Paisaje y retrato

Paisaje

El paisaje ha tenido un largo desarrollo dentro de la tradición pictórica occidental, propiciándose tanto variantes morfológicas como las propias transformaciones del entorno. Uno de los cambios sustanciales que se dieron en el tránsito del siglo XIX al XX fue la consolidación de la ciudad como la entendemos hoy; mientras Paris se afirmó como la capital de las vanguardias artísticas, México comenzó a proyectar su crecimiento para convertirse en una metrópoli. El paso de la vida rural a la citadina se volvió escenario de los pintores modernos, quienes fueron testigo de los cambios más radicales que viviera tanto el paisaje como la propia pintura durante el siglo XX.

El grupo de obras aquí reunidas corresponde aún al marco de representación basado en la figuración y la perspectiva. De modo que son muestra del proceso transitivo a formas más radicalizadas de concebir el espacio y de cambios fundamentales en la relación dibujo y pintura que había prevalecido hasta entonces. Los campos de color para construir atmósferas y la propia textura del óleo son parte integral de la propuesta plástica de los pintores modernos. También se percibe una intención por sintetizar los objetos en formas geométricas más definidas, haciendo a un lado el interés por mantener una paridad con la realidad exacta.

Retrato

La popularización de la fotografía en el siglo XIX propició que el retrato fuera cada vez más demandado por la clase burguesa, quien tuvo mayor acceso gracias a la dispersión de los estudios fotográficos. A pesar de ello, la pintura continuó manteniendo una activa participación en este género artístico, abriendo el campo de posibilidades a la experimentación de lenguajes de vanguardia, que ya no aspiraban a representar al retratado con el mayor naturalismo posible, por el contrario, los artistas modernos enfocaron su atención en las cualidades emocionales y expresivas del sujeto.

El conjunto de retratos aquí reunidos ofrece una amplia gama de soluciones estéticas y exploraciones plásticas sobre el color, la luz los claroscuros y la desproporción anatómica que dan muestra del interés por representar lo subjetivo. A su vez, son ejemplo de la consolidación de la burguesía como una nueva clase social, que estableció sus propias convenciones de representación. El retrato también nos permite entender las relaciones de intercambio económico inherentes en el arte, puesto que mantener este género activo le suponía al artista un ingreso más seguro que obras de otra índole temática. No obstante esta realidad pragmática, los modernos vincularon los intereses estéticos de las vanguardias con la necesidad colectiva de preservar en la memoria, la imagen del individuo.

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