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Palabras De Su Alteza Real El Príncipe De Asturias En La Entrega Del Premio Cervantes 2011


Enviado por   •  9 de Marzo de 2013  •  1.325 Palabras (6 Páginas)  •  623 Visitas

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Palabras de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias en la entrega del Premio Cervantes 2011 a Don Nicanor Parra

Alcalá de Henares, 23 de abril de 2012

Señor Presidente del gobierno, autoridades, miembros del jurado, familia de Nicanor Parra, Cristóbal, Señoras y Señores.

Cuando, decidido a hacer el Viaje del Parnaso, Miguel de Cervantes llega a la vista de Mercurio, tiene que soportar un primer reproche: “Oh Adán de los poetas, oh Cervantes, / ¿qué alforjas y qué traje es este, amigo?”. A lo que él responde: “Señor, voy al Parnaso y, como pobre, / Con este aliño mi jornada sigo”. Del reproche pasa el mensajero de los dioses al reconocimiento y el elogio: “Pasa, raro inventor, pasa adelante / con tu sutil designio y presta ayuda / a Apolo, que la tuya es importante”.

De seguro que Cervantes, al ver hoy llegar a Nicanor Parra al parnasillo de poetas galardonados con su Premio, reconocerá en él un espíritu afín, un poeta desnudo de adornos, con atuendo de vecino de Chillán, y, sabiéndolo espíritu gemelo, se apresurará a decirle: “Pasa, raro inventor, pasa adelante / con tu sutil designio”. Digo “gemelo” pensando en que el mayor logro literario cervantino fue liberar la escritura de las normas que la atenazaban y dejar fluir las palabras -palabras del común- para que buscaran nuevos espacios de significación.

Cuando en el Quijote, tras los primeros descalabros del caballero, el ama ve al pobre hidalgo decidido a emprender nuevas aventuras, exclama alarmada: “se sale; sálese sin duda por la puerta de la locura”. En efecto, Alonso Quijano estaba rompiendo las casillas de la realidad particular cotidiana, para inaugurar la tesis fundamental de la modernidad: “yo es el otro”. Se salía él y con él se salía la realidad. Pero no se alejaba del espacio de la humanidad. Blas de Otero lo resumió muy bien: “Cervantes escribe como los ángeles y responde como los hombres”.

Hace poco más de un siglo, entre los últimos suspiros del modernismo literario, pronunció Ramón Gómez de la Serna “Siete palabras” que anunciaban la revolución del vanguardismo. Eran estas: “¡Oh, si llegara la imposibilidad de destruir!” La literatura realista burguesa nos ofrecía una realidad convencionalmente ordenada y, reproduciéndola, el poeta se consideraba un dios creador. A partir de Gómez de la Serna se multiplicaron los movimientos de vanguardia rupturista, deslumbrados todos ellos por el señuelo de “lo nuevo”.

Cuando en 1969 le concedieron en Chile a Nicanor Parra el “Premio Nacional de Literatura” lo aceptó “porque -dijo irónico- mi modestia no tiene límites y sería petulante rechazarlo”. Parra, que venía de la calle, del barro, con las canciones del pueblo en la boca -”los chilenos hablan en octosílabos, decía, y la clase media en endecasílabos”-, él, digo, pasó por grandes poetas como Huidobro, García Lorca y Neruda, contraleyéndolos, y fue a emparentar con François Villon, con el Arcipreste de Hita, con Rabelais, quienes, conscientes de que el mundo es un carnaval, inventaron el carnaval de las palabras al que Parra se unió alborozado.

De camino, se encontró con César Vallejo quien, mientras otros hablaban de poesía pura, contemplando con mirada compasiva la triste realidad de la vida, exclamó: “absurdo, sólo tú eres puro”. Y por esta vía, y animado con esa conciencia, llegó a convertirse en el “raro inventor”, “raro inventor” que forjó el designio de la “antipoesía”: “un poema tradicional en que se injerta la savia del surrealismo”.

Quien dirige la danza carnavalesca es un físico, Nicanor Parra, que concibe la realidad como fragmentación y que, cambiando de continuo de máscara -él es un sujeto también fragmentado-, emprende una crítica del lenguaje. A Federico García Lorca le preguntaron un día qué era poesía, y él respondió: “Poesía, poesía… es juntar dos palabras que nunca se pensó que pudieran relacionarse”. Parra dice: “La palabra arcoiris no aparece en ninguna parte, / menos aún la palabra dolor; / la palabra torcuato, / sillas y mesas sí

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