encuentran parras silvestres de las vitis rupestris y por eso lo llaman Santa María de las Parras.

Es en este Oasis donde fundan una ciudad cuya economía giraría por medio milenio alrededor de la vitivinicultura, desde aquellos misioneros que trajeron de Europa las primeras vides llamadas Misión y otras llamadas Moscatel y Lenoir.

Haciendas Principales

Existen dos haciendas que se disputan el honorable título de el origen de la vitivinicultura en América: una la Hacienda de San Lorenzo Fundada por Don Lorenzo García en 1594, datos amparados en un documento que es la merced de tierras otorgada por Felipe II, el 15 de agosto de 1597, “con el expreso propósito de plantar viñas para producir vinos y brandis” (a veces empezaban a trabajar las tierras antes que llegaran los documentos oficiales).  Y la otra: la Hacienda del Rosario de Francisco de Urdiñola, fundada en 1593. Ambas siguieron trabajando a pesar de las prohibiciones posteriores por parte de la corona.

Estas haciendas fueron fundadas incluso antes que Santa María de las Parras, la cual se funda el 18 de Febrero de 1598 por Antón Martin Zapata.

El Capitán Urdiñola hizo un gran feudo que fue la base para que su bisnieta Francisca de Valdez y Alceaga y su marido  Agustín de Echeverz y Subiza fundaran el Marquesado de Aguayo, el cual les fue otorgado por Carlos II el 30 de marzo de 1682.

Las dos haciendas fueron productoras de vinos y destilados por varios siglos.

Realmente la Hacienda de San Lorenzo tiene el mérito indiscutible de haberse mantenido en producción y operación ininterrumpidamente desde su fundación; de hecho desde fines del siglo XIX fue adquirida por Don Evaristo Madero a los descendientes de Don Manuel Ybarra, concretamente a Doña Luisa Ybarra de Zuloaga y desde entonces se le conoce como Casa Madero.

De hecho, gran parte de lo bella que es ahora la Hacienda de San Lorenzo se lo debemos a Don Manuel Ybarra quien construyó la Casa Grande. Y fue gracias a los descendientes de Don Evaristo, la familia Milmo, que esta hacienda se ha mantenido en funcionamiento y conservación produciendo sus afamados vinos.

Debo mencionar que en todos estos siglos, además de las grandes haciendas productoras de vinos y destilados, también hubo pequeños productores que tenían uva en sus fértiles huertas; algunos de estos productores eran de origen tlaxcalteca.

Me gustaría mencionar a todos los dueños de la hacienda más representativa y que se ostenta como la cuna del vino en América, porque todos ellos han contribuido a su existencia hasta nuestros días, no sin dificultades y afanes, sueños que se derrumban y esperanzas que nos mantienen en el camino.

Primero Don Lorenzo García ya mencionado hasta 1630. Lo siguen Luis Hernández y María Cárdenas; esta última, al enviudar, se casa con el Capitán Francisco Gutiérrez Barrientos, y al fallecer ella, su esposo el Capitán se casa con Clara Gallardo; al fallecer Gutiérrez Barrientos, Clara se casa  en segundas nupcias y pasa a propiedad de Carlos Barraza su esposo hasta 1670. Luego la adquiere Juan de Oliden y familia. En 1747 pasa a  Bernardo de Miranda y luego  a Lucas de Lazaga quien a su vez la vende en 1815 a Don Manuel Ybarra. Al morir Don Manuel, la hereda a su hija Luisa Ybarra de Zuloaga, quien la vende a finales del siglo XIX a Don Evaristo Madero. Luego continúan sus descendientes hasta nuestra época, que son los dueños actuales: la familia Milmo.

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