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PANORAMA HISTÓRICO DEL TEATRO PUERTORRIQUEÑO


Enviado por   •  12 de Julio de 2011  •  6.027 Palabras (25 Páginas)  •  1.344 Visitas

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PANORAMA HISTÓRICO DEL TEATRO PUERTORRIQUEÑO

El Teatro Puertorriqueño es uno de los más activos y dinámicos teatros de toda América Latina. Su actividad indetenible se proyecta desde la misma prehistoria hasta el presente en el que muchos de sus dramaturgos reciben importantes premios y reconocimientos internacionales, así como muchas de su mejores compañías y actores viajan a países muy lejanos mostrando el arte que han cultivado por más de 500 años.

Ofrecemos este panorama histórico como una breve síntesis de sus más grandes avances y logros, en la intención de concluir esta lectura con una certeza fundamental: el teatro puertorriqueño ha sido, es y será uno de los más importantes puntales de nuestra cultura e identidad puertorriqueña.

Su lucha de 500 años no ha hecho otra cosa que cimentar nuestra nacionalidad, mostrar nuestras costumbres, nuestra historia, nuestras ideas sobre el presente, nuestra forma puertorriqueña de pensar sobre las cosas que más preocupan al hombre. Porque el teatro, además de ser uno de los entretenimientos por excelencia, es también el más importante foro de ideas, denuncias y cuestionamientos de una sociedad civilizada.

Prehistoria de nuestro teatro:

Mucho antes de que llegaran a nuestras playas los barcos de los conquistadores españoles, nuestro pobladores taínos y sus ancestros ya habían disfrutado de formas teatrales en las que se mezclaba el entretenimiento, la memoria histórica y la adoración religiosa.

No debemos pensar que la idea del teatro llegó con los europeos. Por el contrario, las formas de baile llamadas areítos y otros juegos de representación taínas o arahuacas, existían desde la misma prehistoria y surgieron en épocas similares a las formas del teatro griegas, es decir, hace más de 25 siglos. Recordemos que el teatro no es algo que “se inventa”, sino que nace natural, con la mismas emociones humanas, como una necesidad espiritual. La necesidad de contar una historia impone que esta deba “representarse” -palabra que puede significar: volver a presentarse- bien con gestos, narraciones o plegarias que “muestren” aquello de lo que se habla.

No conservamos ningún texto de los areítos antillanos, pero según se desprende de las crónicas de los primeros conquistadores, es fácil suponer su contenido. Los areítos no sólo eran ceremonias religiosas, sino también en ellos se hablaba de la historia de los caciques y sus familias, de las invasiones de tribus hostiles, -como los caribes de las antillas menores-, se hablaba de la vida de sus dioses, de la cosecha y de la pesca y de las incertidumbres del mañana. Estos son los mismos temas de las grandes obras teatrales que disfrutamos hoy.

Los conquistadores españoles, con su sed de poder y de oro, exterminaron a los taínos que habitaban nuestra Isla en los primeros setenta años de la conquista, por lo que las formas de religión y representación taína fueron suprimidas de inmediato y sustituidas por la imposición del catecismo católico. La Iglesia y los primeros evangelizadores usaron la “representación” teatral para a través de ella indoctrinar en el cristianismo a los pobladores del país. Así, los dioses cristianos sustituyeron por la fuerza a los dioses taínos; y sus métodos de adoración y representación, como también toda una visión de la vida, cambió de manera radical y traumática.

No bien se había mermado la fuerza de trabajo taína, los africanos negros fueron traídos por la fuerza desde sus tierras de origen, para ser utilizados como bestias de carga y trabajo por los conquistadores y los terratenientes que empezaron a poblar nuestra Isla.

Los esclavos negros trajeron consigo su cultura y sus formas particulares de adoración religiosa. Los esclavos resistieron abandonar sus ancestrales creencias, ni sus rituales de “representación”. Entre ellos siempre se encontraba la figura del babalao, especie de sacerdote oficiante que ostentaba el poder de comunicarse con lo desconocido y que a su vez “representaba” los resultados de esa comunicación. El babalao tenía además la responsabilidad de preservar la historia, de ser el sanador de las penas de su raza, de ser la voz del presente de su gente.

Pero ante las formas de adoración de los hijos de África también se impuso de manera violenta el cristianismo. Los negros por su parte, “sincretizaron” -una forma de unir, de mezclar, de consolidar- las figuras religiosas de su cultura, con las europeas y de este proceso nacieron las primeras formas de la religión llamada santería, que conocemos hoy.

No podemos separar la religión de los orígenes o primeras formas del teatro y sobretodo de nuestro teatro puertorriqueño, ya veremos por qué.

Los siglos XVI, XVII y XVIII:

Todo lo que fue la cultura española dominó la totalidad de nuestra expresión cultural puertorriqueña durante estos tres siglos de formación.

Si bien surgieron escritos que hablaban de nuestro país con alguna carga de nacionalidad, no es menos cierto que nuestra Isla era -para España- sólo una mera provincia en lo lejano del Atlántico.

En estos siglos escaseaba todo. La comunicación marítima era lenta, mientras el contrabando y la piratería mantenían una débil economía. De los artículos que llegaban escasamente, eran los libros y en especial las comedias.

Durante estos tres siglos, la Iglesia Católica, sus obispos y la Inquisición dominaron de manera severa la vida de los criollos y puertorriqueños. Todas las representaciones teatrales tenían la obligación de realizarse “por lo divino”, es decir, que tratasen temas de religión, de virtud y de cristianismo. En ellas participaban las señoritas y señoritos de la sociedad y hasta los mismos sacerdotes. El lugar de representación era el atrio de la Iglesia y se realizaban en cada festividad cristiana.

Pero mientras estas representaciones se daban en la Iglesia, en las afueras de ella y en las aldeas de los esclavos, se daba otro tipo de representación que no era necesariamente cristiana.

Los Obispos comenzaron a temer estas formas de diversión, y de inmediato emitieron órdenes contra ellas. Estas órdenes se llamaron Las Sinodales, y fueron emitidas por el Obispo Damián López de Haro en el año de 1645. En resumen, estas largas Sinodales prohibían muchas cosas, incluso llegaron a prohibir que se hiciera teatro sin la supervisión y aprobación de la Iglesia.

Pero como hemos dicho ya que el teatro nace de una fuerza natural de la expresión humana, no hay ley sobre la tierra que pueda prohibirlo. Y estas leyes, en vez de controlarlo, lo estimularon.

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